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Entrevista

Lola Herrera: “¿Cómo voy a ser de derechas si no defiende mis intereses? Soy hija de obrero y una trabajadora también”

Blanca Sáinz

15 de enero de 2023 22:03 h

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Lola Herrera (Valladolid, 1935) no esperaba llegar a los 87 años sobre los escenarios, pero la realidad, revela, es que tampoco ha dedicado su vida a pensar en el futuro. Entre risas e indignación esta actriz que llegó a la interpretación de forma casual tras empezar en la radio, confiesa que cada vez le cuesta más comprender el mundo en el que vive a la vez que admite que no le da miedo “nada”. Una polémica con Vox la colocó en el centro del huracán por haber declarado que no entendía que las mujeres votasen al partido de ultraderecha, algo que, por cierto, sigue reiterando.

Ahora, mirándolo con perspectiva, recuerda “la importancia de decir lo que se piensa”, y a pesar de considerar que el miedo es “algo libre”, no quiere ni recordar los 40 años de dictadura que sufrió: “Estuvimos callados durante 40 años enteros. Años en los que no se podía decir ni mú, así que ahora diré lo que quiera”, sentencia. El próximo viernes 20 y sábado 21 de enero actuará en el Palacio de Festivales de Santander con la obra 'Adictos' en la que trata la adicción a la tecnología, una cuestión que no termina de asimilar pese a ponerle empeño, y es que ella es más del directo que de la retransmisión, algo que en su pasión, el teatro, ha podido cultivar a lo largo de una dilatada carrera que no planea tener fin.

Su carrera profesional empezó en Radio Valladolid pero su voz fue lo que la llevó a hacerse actriz...

La verdad es que no tenía pensado nada. Sabía que no estaba a gusto con lo que estaba haciendo y quería dar un paso más pero no sabía hacia dónde. Y como estaba en la radio, lo di hacia la radio, pero luego la radio me llevó al teatro directamente. Y cuando pisé el escenario por primera vez dije: “Yo de aquí no me bajo ni loca”. Indudablemente, hay una tradición familiar de gente aficionada al teatro y era una cosa cercana, pero nunca había pensado en dedicarme a ello, aunque tampoco es que pensase otras cosas porque era una época en la que la gente iba más lenta. Ahora parece que la gente sabe lo que quiere hacer desde que nace [ríe].

¿Cree en las casualidades?

No lo sé… Pero lo que es indudable es que esto fue casual porque fue muchísima casualidad que justo en ese momento en Radio Madrid decidiesen hacer, por primera vez, algo que era compartido con el teatro. Y es que yo estaba en la radio, que era una apuesta segura, así que si no hubiese sido por este experimento que hicieron quizá nunca hubiese terminado sobre las tablas.

Con la aparición de las plataformas digitales parece que el cine ha pasado a un segundo plano para muchas personas. ¿Cree que con el teatro podría ocurrir algo parecido?

No. El directo no puede acabar nunca. Y tendrá sus altos, sus bajos y sus problemas, pero vamos, nada diferente a lo que ha ocurrido siempre. Pero creo que el directo es de las pocas cosas que van a quedar porque lo que pasa entre los actores y el público es una cosa compartida, una comunicación, una transmisión de sensaciones... No lo sé explicar. La gente que es aficionada, va al teatro buscando esa sensación de meterse en una historia y compartir. Una representación es única y aunque se diga lo mismo y se hagan los mismos movimientos siempre es distinta. En el teatro hay otro rollo de energías.

La adicción a la tecnología es el centro de ‘Adictos’, la obra que presentará en Santander los próximos días. ¿La adicción a las redes sociales, a estar siempre informado o a no disfrutar de un atardecer sino grabarlo con el móvil, será algo pasajero?

No creo. Pienso que esto va a ir más porque se multiplicará por otras cosas. Forma parte de la vida de muchísimas personas y, además, de una parte importante de esa gente hay incluso quien se dedica a ello profesionalmente. Personas que ven todo a través de la pantalla, que no viven en directo y que solo lo fotografían o lo graban. Cuando voy a recitales me doy cuenta de que todo el mundo saca los móviles y no logro comprender cómo lo puedes tener ahí y preferir verlo a través de la pantalla solo para poder enseñarlo después. Pero en los restaurantes pasa igual, la gente fotografía lo que come... Yo soy muy mayor. No puedo entenderlo a pesar de que comprendo que el mundo va cambiando... Pero en esto me cuesta mucho y, modestamente, creo que resta vida. Es como que no multiplica nada, solo tener un almacén de imágenes en el teléfono mientras que la vivencia, el entregarse a las cosas o el poder disfrutar tu plato directamente, desaparece.

¿Cómo es trabajar con 87 años? ¿Esperaba llegar a trabajar con esta edad?

Nunca he hecho proyectos de futuro pero creo que no te das cuenta del paso del tiempo. Si estás bien, disfrutas de salud y tienes energía para hacer lo que haces, no te das cuenta. Pasa el tiempo y pasa la vida entera porque todo va a una velocidad tremenda. He estado lesionada durante dos meses porque me rompí un hueso, y ahí me he dado cuenta de que no puedo estar quieta. Ha sido una pesadilla estar parada porque yo donde mejor me siento es en el escenario.

Parece que en esta profesión les cuesta jubilarse: Miguel Rellán o José Sacristán piensan como usted.

A ver, estoy jubilada porque me tenía que jubilar, aunque lo hice 12 años más tarde que lo que me correspondía, pero sigo trabajando porque verdaderamente es lo que he hecho durante toda mi vida y es un trabajo tan especial... Es dejar de ser tú para contar una historia y eso es un descanso, porque no tienes que aguantarte a ti mismo todo el tiempo y es una gratificación, porque puedes compartirlo con muchísima gente. Para mí tiene muchos placeres.

Ha dicho abiertamente que ha trabajado en algunos proyectos que no le gustaban nada pero que, claro, había que pagar facturas...

Siempre tenemos que conseguir encontrarle al papel el punto que nos encante para transmitir. Y claro, las cosas que no te gustan dan mucho más trabajo que las que te gustan, porque tienes que buscarle el cómo lo transmites y cómo te lo crees tú para poderlo transmitir. Entonces, te lleva mucho trabajo porque tienes que buscar dentro de tu mente y dentro de tus sentimientos... Pero si uno no hiciera más que lo que le vuelve loco trabajaría muy poco, porque la locura de un proyecto no ocurre todos los días.

¿Y qué hay de la precariedad?

Esta profesión se ha hecho enorme y cuando yo llegué era muy pequeñita. Desde hace unos 20 años empezó a crecer muchísimo y todos los años salen de las escuelas un montón de profesionales que, en la inmensa mayoría, salen ya parados. La cosa es que aquí es muy importante ejercitar lo que han aprendido sobre el escenario, practicar en directo y con el público, y eso no es tan fácil. Es una profesión muy complicada donde se pasa muy mal porque, además, no siempre están los mejores trabajando. Hay gente buenísima que se queda por el camino porque no encuentran la manera de entrar.

He vivido toda la dictadura porque nací un año antes de la Guerra Civil y ahora la gente puede decir lo que quiera, no sé a quién tienen miedo

Tuvo un desencuentro con Vox hace más de un año por haber dicho que no entendía que hubiese mujeres que les votasen. Después ellos decidieron votar en contra de que le concediesen la medalla de oro de Valladolid. ¿Piensa en las consecuencias que le puede traer posicionarse políticamente?

No. Si a los 87 años no se puede decir lo que se piensa, apaga y vámonos. Sigo pensando lo que dije y no logro entender que haya mujeres que voten a estos señores y lo digo una y mil veces. No entiendo su política, no me interesa y no me gusta pero, sobre todo, el tema de que haya mujeres que les voten es lo que más me cuesta entender. Ellos son muy libres de hacer lo que quieran, o sea, yo creo en la libertad por encima de todo, pero tengo la medalla de todas formas, con ellos o sin ellos. Soy de Valladolid, tengo mis raíces allí, a toda mi familia, y es mi ciudad desde mucho antes de que ellos apareciesen en la historia. Que no voten a favor de la medalla no me importa nada en absoluto y también te digo que si no me hubiesen dado la medalla tampoco hubiese pasado nada porque sin medallas se puede vivir. Agradezco muchísimo que me la diesen pero las medallas no son vitales. Pero más allá de esto, creo que todos tenemos que decir más lo que pensamos porque vivimos en una democracia. He vivido toda la dictadura porque nací un año antes de la Guerra Civil y ahora la gente puede decir lo que quiera, no sé a quién tienen miedo...

En el caso de personas que están en la esfera pública, hay compañeros suyos que prefieren no hablar para que no les coloquen en un lado u otro.

Habrá gente vengativa y habrá gente que con un artista haga esta separación de “conmigo o sin mí”, pero creo que no tiene nada que ver lo que pienses con a lo que te dediques y que no debería repercutir a nadie. Pero bueno, cada uno es muy libre de expresarse como le parezca y el miedo y la aprensión son libres y, a veces, aunque uno quiera no se puede deshacer de esos miedos o esas posibles amenazas. Pero claro, yo juego con ventaja porque ya tengo muchos años, y la ventaja de eso es ver que estuvimos callados durante 40 años enteros. Años en los que no se podía decir ni mú, así que ahora diré lo que quiera. 

¿No es cierto eso de que los años hacen a uno más conservador?

Diría que no, pero hablo por mí, claro. No me considero más conservadora. De hecho, soy más rebelde y entiendo menos las cosas. No sé dónde estamos y hacia dónde vamos… Mira lo de Brasil, que gente que no tiene para comer organice estos tiberios y sea capaz de votar a Bolsonaro me resulta incomprensible. Pero lo que sí comprendo es lo que quiero y lo que persigo, aunque no llegue. Y me refiero a vivir en una democracia donde todos, derechas, izquierdas y torcidos miren por su país y por los que habitan en él, que son los que les votan. 

Respeto que haya gente en todos los lados, pero en mi caso no tengo ningún motivo para ser de derechas

Próximamente hay elecciones…

Es muy importante que la gente sepa lo importante que es votar y votar con cabeza. A mí cuando me dicen que soy de izquierdas digo que claro, que cómo voy a ser yo de derechas si la derecha no defiende mis intereses. Soy hija de obrero, nieta de obrero, bisnieta de obrero, o sea que fíjate si han sido puteados y siguen siendo puteados los obreros. Y que oye, yo soy una trabajadora también. Respeto que haya gente de todos los lados, pero en mi caso no tengo ningún motivo para ser de derechas. Hay mucha gente que se desplaza de lugar, que olvida sus orígenes, de dónde viene, quiénes han sido sus personas más cercanas… Pero si uno viene de abajo difícilmente llega a estar en el poder, y con el poder me refiero al poder económico, que es el que mueve todos los hilos. Los demás bailan al son que tocan los poderes económicos porque pocos políticos pueden renunciar en su totalidad a los mandatos económicos. Es algo imposible. 

¿Y qué opina de este Gobierno?

Pues creo que están haciendo muchas cosas. Me parece que están dando muchos pasos interesantes con todos los reveses que han tenido y no siendo una mayoría en el Congreso y teniendo que pactar. Eso hay que valorarlo y no veo que lo valoren sus contrincantes. Hay muchísimo cinismo y vuelven las cosas del revés, es una perversión del lenguaje. Es como si viviesen en otro mundo con tal de criticarse. No pueden valorar nada positivo, y no es que diga que este Gobierno lo haya hecho todo bien ni mucho menos, pero considero que los pasos que se dan hacia delante hay que valorarlos, y creo que tenemos un Gobierno en el que, de entrada, da gusto oírles hablar a todos y sin que parezca que estamos en un corral de vacas. Así que, que la gente piense muy bien a quién vota, sobre todo para sus propios intereses.