La danza no siempre estuvo presente en la vida de la bailarina cántabra Lucía Sierra, pero cuando llegó lo hizo sin freno. Todo comenzó a raíz de su dislexia severa, para la que le recomendaron el baile como forma de mejorar su coordinación, y le gustó tanto que decidió dedicar sus estudios universitarios a la danza.
Sin embargo, cuando estaba en el tercer año de la carrera que cursaba en Madrid, a su madre le diagnosticaron cáncer de mama y ella, que en ese momento tenía una asignatura de metodología de la investigación aplicada a la danza, preguntó a su profesor si esto podría ayudar a su madre. “Me dijo que investigase sobre el psicoballet y que empezase a probarlo con mi madre, que era un tipo de danza adaptada a su nivel de condición física y que no le iba a hacer daño. Así que lo probamos y le funcionó muy bien”, explica Lucía.
Y como el resultado fue tan positivo, se animó a realizar su Trabajo de Fin de Grado en 2017 sobre ello realizando un estudio piloto en Cantabria con mujeres con cáncer de mama que fue apoyado en todo momento por un psicólogo. “Conseguimos demostrar en dos meses que la danza adaptada mejora su estado emocional y su autoestima y reduce los niveles de ansiedad”, cuenta orgullosa la bailarina. Pero Sierra quería seguir investigando, así que comenzó a estudiar un máster para, esta vez, centrarse en el cáncer infantil.
“Me reuní con la consejera de Sanidad de Cantabria y me comentó que aquí había pocos niños, que el Hospital de Cruces, de Bilbao, era una opción mejor. Así que el segundo estudio fue allí, dentro del hospital y habitación por habitación todos los días durante tres semanas. Fue brutal”, relata emocionada.
Así, adaptándose a las necesidades de cada niño, ya que cada uno requería de unos movimientos diferentes por tener distintos tipos de cáncer, consiguieron que estos dejasen de ver el hospital como una amenaza: “A veces por proteger, se protege demasiado y los niños tenían una falta de movilidad grandísima... Necesitarían más recursos, un fisioterapeuta que estuviese todo el día con ellos y les moviera, pero a falta de recursos podemos estar nosotros”, asevera.
No obstante, la graduada en danza contemporánea se encuentra ahora realizando una tesis doctoral que termine por aunar todo el trabajo de los últimos cuatro años. Ahí, y alejada de pseudociencias o prejuicios, Sierra explicará la evidencia científica -cuenta con una fisioterapeuta y un psicólogo en el equipo- de esta ayuda para superar los efectos de los tratamientos oncológicos: “Esto no es ninguna cura, pero mejora la respuesta del cuerpo al tratamiento y la actitud hacia la recuperación”.
Y es que estas sesiones de danza no solo consisten en bailar, sino que crean vínculos, sobre todo en el caso de las enfermas de cáncer de mama: “Pueden hablar de sus problemas porque, al final, la preocupación de una es la de la otra, y la solución de una puede ser la de todas... Al final, a nivel laboral y familiar es complicado que se sientan comprendidas, pero en las clases todas están pasándolo o lo han pasado ya”, revela.
Asimismo, reconoce que siempre intenta juntar a mujeres que ya hayan superado el cáncer con mujeres que aún se encuentran en tratamiento para que se conviertan en “referentes” de las que lo están pasando: “Tener ese aliciente de ver a mujeres que lo han superado les hace muy bien”. Pero además de la parte emocional, que es importantísima para Lucía Sierra, está la parte del movimiento, que es tremendamente beneficioso para afrontar estos procesos.
“Hemos hecho un estudio de control comparando a mujeres en proceso oncológico que no hacen danza, y a mujeres en proceso oncológico que sí que la hacen, y aquellas que no lo practican responden a los tratamientos peor porque están más cansadas y tienen menos ánimo. En cambio, las que realizan danza tienen muchas más probabilidades de recuperar el tejido porque el cuerpo está activo. Es una ayuda pequeña, y no soy médica ni pretendo serlo... Tienen que confiar en sus médicos, pero también necesitan apoyo y llenar esos vacíos que a veces son imposibles de llenar en los hospitales”, argumenta la bailarina.
Pero además de realizar sus estudios de forma altruista, que compaginaba con clases de baile para poder subsistir, Lucía se aventuró hace un año a lanzar su propio centro de baile llamado 'Pura vena', “aunque sigue siendo un poco ONG”, precisa. Ahora, gracias al apoyo de la Obra Social La Caixa, sigue desarrollando su trabajo con mujeres con cáncer más allá de la tesis doctoral: “Tenemos una parte presencial, cuidando muchísimo las medidas de la COVID, y otra online en la que participan mujeres de Barcelona, Sevilla o Bilbao, pero además, queremos cuidar la parte preventiva, por lo que también tenemos danza y pilates al servicio de todo el mundo”, explica.
Sin embargo, sus esfuerzos actuales están muy centrados en el final de su tesis, ya que convertirse en doctora abrirá a Lucía “muchas puertas a hospitales”. “Espero que esto termine siendo una pata más de la recuperación de los enfermos con cáncer, y lo que queremos es que igual que te recetan paracetamol o ir al fisioterapeuta cuando lo necesites, te recomienden esta danza adaptada”, concluye.