Un libro, una película, un disco. Así se simple y de interesante es “El planazo del Sr. Sanabria”. Tres recomendaciones culturales imperdibles para navegar entre el underground. Primero empezó con una sección en el programa y ahora tiene sus propios programas completos.
Alce Negro Habla
Cuando era un chaval siempre quise ser indio. La idea de cabalgar libre de ataduras, lanzar flechas y vivir en contacto íntimo con la naturaleza hacía que me identificase con el nativo antes que con el cowboy (¿Alguien se acuerda de El Guerrero Místico?). Sin embargo, la idea que nos vendían las películas del oeste del piel roja era siempre mezquina y sesgada. Salvajes, traicioneros, borrachuzos. Sus historias, sus creencias, su cultura, simplemente no merecían ser contadas. Esto, ya sabemos, cambió notablemente de la mano de los cineastas ligados a la contracultura de los años sesenta, con películas como Pequeño Gran Hombre o Soldado Azul. Pero mucho antes, en los años 30, el escritor y poeta John G. Neihardt escribió (o transcribió) la historia de Alce Negro, un curandero Oglala (los mal llamados Sioux), cuya historia cambió la percepción de la cultura indígena para muchos rostros pálidos. Descatalogado durante años en nuestro idioma, la editorial Capitán Swing recupera este conmovedor relato en una edición exquisita, anotada y con una serie de apéndices que contextualizan la narración. Cuando Neihardt se acercó por vez primera a Alce Negro posiblemente solo esperaba encontrar un testigo de primera mano de los tiempos de Caballo Loco; lo que se encontró superó todas sus expectativas. Alce Negro se mostró dispuesto (más bien deseoso) a relatar sus vivencias, que incluían episodios como la Batalla de Little Big Horn, el asesinato de Caballo Loco que era su tío en realidad, la masacre de Wounded Knee o la gira de Buffalo Bill por Europa (impagable el recuerdo de la Reina Victoria). La narración es evocadora y se hace amena gracias al sencillo y socarrón estilo de Alce Negro, pero lo más destacable son las visiones, las invocaciones, los rituales sagrados y revelaciones espirituales del protagonista, complejas en su recreación pero verdaderamente absorbentes. El libro no deja de ser una narración de dichas visiones que le llevan a transformarse en hombre santo, con la intención de ayudar a su pueblo en el declive del mismo debido al hostigamiento del ejército. Tenemos aquí un testigo de excepción de los esfuerzos militaristas por exterminar a los nativos americanos, y un sinfín de tratados rotos unilateralmente.
En ocasiones se ha acusado a Neihardt de reinterpretar la historia de Alce Negro a su antojo y añadir elementos que no aparecían en las transcripciones originales; en la presente edición esto se corrige con múltiples (a veces demasiados) pies de página. El relato de Alce Negro Habla termina de manera algo abrupta tras la matanza de Wounded Knee, que acabó con la resistencia de los Oglalas Lakotas y a su vez con la esperanza de Alce Negro de ayudar a su gente a vivir en libertad y conservando sus tradiciones; de hecho el propio protagonista se convertiría al cristianismo pocos años más tarde, prácticamente prisionero en la reserva de Pine Ridge. Una lectura necesaria, ya sea desde el punto de vista espiritual o desde el meramente antropológico, y luego otro día hablamos del America First y genocidios varios.
Cuando era un chaval siempre quise ser indio. La idea de cabalgar libre de ataduras, lanzar flechas y vivir en contacto íntimo con la naturaleza hacía que me identificase con el nativo antes que con el cowboy (¿Alguien se acuerda de El Guerrero Místico?). Sin embargo, la idea que nos vendían las películas del oeste del piel roja era siempre mezquina y sesgada. Salvajes, traicioneros, borrachuzos. Sus historias, sus creencias, su cultura, simplemente no merecían ser contadas. Esto, ya sabemos, cambió notablemente de la mano de los cineastas ligados a la contracultura de los años sesenta, con películas como Pequeño Gran Hombre o Soldado Azul. Pero mucho antes, en los años 30, el escritor y poeta John G. Neihardt escribió (o transcribió) la historia de Alce Negro, un curandero Oglala (los mal llamados Sioux), cuya historia cambió la percepción de la cultura indígena para muchos rostros pálidos. Descatalogado durante años en nuestro idioma, la editorial Capitán Swing recupera este conmovedor relato en una edición exquisita, anotada y con una serie de apéndices que contextualizan la narración. Cuando Neihardt se acercó por vez primera a Alce Negro posiblemente solo esperaba encontrar un testigo de primera mano de los tiempos de Caballo Loco; lo que se encontró superó todas sus expectativas. Alce Negro se mostró dispuesto (más bien deseoso) a relatar sus vivencias, que incluían episodios como la Batalla de Little Big Horn, el asesinato de Caballo Loco que era su tío en realidad, la masacre de Wounded Knee o la gira de Buffalo Bill por Europa (impagable el recuerdo de la Reina Victoria). La narración es evocadora y se hace amena gracias al sencillo y socarrón estilo de Alce Negro, pero lo más destacable son las visiones, las invocaciones, los rituales sagrados y revelaciones espirituales del protagonista, complejas en su recreación pero verdaderamente absorbentes. El libro no deja de ser una narración de dichas visiones que le llevan a transformarse en hombre santo, con la intención de ayudar a su pueblo en el declive del mismo debido al hostigamiento del ejército. Tenemos aquí un testigo de excepción de los esfuerzos militaristas por exterminar a los nativos americanos, y un sinfín de tratados rotos unilateralmente.
En ocasiones se ha acusado a Neihardt de reinterpretar la historia de Alce Negro a su antojo y añadir elementos que no aparecían en las transcripciones originales; en la presente edición esto se corrige con múltiples (a veces demasiados) pies de página. El relato de Alce Negro Habla termina de manera algo abrupta tras la matanza de Wounded Knee, que acabó con la resistencia de los Oglalas Lakotas y a su vez con la esperanza de Alce Negro de ayudar a su gente a vivir en libertad y conservando sus tradiciones; de hecho el propio protagonista se convertiría al cristianismo pocos años más tarde, prácticamente prisionero en la reserva de Pine Ridge. Una lectura necesaria, ya sea desde el punto de vista espiritual o desde el meramente antropológico, y luego otro día hablamos del America First y genocidios varios.