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The Buzzos - Red

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Admitiré que tiendo a mitificar recuerdos que, probablemente, tengan un significado mucho menos fundamental del que les otorgo. La memoria es puñetera y a veces induce a engaños e ilusiones que poco tiene que ver con lo que realmente nos pasó. Sin embargo hay hechos puramente objetivos que respaldan la historieta que estoy a punto de soltar. Mi educación musical tiene varios padres, pero solo uno de ellos está tan tiernamente asociado al crapulismo como el Bar Red. Ubicado en un sitio tan improbable para el rocknroll como es Quintana de la Serena (Badajoz), mi lugar de nacimiento, el Red (no pronunciéis la d final) alimentó nuestro apetito vital en los años de educarse en la vida, en varios aspectos. En cuanto al musical, que es el que toca, supuso mi primer contacto con muchas de las bandas que han significado algo en mi vida. Tengo dos ejemplos que permanecen indelebles: la primera vez que escuché –conscientemente- a Led Zeppelin fue allí, en un video VHS del Over The Hills…que se repetía en bucle durante horas. En esa misma cinta (ahora estoy lanzando hipótesis, puede que fuese otra) también estaba Eat The rich, de Motörhead, con ese clip en el que pensabas que iban a sacar una navaja y pedirte 75 pesetas. A lo largo de los años, entre brumas etílicas, el Red siguió descubriéndome grupos, mejores y peores. No lo idealizo, a veces había que contentar a la parroquia local y sonaban Alaska o Ska P más de lo deseado. El año pasado el Red (El ) cerraba sus puertas, con un portazo que dilapida el último recuerdo mitificable de mi pueblo. Pero no fue en vano. De un pueblo tan exiguo en tantos aspectos han surgido bandas de cierto renombre. Ahí están Sínkope, o la banda que nos ocupa, The Buzzos, unos entrañables suicidas que llevan peleándose con la realidad desde el año 2002, practicando un rock n roll con un ojo en la escena de L.A de finales de los 80 y el otro en las bandas de rock escandinavo que nos alegraron el rímel a principios de milenio. Su último disco lleva el título de ‘Red’ como merecido homenaje, y supone una vuelta de tuerca a su sonido clásico, más cercano al hard rock. Aquí predomina el nervio punk y la melodía casi powerpopera, con unas estructuras simples pero plagadas de detalles, donde destaca la voz de Sean Flecha en temas como el inicial ‘You wanna Take’. Siendo ya veteranos se agradece que busquen el efecto sorpresa, y yo lo encuentro, y cómo, en la inesperada versión de ‘Girl You want’ de DEVO, que les encaja como un guante y debería servir como influencia para un futuro. Hay devaneos con el rock más pesado (‘The Wildest Ones’), punk melódico (‘Shut up’) e incluso algún acercamiento a Foo Fighters de en ‘Ready To Punch’, lo que confirma que el puto Dave Ghrol me va a perseguir sin descanso en cualquier parte. Perdonable, no obstante, ya que también abre posibilidades alejadas del raca-raca.

No pretendo resultar demagógico, ni parecer resentido, pero cada vez que veo a grupos suecos o yankees de medio pelo girar por veinte salas y conseguir espacio y loas en los medios no puedo evitar pensar en la desgracia de querer hacer tu historia y recibir noes y narices arrugadas por el hecho de proceder de Badajoz en lugar de un infecto barrio de NY. Pequeños milagros ocurren en sitios improbables, hacedme caso.

Admitiré que tiendo a mitificar recuerdos que, probablemente, tengan un significado mucho menos fundamental del que les otorgo. La memoria es puñetera y a veces induce a engaños e ilusiones que poco tiene que ver con lo que realmente nos pasó. Sin embargo hay hechos puramente objetivos que respaldan la historieta que estoy a punto de soltar. Mi educación musical tiene varios padres, pero solo uno de ellos está tan tiernamente asociado al crapulismo como el Bar Red. Ubicado en un sitio tan improbable para el rocknroll como es Quintana de la Serena (Badajoz), mi lugar de nacimiento, el Red (no pronunciéis la d final) alimentó nuestro apetito vital en los años de educarse en la vida, en varios aspectos. En cuanto al musical, que es el que toca, supuso mi primer contacto con muchas de las bandas que han significado algo en mi vida. Tengo dos ejemplos que permanecen indelebles: la primera vez que escuché –conscientemente- a Led Zeppelin fue allí, en un video VHS del Over The Hills…que se repetía en bucle durante horas. En esa misma cinta (ahora estoy lanzando hipótesis, puede que fuese otra) también estaba Eat The rich, de Motörhead, con ese clip en el que pensabas que iban a sacar una navaja y pedirte 75 pesetas. A lo largo de los años, entre brumas etílicas, el Red siguió descubriéndome grupos, mejores y peores. No lo idealizo, a veces había que contentar a la parroquia local y sonaban Alaska o Ska P más de lo deseado. El año pasado el Red (El ) cerraba sus puertas, con un portazo que dilapida el último recuerdo mitificable de mi pueblo. Pero no fue en vano. De un pueblo tan exiguo en tantos aspectos han surgido bandas de cierto renombre. Ahí están Sínkope, o la banda que nos ocupa, The Buzzos, unos entrañables suicidas que llevan peleándose con la realidad desde el año 2002, practicando un rock n roll con un ojo en la escena de L.A de finales de los 80 y el otro en las bandas de rock escandinavo que nos alegraron el rímel a principios de milenio. Su último disco lleva el título de ‘Red’ como merecido homenaje, y supone una vuelta de tuerca a su sonido clásico, más cercano al hard rock. Aquí predomina el nervio punk y la melodía casi powerpopera, con unas estructuras simples pero plagadas de detalles, donde destaca la voz de Sean Flecha en temas como el inicial ‘You wanna Take’. Siendo ya veteranos se agradece que busquen el efecto sorpresa, y yo lo encuentro, y cómo, en la inesperada versión de ‘Girl You want’ de DEVO, que les encaja como un guante y debería servir como influencia para un futuro. Hay devaneos con el rock más pesado (‘The Wildest Ones’), punk melódico (‘Shut up’) e incluso algún acercamiento a Foo Fighters de en ‘Ready To Punch’, lo que confirma que el puto Dave Ghrol me va a perseguir sin descanso en cualquier parte. Perdonable, no obstante, ya que también abre posibilidades alejadas del raca-raca.

No pretendo resultar demagógico, ni parecer resentido, pero cada vez que veo a grupos suecos o yankees de medio pelo girar por veinte salas y conseguir espacio y loas en los medios no puedo evitar pensar en la desgracia de querer hacer tu historia y recibir noes y narices arrugadas por el hecho de proceder de Badajoz en lugar de un infecto barrio de NY. Pequeños milagros ocurren en sitios improbables, hacedme caso.