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Cómo hemos cambiado

Han pasado cuatro años desde que la indignación de la calle llegó al poder con la intención de transformarlo. De hacerlo, como diría Lichis, más amable, más humano, menos raro. Una legislatura que ha permitido a los llamados “partidos del cambio” cambiar cosas pero que también les ha cambiado. Atrás quedó la edad de la inocencia en la que todo era posible y todos tan amigos. Atrás el 15M y la ilusión con la que se fue a votar entonces. Pero por delante mucho trabajo y el reto de responder a la amenaza fantasma del pasado y al ataque de los clones de la derecha.

La política real ha demostrado que los sueños, sueños son, y que tener poder no siempre significa poder hacer sino a veces sólo hacer lo que se puede. El paso del sueño a la realidad no es fácil, como recordamos muchas mañanas. Es a eso a lo que llaman madurar. Es ley de vida, pero no por ello deja de doler. La nueva política ha envejecido. En algunos casos, se ha hecho vieja de golpe. En otros, a golpes. Entre ellos, incluso.

Sí, la peor cara de las nuevas formaciones se ha parecido bastante a Juego de Tronos. Ha habido luchas de poder, traiciones, guerras entre familias, caudillismos, tierra quemada, más muertos que en la serie y la tentación de imponer el bien a sangre y fuego, a lo Khaleesi. Es una pena que la izquierda se presente este domingo próximo tan partida. Se perderán votos por eso, aunque queda el consuelo de que los que se conserven servirán después para sumar.

Por el otro lado, los ayuntamientos del cambio, con todos sus defectos y promesas incumplidas, han demostrado que otra política es posible. Han acercado y humanizado las administraciones, han reducido deudas, han revitalizado la cultura y los barrios, han recuperado pisos de las garras de los buitres y han hecho las ciudades más respirables, sostenibles y habitables.

Les queda mucha tarea en favor de los movimientos sociales y contra la gentrificación, el encarecimiento de la vivienda, los pisos turísticos o los desahucios. Esta legislatura nos ha enseñado mucho sobre las dificultades de llevar el activismo a las instituciones, lo que debe servir para dos cosas: obligar a los dirigentes a mantener un pie en la calle y a la calle a seguir metiendo caña. Es una obviedad que obviamos.

Los partidos del cambio podrían entonar hoy la balada de Presuntos Implicados, Cómo hemos cambiado, donde dice “fue así como tú y yo perdimos la confianza. Cada paso que se dio, algo más nos alejó”. De ellos —y de los ciudadanos movilizados en las urnas y las bases— depende que se hagan realidad los versos más esperanzadores de la canción: “Tal vez si tú y yo queremos, volveremos a sentir aquella vieja entrega. Tantos sueños por cumplir, alguno se ha de vivir”.

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