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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Qué tiene que hacer el Gobierno

6 de junio de 2022 22:12 h

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La última encuesta del CIS dice dos cosas que parecen contradictorias pero son complementarias. Dos tercios de los españoles creen que la situación económica del país es mala o muy mala, y sin embargo, dos tercios piensan que su economía es buena o muy buena. Más aún, un 82% considera que la vida le sonríe y solo un 8% siente que no. España va mal pero a los españoles les va bien. La aparente incongruencia no es tal. No es más que la distancia entre la realidad y el relato, entre lo que realmente pasa y lo que cuentan que pasa. Nada explica mejor cómo la hegemonía conservadora dirige la opinión pública de este país. Esa es la razón por la que el Gobierno aprueba leyes pero suspende encuestas.

En España, la derecha anuncia cada mañana el Apocalipsis según Sánchez, abre los telediarios con la llegada del Anticristo socialcomunista y cierra ediciones de periódicos con las siete plagas. Las redes arden con el fuego del infierno bolivariano al que nos está llevando Unidas Podemos. La prensa reaccionaria española y sus lectores viven en Venezuela. En Europa felicitan a Sánchez por la recuperación, la subida del salario mínimo, las medidas contra la crisis y los mejores datos de paro en una década. En España, el presidente nos ha llevado al borde de la quiebra. Ayuso ha salvado a los ancianos aunque los dejó morir en las residencias, pero Sánchez y el Coletas son asesinos de masas. Y así todo.

Bienvenidos a la pista paralela del circo mediático, pasen y vean. Desde que empezó el Gobierno de coalición, hay una estrategia de las élites para derribarlo. El bombardeo es incesante por tierra, mar y aire. Tienen los tanques, los cazas y los portaaviones. Tienen la cloaca y las televisiones, los tribunales y las tribunas, los despachos y las instituciones. El Ejecutivo amplía derechos, la Brunete mediática los reduce a escombros. Sube los sueldos más bajos y lo torpedea el Banco de España. Aprueba leyes del aborto y la eutanasia y sale hasta el obispo de Huelva a condenarlo. Saca adelante dos estados de alarma y los tumban los jueces. Hay una guerra jurídica, una guerra sucia y una guerra cultural contra este Gobierno, que está perdiendo la batalla del relato y a menudo se dispara a sí mismo. 

Lo he escrito otras veces, la coalición tiene tres defectos: una pobre comunicación de sus éxitos, una lenta reacción ante las crisis y una mala relación entre sus partes. Es un gobierno de dos velocidades en el que Unidas Podemos quiere avanzar mucho más deprisa y el PSOE tira del freno para contentar a esos poderes que le apuñalan por la espalda. Los mayores avances han venido del lado del partido minoritario: subida del SMI, ERTES, Ingreso Mínimo Vital, reforma laboral, ley de libertad sexual, ley trans, regulación de la publicidad de casas de apuestas… El PSOE impulsó la ley de eutanasia, pero se quedó a medio camino en la ley de educación, se achantó ante las eléctricas, recortó el Ingreso Mínimo, fiscalizó la reforma laboral, obstaculizó las leyes de Igualdad y ha rebajado la ley de la vivienda y la reforma de la ley mordaza, que se han atascado en el Congreso meses después de aprobarse en el Consejo de Ministros. 

Urge aprobar la ley de vivienda en un país ahogado por los alquileres, los desahucios y la falta de recursos públicos. Urge acabar con la mordaza que recorta libertades civiles. Este martes se vota una reforma fiscal de Unidas Podemos que grava a las grandes fortunas, a las eléctricas y a las casas vacías y una proposición del PSOE para abolir la prostitución. Esos son los logros que el Gobierno tiene que acelerar, acentuar y aprovechar. La coalición solo tiene una manera de ganarle esta batalla desigual a los reaccionarios: acabar con sus luchas internas y ganar las luchas externas para la ciudadanía. La gente tiene que percibir que su vida mejora y saber quién lo ha hecho posible. No basta con vencer, hay que convencer.

La última encuesta del CIS dice dos cosas que parecen contradictorias pero son complementarias. Dos tercios de los españoles creen que la situación económica del país es mala o muy mala, y sin embargo, dos tercios piensan que su economía es buena o muy buena. Más aún, un 82% considera que la vida le sonríe y solo un 8% siente que no. España va mal pero a los españoles les va bien. La aparente incongruencia no es tal. No es más que la distancia entre la realidad y el relato, entre lo que realmente pasa y lo que cuentan que pasa. Nada explica mejor cómo la hegemonía conservadora dirige la opinión pública de este país. Esa es la razón por la que el Gobierno aprueba leyes pero suspende encuestas.

En España, la derecha anuncia cada mañana el Apocalipsis según Sánchez, abre los telediarios con la llegada del Anticristo socialcomunista y cierra ediciones de periódicos con las siete plagas. Las redes arden con el fuego del infierno bolivariano al que nos está llevando Unidas Podemos. La prensa reaccionaria española y sus lectores viven en Venezuela. En Europa felicitan a Sánchez por la recuperación, la subida del salario mínimo, las medidas contra la crisis y los mejores datos de paro en una década. En España, el presidente nos ha llevado al borde de la quiebra. Ayuso ha salvado a los ancianos aunque los dejó morir en las residencias, pero Sánchez y el Coletas son asesinos de masas. Y así todo.