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Se iban a morir igual

30 de octubre de 2024 21:51 h

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No se pueden evitar los desastres naturales pero sí sus consecuencias. O al menos intentarlo. No ha sido el caso en la Comunidad Valenciana. El martes a las 7:30 de la mañana, la Agencia Estatal de Meteorología decretó el nivel rojo de riesgo extremo de la DANA. A las 11:50, la Confederación Hidrográfica del Júcar ya advertía de desbordes y crecidas considerables en sus cauces. Emergencias del Estado lanzaba una alerta hidrológica a las 12:20. Mediodía todavía. Pero a las 13h, el president de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón (PP), aprovechaba un acto, ni siquiera una comparecencia específica, para quitarle hierro al asunto y anunciar que la previsión es que a las 18h el temporal haya amainado y pasado de largo. Ocurrió lo contrario. A esa hora se desató el infierno. 

Mazón no volvió a aparecer. No lo consideró oportuno. Tampoco activar las alertas en los teléfonos de los valencianos hasta las 20h en Valencia capital y las 21h en las zonas más afectadas. Cuando el caos era total. Cuando las carreteras estaban colapsadas, los coches y camiones eran arrastrados por las riadas, la inundación anegaba negocios y casas, centenares de personas luchaban por salvar sus vidas y decenas desaparecían. Las imágenes que hemos visto son dantescas. Ancianos de una residencia aparcados en sillas de ruedas mientras el agua les cubre por encima de las rodillas, conductores subidos a los techos de sus coches para escapar, trabajadores refugiados en los tejados de sus empresas. Nadie les avisó, nadie les dijo que se fueran a casa. Les obligaron a seguir trabajando. El capitalismo no se detiene ni ante el diluvio universal.  

El Gobierno valenciano no pide ayuda a la Unidad Militar de Emergencias hasta pasadas las 20h. El president no comparece hasta la mañana cuando el recuento de muertos es todavía una veintena. Pronto las cifras se disparan. Primero 50, luego 62, después 70, a la hora que escribo estas líneas, 95. Se teme que sean más, muchos más. La peor gota fría del siglo y la Generalitat no ha tomado las medidas necesarias. Mazón borra el tuit en el que decía que a las 18 horas el temporal disminuiría. Pero no puede borrar el tuit en el que el PP presumió de haber suprimido la Unidad Valenciana de Emergencias, el servicio creado para acelerar y coordinar la respuesta a los desastres. Justo lo que hubiera hecho falta. Era un proyecto en desarrollo y lo cerraron. El PP lo llamó “chiringuito” y Vox, “ocurrencia” de Ximo Puig. La ocurrencia podría haber salvado vidas. 

Tenía nueve millones de euros de presupuesto. Su eliminación dejó en la calle a 187 bomberos a tiempo parcial. Mientras, el conseller de Cultura de Vox, el ex torero Vicente Barrera, dispara el gasto en tauromaquia y concede hasta una subvención de 300.000 euros a una fundación taurina de Madrid. Valencia se convierte en la comunidad que más gasta en espectáculos de toros en toda España. Imagino que pensarían apagar incendios a capotazos y combatir la DANA con banderillas. Ole y ole. “Quien siembra recortes, recoge cenizas”, decían los bomberos forestales valencianos en la última campaña contra incendios. Hoy no es ceniza, son cadáveres. 

Hay responsables. El PP gobierna con Vox, que niega el cambio climático y propone acabar con algunas agencias meteorológicas. No hicieron caso de los avisos de AEMET. No hicieron caso de Emergencias. No alertaron a la población. No forzaron al cierre de las empresas. Algunas obligaron a sus trabajadores a continuar. Entre ellas, gigantes como Ikea y Mercadona. El vídeo de un conductor de un camión de reparto de los supermercados salvado por los bomberos ha dado la vuelta al país. La compañía de Juan Roig obligó a sus trabajadores a seguir repartiendo en pleno temporal. Hoy Mercadona ha enviado el pésame a las familias de quienes han perdido la vida, ayer enviaba a sus trabajadores a jugársela.

Hoy la alcaldesa de Valencia, la popular María José Catalá, le ha dado las gracias por repartir comida a los afectados. Hoy también el PP ha pedido cerrar la sesión del Congreso de los Diputados en señal de luto, pero son ellos los que cerraron un servicio de Emergencias. Ahora viene el temporal de hipocresía. Ahora veremos al PP negar su responsabilidad como en el accidente del Metro de Valencia. Como en las residencias madrileñas. Nos dirán que murieron solo por causas naturales, que sus muertes no se podían evitar, que se iban a morir igual. Pero no. Hay también causas ideológicas y económicas. Hay responsables políticos y empresariales. Hay que exigir responsabilidades.

No se pueden evitar los desastres naturales pero sí sus consecuencias. O al menos intentarlo. No ha sido el caso en la Comunidad Valenciana. El martes a las 7:30 de la mañana, la Agencia Estatal de Meteorología decretó el nivel rojo de riesgo extremo de la DANA. A las 11:50, la Confederación Hidrográfica del Júcar ya advertía de desbordes y crecidas considerables en sus cauces. Emergencias del Estado lanzaba una alerta hidrológica a las 12:20. Mediodía todavía. Pero a las 13h, el president de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón (PP), aprovechaba un acto, ni siquiera una comparecencia específica, para quitarle hierro al asunto y anunciar que la previsión es que a las 18h el temporal haya amainado y pasado de largo. Ocurrió lo contrario. A esa hora se desató el infierno. 

Mazón no volvió a aparecer. No lo consideró oportuno. Tampoco activar las alertas en los teléfonos de los valencianos hasta las 20h en Valencia capital y las 21h en las zonas más afectadas. Cuando el caos era total. Cuando las carreteras estaban colapsadas, los coches y camiones eran arrastrados por las riadas, la inundación anegaba negocios y casas, centenares de personas luchaban por salvar sus vidas y decenas desaparecían. Las imágenes que hemos visto son dantescas. Ancianos de una residencia aparcados en sillas de ruedas mientras el agua les cubre por encima de las rodillas, conductores subidos a los techos de sus coches para escapar, trabajadores refugiados en los tejados de sus empresas. Nadie les avisó, nadie les dijo que se fueran a casa. Les obligaron a seguir trabajando. El capitalismo no se detiene ni ante el diluvio universal.