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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Indepes, republicanos, antifranquistas: uníos

La losa de Franco pesa 1500 kilos. Más o menos, como un coche. Han tardado 44 años en levantarla. No hace falta decir mucho más para explicar el verdadero peso del Franquismo en España. Es inmenso. Casi inamovible. De hecho, su exhumación, aunque tenga una fuerte carga simbólica, es poco más que un cambio de sitio. Después de muchas dificultades, lo sacan de un mausoleo para llevarlo a un panteón donde seguirán honrándolo.

Le dedicarán un responso el prior franquista del Valle de los Caídos y el hijo del golpista Tejero. Fascistas celebrando misas en honor de un dictador. Todo en orden. Democracia a tope. No sería posible algo así en Alemania. Aquí sí. España no ha sacado la basura en cuatro décadas y por eso hay gente que quiere salir huyendo de casa.

Por razones históricas y estratégicas, el independentismo vincula a España con Franco. No hacen apenas distinciones y sí muchas exageraciones. Ni toda España es franquista como algunos quieren hacer ver, ni tampoco el Estado español es una dictadura, como demuestra que puedan llamárselo libremente, pero tiene inclinaciones autoritarias y deficiencias democráticas graves. Porque el diagnóstico indepe es cierto: la España actual es heredera del Franquismo.

La monarquía fue restaurada por el dictador, el monarca criado en sus pechos y el nuevo rey ya dijo el 3 de octubre que todos quietos. La policía, la judicatura, la Iglesia, las grandes fortunas y el Ibex se acostaron franquistas y se levantaron demócratas y se les nota. El PP fue fundado por un ministro de Franco, Vox es su escisión más facha, Ciudadanos se pone tan de perfil con el tema que, a menudo, les llaman falangitos y el PSOE quiere quitarse el muerto de encima pero tiene lazos que le atan bien atado a la carcundia y siempre se pone del lado del orden (y del mando).

Cuenta Javier Pérez de Andújar en Catalanes todos que para limpiar el pasado franquista de sus mayores, los niños bien de Cataluña se hicieron catalanistas. Ahora algunos se han hecho indepes para huir de sus pecados, pero no se nos olvida que en el 15M llamaban a los indignados “violentos” y “golpistas”, entre ellos el president Torra. Son separatistas porque quieren separarse de su pasado.

Pero el movimiento social independentista les ha pasado por encima, va por libre, no lo controlan y eso es lo que nos interesa a quienes creemos que la lucha de la calle es una oportunidad para minar el franquismo sociológico e institucional en toda España. Por eso creo que la izquierda española y la catalana no separatista debe sumarse a la reclamación de más democracia de la revuelta en Cataluña, aunque no comparta todas sus aristas. Porque es democrática, antifranquista y republicana.

Hay una ola de protestas que recorre el mundo —Ecuador, Chile, Hong Kong, Cataluña, el feminismo, la lucha por el clima— a las que les une la oposición al poder que decide al margen de la mayoría en beneficio de la minoría económica que manda. La crisis que se avecina las hará más necesarias. Es el momento de aunar fuerzas. En el caso concreto de España, mi deseo es que indepes, republicanos y antifranquistas se unan para pedir un nuevo proceso constituyente. Si no, aunque le cambien el colchón, Franco seguirá en la cama.

JUEVES A LAS 10H, ANTONIO MAESTRE: DEL FRANQUISMO AL IBEX

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