Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Hemos visto contenedores quemados en Gamonal y hemos aplaudido la pelea de un barrio contra la especulación. Hemos visto a los mineros disparar proyectiles a la policía y hemos admirado su valentía defendiendo sus trabajos y a sus familias. Hemos visto a los murcianos cortar las vías del tren para pedir el soterramiento del AVE y hemos celebrado su victoria. Hemos celebrado cómo los ecuatorianos acaban de tumbar las medidas neoliberales de su gobierno tras una batalla campal. Hemos visto al 15M, las mareas, las marchas de la dignidad enfrentarse a los golpes de los antidisturbios y hemos criticado la violencia policial y defendido la lucha social por la democracia. Ahora con los catalanes indignados, yo también voy a hacerlo aunque discrepe con el independentismo.
En todos los casos anteriores, la prensa mayoritaria y el orden establecido nos dijeron que eran, que éramos, radicales, antisistema, el enemigo, un peligro público. Con Cataluña, lo mismo. Nos muestran barricadas ardiendo, columnas de humo, policías asediados, energúmenos que son la excepción, no la norma y nos quieren hacer creer que estamos en un estado de sitio, que todo el independentismo está fuera de control y es violento, que hay que aplicar el 155 para detener el caos. Pero algunos pensamos que la protesta social tiene estos momentos álgidos, estos daños colaterales, estas derivas violentas, más llamativas que generalizadas.
No me gustan, espero que no vayan a más, deseo que el diálogo las apague, prefiero la resistencia pacífica y la desobediencia activa, pero me gustan mucho menos y condeno mucho más los excesos policiales que le han hecho perder el ojo a una persona por una pelota de goma y han golpeado con saña a manifestantes indefensos y a periodistas que informaban. La mayor violencia es la del sistema, pero ésa es la buena, la mala es la de la gente hastiada de que no la escuchen. Algunos estamos contra el monopolio de la violencia. La de la calle no es sólo violencia, es resistencia.
Cortan el tráfico y las infraestructuras básicas, alteran el orden, es una acción coordinada y clandestina para colapsar el país, nos cuentan con alarma. Pues claro. La movilización social se organiza al margen del control policial para paralizar el normal funcionamiento de las cosas y provocar una reacción política. Eso es lo que se necesita, una respuesta política que solucione. Y qué hacen algunos políticos (y tertulianos): echar leña al fuego. Ellos sí incendian la calle.
El govern catalán les dice a los suyos que aprieten mientras manda a los Mossos a apalearles y les cuenta que lo hacen por su bien, para que no les acusen de sedición. Cinismo irresponsable. No se puede ser activista y represor al mismo tiempo. O estás en la calle o en el despacho. La esquizofrenia procesista produce monstruos. Y al otro lado del Ebro, la derecha españolista enciende a los suyos al grito de “A por ellos”. Es la tormenta perfecta para que los conservadores ganen las elecciones, apliquen más mano dura y se gangrene la herida como les conviene. Ganancia de pescadores.
El PSOE no debería hacerles el juego, aunque ya estamos viendo que les hace guiños de cara al 10N. Su responsabilidad, como la de los líderes indepes, es buscar un consenso con las fuerzas progresistas para habilitar de inmediato una mesa de negociaciones. Su trabajo es calmar los ánimos y resolver el conflicto antes de que tengamos que lamentarlo. El de la calle, forzarles a hacerlo. En Cataluña y España tenemos un problema. Si no queremos acabar a golpes, tienen que hablar. Apaguen el incendio que han provocado.
JUEVES A LAS 10H: ECUADOR, LA CALLE VENCE AL GOBIERNO
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