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Presidente por accidente

Se sentó a negociar en tres días lo que no había negociado en tres meses. Se fue de vacaciones después de fracasar en su primera investidura en la que sólo consiguió un voto ajeno de apoyo. A la vuelta no quiere seguir negociando lo que él mismo propuso porque parece que el calor ha hecho caducar su propia oferta como si fuera un yogur que ha dejado fuera de la nevera. Le faltan 53 escaños y el apoyo de varias fuerzas para ser presidente pero sólo se ha sentado con Unidas Podemos tarde, con prisas y con desconfianza.

Los votantes de izquierdas le dieron un mandato claro, formar un gobierno de izquierdas para frenar a la ultraderecha. Sus votantes le gritaron en la noche electoral que Rivera no pero él mira para otro lado, a la derecha, a la que insiste en pedirle una abstención que le han negado más veces que San Pedro a Cristo. Cree tanto en sus resurrecciones que espera un milagro aunque no está haciendo nada para caminar sobre estas aguas y se acerca a una nueva investidura con el agua al cuello. O quizá quiere nadar hacia unas elecciones.

Un partido independentista catalán y un partido nacionalista vasco de derechas han demostrado más responsabilidad en el Parlamento que un partido que se llama español. Un partido que se dice obrero presenta un programa de gobierno que no incluye sus antiguas promesas de publicar la lista de beneficiados por la amnistía fiscal o derogar la reforma laboral, sólo modificar sus aspectos más lesivos. Un partido que se califica como progresista ha sido duramente criticado por los colectivos con los que se reunió para sus propuestas porque apenas ha recogido las demandas que le hicieron.

Dijo que Iglesias había pedido la vicepresidencia y luego tuvo que desmentirlo. Su gabinete modificó torpemente el documento que le había presentado Unidas Podemos y lo filtró a la prensa. Les pillaron. En pleno agosto, RTVE sacó a concurso la licitación para el plató de un nuevo debate para unas posibles nuevas elecciones, con mucha más antelación que de costumbre. En televisión este fin de semana, la vicepresidenta Carmen Calvo salió a quemar puentes en vez de tenderlos.

Parece que los socialistas tienen más ganas de ir a elecciones para acabar con un competidor que de pactar un gobierno para acabar con nuestros problemas. Por devorar a la competencia por la izquierda, nos podríamos comer un gobierno de derechas. Unidas Podemos pudo haber aceptado alguna de las ofertas que se le hicieron, debería abandonar sus reproches y suspicacias que dificultan el acuerdo, pero ha rebajado su programa y ha cedido incluso a desplazar a su secretario general. Sánchez quiere ser presidente por accidente. Por accidente de su socio preferente, un accidente en el que podemos acabar estrellándonos todos.

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