Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Echamos mucho de menos la sandalia de David Fernández, la verdad, aquella chancla que el representante de la CUP le mostró amenazante a Rodrigo Rato explicándole que en Irak no hay nada más humillante que tirarte el zapato. En España tenemos madres que lanzan zapatillas como atletas olímpicas y que deberían darle un buen zapatillazo al padre del milagro español para bajarle esos humos de niño malcriado que gasta. Rato era el hijo mimado en su casa, el consentido de Génova, la niña de los ojos de Aznar y tanta coba le ha convertido en un chulazo engreído, presumido, ridículo.
Ha pasado esta semana por el Congreso como el rey por palacio, o como Pujol por el Parlament, o sea, mirando por encima del hombro a los lacayos, ofendiéndose por encima de sus posibilidades y echando balones fuera y broncas a los diputados. Da igual que esté condenado a 4 años por las tarjetas black e imputado por la salida a Bolsa de Bankia, que se quisiera llevar 2,4 millones de pensión cuando le echaron o que le investiguen por seis delitos monetarios, a Don Rodrigo le sienta mal que le llamen delincuente.
Al señorito le da igual que el hundimiento del banco que dirigía haya destruido la vida de miles de familias y haya puesto al país del revés. La plebe al niño pijo le asquea y la responsabilidad le resbala. Le suele a pasar a quien nunca ha tenido que preocuparse de nada. Ahora resulta que la culpa de hundir Bankia fue del chachachá y de una conspiración judeomasónica entre Zapatero, De Guindos y el Banco central para acabar con este genio español y mucho español. Que no le vamos a quitar galones a los otros tres mosqueteros, pero al primer espada le corresponde el mérito de haber pinchado la burbuja que él mismo creó. Cómo ha cerrado el círculo, el tío.
Lo que pasa es que a Rato no le gusta dar explicaciones porque hasta ahora nunca se las habían exigido. Pertenece a esa casta de señores feudales que no tenía que responder por nada y que se sienten insultados cuando los vasallos les encaran. En este país tenemos una expresión muy castiza para ellos y su chulería. Son los putos amos. Los que se creen por encima del bien y del mal, de la mugre y de la chusma, de la ley y los tribunales.
Es Pujol cuando abronca a los diputados catalanes, el rey emérito cuando se cabrea porque le quitan de en medio, Gallardón, Blesa, Granados, Camps o Chaves cuando se indignan ante la prensa, los jueces o las comisiones, Aznar y Felipe cuando, altivos, se niegan responder por sus mentiras… Son esos señorones y señoritingos que ejercitan el derecho de pernada sobre las gentes de este país, que lo arrasan impunemente protegidos por su inmunidad y que se hacen los humillados y ofendidos cuando les atrapan. Va siendo hora de que alguien les dé un zapatazo.
ESTE JUEVES A LAS 10H EN WWW.CARNECRUDA.ES: LUIS PASTOR, LA VIDA EN VERSO
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