Brotación desigual, estrés hídrico, poca uva y vinos complicados, consecuencias de la sequía en la vendimia de 2023

Brotación desigual, poca cantidad de uva, vinos con poca acidez y repercusiones en las viñas para el año próximo son algunos de los problemas que el calor anticipado y la falta de agua pueden provocar en la actual campaña de vendimia, que se apunta como “con muchas dificultades”, según los testimonios recogidos entre los enólogos durante la celebración de la Feria Nacional del Vino (FENAVIN) que esta semana se celebraba en Ciudad Real.

Tanto la cantidad como la calidad de las uvas se verán afectadas por la situación climatológica teniendo también en cuenta que ya la campaña pasada no fue idónea y se vivieron muchas olas de calor que dejaron su huella en las viñas.

Así, Milagros Romero, decana del Colegio de Enólogos de Castilla-La Mancha, señalaba en declaraciones a AgroalimentariaCLM que ya se está viendo en la viña una “brotación desigual en las cepas, unas tienen mucha y otras poca, las que tienen mucha cuando pasen unos meses de sequía es posible que no llegue a prosperar todo el fruto y es posible que tenga repercusiones en la cepa para el año que viene”.

La viña en estos momentos se está enfrentando a un estrés, que le lleva a “producir muchos racimos para conservar semilla para el año que viene, pero con esa producción de racimos la cepa se ve muy deteriorada y puede ser que al año que viene tenga también algún proceso problemático. Va a afectar este año, pero también al año que viene”, asegura.

La añada de 2023 se verá afectada con esta situación. “Aunque intentaremos que sean vinos equilibrados, tienen muchas posibilidades de que sean vinos desequilibrados con una acidez total muy baja, además de que no tengamos una buena maduración y no tengamos el grado necesario, con lo cual van a ser vinos difíciles, pero todavía tenemos la esperanza de que haya algo de agua y también tenemos algunos riegos de apoyo que pueden aportar algo de humedad”, apunta.

En el mismo sentido, David Moreno, enólogo de Finca La Estacada ubicada en Tarancón (Cuenca), señalaba la situación de unas cepas que ya el año pasado pasaron por una situación de dificultad debido a las olas de calor sucesivas durante el verano. “Hay que pensar en pasado primero, la viña acabó muy mal el año pasado, las maduraciones fueron fatales. Había viñedos que no tenían grado porque la planta se paró el 1 de agosto, no creó azúcares, no creó aromas. Acabó muy mermada por las olas de calor, y aunque en abril y mayo llovió bastante, con las olas de calor la planta quedo muy afectada, se quedó parada su maduración, la viña no enveraba, los racimos estaban verdes y no cambiaban al color de maduración. El envero se retrasó porque hacía mucho calor. El año pasado se empezó bien, pero se acabó fatal y este año se ha empezado mal”, apunta.

No va a llover en julio y agosto lo que nunca ha llovido, o sea que se prevé que, si el año pasado fue difícil para coger buena uva y hacer vino, este año va a ser peor

Para este experto las perspectivas este año no son buenas. “Para que una viña tenga un buen desarrollo tiene que llover mínimo entre 150 y 200 litros por metro cuadrado de enero a mayo y si está más concentrado de abril a mayo, justo en la brotación, mejor, pero este año no ha llovida nada. Las brotaciones han sido desiguales, poco a poco se va viendo que se va igualando el crecimiento, por el momento la viña está bien, quedan entre 20 y 30 días para florecer cuajar y veremos, pero no hay buenas expectativas. Porque, no va a llover en julio y agosto lo que nunca ha llovido, o sea que se prevé que, si el año pasado fue difícil para coger buena uva y hacer vino, este año va a ser peor”, apunta.

A su juicio, la cantidad se va a ver afectada pero también la calidad. “Si hay poca cantidad es porque la planta floreció mal o cuajó mal, maduró mal, porque ha habido mal crecimiento durante el grano, porque paró. Se calcula que, entre el envero y la maduración, la uva tiene que ser el doble en buenas circunstancias, pero que tenga menos peso no significa que va a estar mejor, si no ha cogido humedad no ha podido coger minerales y los sabores, los aromas, el azúcar todo está por hacer, si no lo tiene tendrá poca producción, pero no quiere decir que haya calidad”.

Y al igual que Milagros Romero, apunta la repercusión que esta situación va a tener para el próximo año. “La uva del año que viene se está formando este año y conforme acabe la viña este año va a arrancar al año siguiente, o sea el año pasado acabo muy mal y ha arrancado mal, con mucha sequía y calor, no son buenas perspectivas”, afirma.

Jesús Toledo, responsable de Garage Wine, bodega ubicada en Quintanar de la Orden (Toledo), afirma que el calor y la falta de agua “va a afectar seriamente a la producción. Estos calores y sin caer agua, ha llovido apenas 36 litros en Quintanar desde diciembre, y va a haber problemas serios”.

Las variedades autóctonas, mejor

En cuanto a cómo se verán afectadas las variedades, Milagros Romero cree que “las autóctonas, como el tempranillo y el airén, se van a ver menos afectadas que, por ejemplo, el sauvignon blanc, que son de climas más fríos y estas temperaturas tan duras son más difíciles de llevar”.

Para David Moreno, “sufren todas las variedades. El año pasado lo que mejor se vendimió fueron las variedades tempranas, las blancas, porque no les afectaron las olas de calor tan extremas de agosto, en vez de cinco olas de calor se llevaron sólo dos”.

Según Jesús Toledo, en cuanto a cómo se verán afectados los vinos, considera que “hay que diferenciar entre las variedades autóctonas que están plenamente adaptadas al medio y van a desarrollar todo su esplendor, y las variedades foráneas que les cuesta más adaptarse a este tipo de climas y darán vinos libros con más compota, más dulces diferentes. Ninguna añada es igual, pero esta va a ser francamente complicada”.

Garage Wine produce esencialmente vinos procedentes de viñas recuperadas, variedades autóctonas algunas de ellas con cien años de antigüedad en el territorio. “Todas las nuestras menos una son variedades autóctonas, minoritarias, como airén, verdoncho, garnacha tintorera, cencibel, típicas de la zona que siempre han estado, tenemos viñas con cien años, estás están plenamente adaptadas a la situación”, asegura.

“Lo bueno de este tipo de variedades es que ya están entrenadas, no hemos inventado nada, estamos trabajando con lo que trabajaban nuestros abuelos, lo que pasa es que el mundo ha ido avanzando y adaptando nuevas plantaciones, pero nosotros lo que estamos haciendo es una regresión, trabajar con lo que estaban trabajando nuestros antepasados”, asegura.