Eva Marín, joven agricultora: “Este año he dejado 800 olivos sin recoger porque no era rentable. Es para llorar”

Es la quinta generación de agricultores, por eso a nadie le extrañó cuando, tras licenciarse en Publicidad y Relaciones Públicas y trabajar en una empresa donde se ahogaba, decidió volver a su pueblo, Villanueva de Bogas, y dedicarse a lo que sabía hacer porque toda su vida había ayudado a su familia en las tareas del campo.

Mujer y joven, con sólo 23 años volvió a su casa y se hizo cargo de la explotación familiar cuando se jubilaba su padre. Su explotación es típicamente mediterránea: vida, olivo y cereal, mucho secano y poco regadío.

Eva Marín vive directamente desde hace seis años los problemas de un sector que lleva dos semanas de movilizaciones para reclamar soluciones a la crisis que vive. Este año concretamente ha dejado sin recoger 800 de las 1.100 olivos que forman su explotación, porque el fruto era muy pequeño y no era rentable recogerlo.

“Sólo he recogido 300 olivos, porque este año hubo un viento horrible y la mayoría del fruto estaba en el suelo, además este año la producción de un olivar tradicional como éste, debido a la sequía, no ha tenido el suficiente fruto para que mereciese la pena el gasoil, el cambio de ruedas de la maquinaría, la mano de obra…”.

Los 300 que sí se han recogido lo han hecho con manta y no han montado ni siquiera las máquinas que facilitan la recogida de la aceituna y que consisten en un vibrador que se adapta al tractor y luego un paraguas que funciona con unas compuertas que recoge el fruto y lo descargar. Pero, según Eva, poner en marcha todo esto tenía un coste muy grande ya que para que funcionen con fuerza necesitan llevar un bidón de 100 litros de aceite para impulsar la vibración, hay que cambiar las ruedas del tractor para que agarren bien, y cada rueda de un tractor tiene un precio muy elevado. “Este año ha sido una tristeza, recoger sólo 300 olivos es para llorar, pero igual que yo muchísimos de mis compañeros”.

Según Eva, el coste de producción de cada litro de aceite supone unos dos euros, pero a ellos se lo están pagando a 1,80 euros, y se vende en las superficies comerciales en torno a los 4 euros. No cubre ni los costes de producción. “Nos hemos planteado alguna vez hasta regalarlo”, bromea.

Pero el problema no queda ahí. “Este año mi cooperativa no ha pagado, nos han dado un pequeño adelanto que ha sido irrisorio con vistas a ver si encontramos un precio razonable para poder vender lo del año anterior”, dice.

Y es que las cooperativas todavía tienen aceite de la campaña anterior que fue récord y que ha sido una de las causas de la fuerte caída de los precios. Frente a esto, las licitaciones que ha puesto en marcha Bruselas para almacenar temporalmente aceite de oliva para revitalizar el mercado, cree que puede ser una oportunidad para el sector pero sólo para las cooperativas y almazaras grandes. “Una cooperativa pequeña como la nuestra no tiene esa capacidad para almacenar”.

Otras producciones tampoco han ido mucho mejor: en el cereal, los regadíos se han salvado, pero en el secano he perdido más de 50 hectáreas, en las tierras no había ni mala hierba de lo poco que ha llovido“, dice.

Pero no se arrepiente

Sin embargo, y con todos estos sinsabores Eva no se arrepiente aunque no tenga un día de tranquilidad: “No he conocido un empresario con más problemas que nosotros, los tramites que tenemos que llevar a cabo con la administración son una locura, para solicitar una cosa tienes que esperar incluso un año para revisar tu expediente, expediente que seguramente te paralicen. Entre arreglar desastres y presentar los trámites es una lucha diaria”, dice.

Aun así cree que dentro de este sector ha tenido suerte: “Yo al ser la quinta no he tenido que solicitar planes de incorporación. Los jóvenes que tiene que incorporarse a explotaciones nuevas tienen muchas dificultades y es muy costoso. Personas que hayan abandonado otra actividad profesional para dedicarse a esto, conozco muy pocas, son tres o cuatro locos que se han empeñado y que quieren trabajan en este sector”.

A su juicio es una actividad que te da la libertad de estar en el campo pero el trabajo no para en ningún momento. “Nosotros dependiendo del tipo de cultivo, seguimos un estricto calendario de labores que tenemos que cumplir, sobre todo en zona ZEPA como es mi caso. Ahora estamos podando las viñas, el mes pasado estuvimos arando las tierras, los barbechos, los cereales para preparar la siembra de este año. Luego a partir de abril y mayo, dependiendo del tiempo, aplicamos fitosanitarios, pero yo, por ejemplo, en las zonas ZEPA para, por ejemplo, lavar mi semilla lo que utilizo es vinagre”.

Esto conlleva una actividad constante que mantiene la actividad en los pueblos y que comporta mano de obra, además genera negocio en su comunidad: “Todos mis proveedores son locales, toda la gente con la que yo trabajo es de mi comarca y de los pueblos de alrededor, talleres agrícolas, gestoría, la bodega...”.

Soluciones

Eva cree que el sector está harto de reuniones, de propuestas, “necesitamos empezar a trabajar ya”.

Sobre las posibles soluciones, Eva apunta cómo en Francia hay una ley que establece que el precio en origen nunca podrá estar por debajo del precio de producción. “Nosotros somos consciente de que desde que recolectamos hasta que llega al consumidor hay muchas personas y muchos salarios y muchos implicados, pero es que estamos funcionando como hace 40 años. El taller por arreglarme un apero me cobra con el IPC actualizado a 2020 pero a mí las cosas me las pagan como cuando mi abuelo era joven”, asegura.

También cree que debe hacer más consumo de proximidad: “Deberíamos etiquetar nuestros productos con la procedencia de Castilla-La Mancha” y defiende que cada zona valore los productos que se elaboran en su comunidad.

Considera que el mayor problema que tiene en estos momentos el sector es el agua: “Si no se remodelan todas las infraestructuras hídricas vamos a tener un gran problema porque quizá hay agua pero necesitamos repartirla mucho mejor”.

Y mejorar las condiciones del medio rural para que los jóvenes se decanten por venir o quedarse en estos pueblos: “Necesitamos mejorar el acceso de la gente joven, mejorar la fiscalidad, mejorar las condiciones, yo pago igual que un autónomo en Madrid pero tengo menos servicios”, dice.

Finalmente recuerda “cómo mi abuela alucina cuando le digo que para que las ovejas suban al monte de un vecino a comer el pasto tengo que pedir un permiso”, por eso pide más facilidad, “no hagamos las cosas complicadas porque todo es ilógico”.