“Es un proyecto que nace para poner en valor el trabajo de mi padre y el amor a una madre”, así define Piedad Garrido Rubio un proyecto que les ha llevado en tres años de un sueño a poner en el mercado 25.000 botellas de un vino que ha alcanzado premios y buenas puntuaciones entre los gurús del vino a nivel nacional e internacional.
Bodegas Marisol Rubio, que lleva el nombre de su madre que falleció cuando estaban imaginando el proyecto, comercializa el único vino de Pedro Ximénez seco que se hace en Castilla-La Mancha, en una zona más famosa por sus espumosos que por sus vinos tranquilos, Villanueva de Alcardete en Toledo.
Ellos, Piedad y su hermano Jorge, son la quinta generación de agricultores, cogen en testigo de su padre que hace años “se enamoró de la variedad Pedro Ximénez en un viaje al sur de la Península” y se decidió a traerse la variedad a Castilla-La Mancha con la intuición de que el clima de esta zona le iba a ir bien, con los fuertes contrastes entre invierno y verano.
“Mi padre estuvo investigando sobre la variedad y tuvo el atrevimiento y la valentía de traerla a Castilla-La Mancha”, señala Piedad Garrido que también es la responsable técnica de la bodega.
“Cuando se decidió a hacerlo, reestructuró una parte de la bodega, concretamente en principio no llegaba a cinco hectáreas para estas uvas y la gente le decía que era una locura, que nunca nadie había plantado esa variedad, pero él estaba seguro de que eso iba a funcionar. La plantó y cuando empezó dar fruto vio que la calidad de la uva era muy buena”, señala y recuerda que es en ese momento cuando muere su madre con 61 años y “decidimos crear en su honor Bodegas Marisol Rubio y hacer un vino diferente con mucha personalidad, muy atrevido, como era ella y tener la valentía de comercializar vino 100 por 100 Pedro Ximénez en seco”.
Esa primera añada, la de 2018, la lanzan en 2019 sólo con 1.455 botellas y tirando de valentía lo presentan a Rober Parker, considerado uno de los críticos de vino más influyentes del mundo, que le da 90 puntos, “y eso nos animó”.
Ahora, con 25.000 botellas que venden en el mercado nacional y un 30% en el extranjero y tres vinos distintos con variedad Pedro Ximénez, tienen ya puntuaciones importantes como los 93 puntos de Decanter, o los 91 de la Guía Peñín y varios reconocimientos importantes tanto internacionales como nacionales.
Un proyecto atrevido
Piedad Garrido y su hermano junto a su padre Cipriano, son los artífices de un proyecto que “nace del amor y del cariño, con el objetivo que queríamos mi hermano y yo: poner en valor el trabajo como agricultor de mi padre, toda una vida dedicada al campo, primando la calidad, y el amor a una madre, es un proyecto que nace del amor”.
Desde el principio “cuidamos todo mucho, nos fuimos a California, estuvimos estudiando cómo lanzar el proyecto, cómo hacer algo diferente, cómo dar a conocer algo tan distinto”, señala la responsable de esta bodega.
“Lanzamos 1.455 botellas y un solo vino en el 2019 y ahora en la añada 2021, vamos a superar las 25.000, un crecimiento bastante considerable en plena pandemia”, señala.
Actualmente tienen en el mercado tres vinos de la misma variedad vinificados en seco que se diferencia en el proceso de elaboración. “La idea es cubrir tres maridajes distintos y tres tipos de público distintos”, señala Piedad Garrido.
Actualmente tienen ‘Son de Sol’, el último que ha sacado al mercado. Un vino muy joven, para un público también joven, “un vino más fresco, económico, que lo puedes tomar por copas, es un vino fermentando en depósitos de hormigón subterráneos, con toque muy minerales y con un diseño también muy especial. Se llama ‘Son de sol’ por una canción que le gustaba a mi madre”, apunta.
El más conocido es CIPMA I, un nombre que viene de la unión de los nombres de sus padres. “Es el primer vino que sacamos en 2019, un vino que tiene 91 punto en Peñín y es el que más premios tiene. Es un vino superespecial, está fermentado en hormigón subterráneo y una crianza sobre lías con batonnage semanal y un envejecimiento en barricas de Kentucky”, asegura, y señala que los catadores “lo definen como muy elegante, equilibrado, con buena acidez, un post gusto largo, con toque salino. Perfecto para maridarlo con pescados a la brasa, con carnes blancas, con verduras a la parrillas o quesos de pasta blanda mariscos”.
Su segundo vino fue CIPMA II, fermentado en barricas de nuevo uso de Missouri, y con una crianza de seis meses. Este vino presenta gran expresividad en la entrada en boca con un perfil cítrico con toques de pomelo y jengibre, recuerdos de fruta tropical.
Actualmente estos vinos pueden encontrarse en España, en Holanda, Alemania y en Dinamarca y están abriéndose paso en el mercado estadounidense.