Cuenta atrás para la apertura del Centro de Interpretación Paleontológica de Tamajón (Guadalajara). El profesor emérito Manuel Segura, del departamento de Geología, Geografía y Medio Ambiente de la Universidad de Alcalá ha confirmado que el centro podría abrir este verano con una distribución en dos salas bien diferenciadas.
Por un lado, el visitante podrá recrearse en la Sala de Paleontología que mostrará al público los resultados de la investigación en los yacimientos del Cretácico Superior en este municipio, correspondientes a los dos afloramientos en los que se ha centrado los científicos.
En una zona de la sala se dará a conocer lo que se ha encontrado hasta la fecha en lo que fue un medio continental y de transición, junto al mar que entonces bañaba el entorno de este municipio de la Sierra Norte de Guadalajara.
Allí los investigadores han hallado huellas de vertebrados, entre ellas las de unos ejemplares similares a los actuales cocodrilos, también las de un posible dinosaurio terópodo -se ha reconocido la pisada de un pie de un posible dinosaurio bípedo y carnívoro de pequeño tamaño- o de aletas de peces, entre otros.
En otra zona de la sala, representando a la parte 'marina', se darán a conocer los resultados de las investigaciones que sacaron a la luz la presencia de fósiles de amonites, bivalvos, braquiópodos…
Habrá incluso una recreación a escala de cómo fueron esos “extraños cocodrilos”, tal y como los define el profesor Manuel Segura, “a los que estamos dando vueltas porque no son como los actuales” y que vivieron en la zona hace unos 95 millones de años.
La otra parte del Centro de Interpretación estará dedicada a la Arqueología del Paleolítico Superior y las huellas que los primeros humanos dejaron en la zona hace entre 30.000 y 10.000 años.
El yacimiento de Tamajón fue descubierto en los años 80 del pasado siglo por el profesor Manuel Segura que años después comenzó a estudiar en colaboración, entre otros científicos, con el profesor Fernando Barroso-Barcenilla, ambos de la Universidad de Alcalá.
El medio sedimentario en el que quedaron las huellas de sus habitantes de hace millones de años, es un canal en el que entraba el agua del mar durante la marea alta y con ella distintos organismos. Algunos quedaron allí para siempre en forma de fósil.
Las investigaciones son todavía incipientes pero reveladoras, debido al escaso conocimiento científico sobre ese intervalo temporal que existe en Europa.
“Como ocurre en los cayos de Florida, donde también hay muchos cocodrilos, son muy ricos en materia orgánica. Hemos identificado algunas huellas y del análisis de los datos puedan aparecer nuevas cosas”, sostiene Segura. Los cocodrilomorfos convivieron con los dinosaurios que “a veces llegaron a las costas, no sabemos bien por qué, pero sus restos aparecen”.
El precedente de Algora
Fueron otros fósiles encontrados antes en la excavación de Algora- un yacimiento cercano en lo geográfico y en antigüedad- los que convirtieron en verosímil la posibilidad de que en Tamajón también se pudiese hablar de cocodrilomorfos.
A algo más de 70 kilómetros en línea recta, en dirección hacia la hoy A-2 Madrid Barcelona se encuentra el municipio de Algora. En su término municipal y en la zona conocida como la 'Formación Utrillas', un antiguo canal arenoso con influencia mareal (costero), el equipo de investigación también encontró restos de fósiles del Cretácico Superior. Allí vivieron también peces, tortugas y dinosaurios.
Esta zona formaba parte, hace casi 100 millones de años, de los bajíos de la costa donde se acumulaban numerosos sedimentos a escasos metros de la línea del mar. “Hemos encontrado un reptil marino”, confirma el profesor.
Aunque parezca mentira, Tamajón y Algora -hoy en mitad de la Península Ibérica- fueron zonas costeras de la llamada ‘Cuenca Sedimentaria Ibérica’, es decir lo que hoy es la Cordillera Ibérica, que se abría a dos océanos. Por el sureste estaba el mar de Tetis (lo que hoy queda de él es el mar Mediterráneo) y por el noroeste miraba hacia el Atlántico o el Cantábrico.
Durante el Cretácico Superior el nivel del mar estaba unos 120 metros más alto que en la actualidad, explica Manuel Segura, y llegó a comunicar ambos océanos a través de la Cuenca Ibérica. La apertura del Golfo de Vizcaya lo permitió.
Hace 126 millones de años en la Hoz de Beteta
No son los únicos yacimientos que ha caracterizado este equipo de investigación. A unos 120 kilómetros de Algora, casi en línea recta hacia el sureste se encuentra la Hoz de Beteta, uno de los cañones fluviales más espectaculares y bellos de la Serranía de Cuenca, con paredes verticales de hasta 200 metros de desnivel.
Aquí nos vamos todavía más atrás en el tiempo. Hace unos 126 millones de años en este lugar había lagos y llanuras de inundación repletas de peces, anfibios, tortugas, cocodrilos y dinosaurios. Un ecosistema completamente distinto al actual en el que las investigaciones prueban la conexión geográfica que existía en aquel momento entre Eurasia y Norteamérica. El de Beteta corresponde a un momento en el que el mar estaba más bajo y se puede hablar de una depresión que se abría hacia el mar de Tetis.
La aparición de numerosos fósiles de vertebrados e incluso cáscaras de huevos de cocodrilos y aves de hace millones de años, nos sitúan en el Cretácico Inferior, al igual que la presencia de un anquilosaurio, un tipo de dinosaurio no demasiado alto, muy acorazado y cuya cola estaba llena de espinas, como elemento de defensa. Entre otras novedades, “en la última campaña se encontraron unas vértebras que podrían pertenecer a la zona dorsal de un gran dinosaurio adulto. Ahora se estudian ”sus posibilidades“, dice Manuel Segura, pero la investigación se encuentra en una fase inicial para determinar si ”pertenece al grupo de los titanosaurios, grandes saurópodos, cuya presencia en la zona está acreditada“, explica el profesor.
Si embargo matiza: “Aunque llame la atención, la información no está en la gran vértebra de un saurópodo que podamos encontrar, sino en los pequeños fragmentos que nos hablan de otros organismos de tamaño menor”.
Hasta la fecha se han caracterizado tres yacimientos entre la Hoz entre Beteta y Vadillos. “Hablamos de una gran presencia de lagos con aguas parcialmente salobres. Hemos encontrado mucha materia orgánica que en ocasiones deja ver que es vegetal. Los márgenes lacustres eran muy húmedos con vegetación abundante”. Era, en definitiva, “el lugar óptimo para que vivieran estos grandes saurópodos”.
Todos los elementos descubiertos “son piezas que van completando un mosaico que nos da idea de la variedad de organismos que allí vivían”, aunque reconoce que todavía son pocas, sobre todo en vertebrados y que su trabajo es lento y, además, requiere “revisar y revisar” cada hallazgo. En el horizonte, una nueva campaña de excavaciones en los próximos meses.