Blog dedicado a la crítica cinematográfica de películas de hoy y de siempre, de circuitos independientes o comerciales. También elaboramos críticas contrapuestas, homenajes y disecciones de obras emblemáticas del séptimo arte. Bienvenidos al planeta Cinetario.
‘Asesinato en el Orient Express’, de Kenneth Branagh: un misterio que sobrevive a su destino
Hércules Poirot es un tipo raro de ‘moustache’ fanfarrón y brillantes “células grises” que no para de resolver casos, aunque siempre se encuentre camino del retiro. Es “probablemente el mejor detective del mundo”. Ahora, la extravagante criatura concebida por Agatha Christie, regresa a la gran pantalla en auténtico estado de gracia de la mano del realizador y actor Kenneth Branagh. Lo hace para troncharse leyendo a Dickens, mostrar su gula con un exquisito descaro o poner en evidencia la mediocridad de todo primo que se cruce por su camino. Tiene coartada. Ha de resolver el misterio que rodea al asesinato de un gánster muerto, Ratchett (Johnny Depp) en el legendario ferrocarril Orient Express.
Poirot es un personaje singular, con garra, que Branagh interpreta con formidable talento y respeto sin llegar a la caricatura ni al paroxismo de algún que otro antecesor (es fácil acordarse un Albert Finney pasado de rosca en el film homónimo de Sidney Lumet) en la gran pantalla. Sin embargo, esta no es la única baza de la película basada en la novela que la escritora británica escribió en 1934.
Una melancolía discreta, pero opresiva, recorre los vagones de 'Asesinato en el Orient Express'. También una narración inteligente donde el misterio que sobrevuela la trama sobrevive a su destino, a un ‘whodunit’ demasiado célebre. Hasta el punto de que para muchos espectadores la resolución del caso que plantea la película acaba convirtiéndose en una información anecdótica, un ‘MacGuffin’ en toda regla. Porque lo más probable es que la mayor parte de los espectadores conozca el desenlace de una de las obras más leídas y aplaudidas de Agatha Christie. A lo mejor ya subieron al magnífico Orient Express de Sidney Lumet, allá por los años 70, película en la que se dieron cita algunos de los actores más grandes e inolvidables de la historia del cine como la sublime Ingrid Bergman, Lauren Bacall, John Gielgud, Vanessa Redgrave o Sean Connery.
Así que a Branagh y al guionista de la película, Michael Green ('Blade Runner 2049') no les quedó otra que sostener, con mucha astucia, el interés de unos ‘espectadores resabiados’. De este modo, la película ofrece una narración llena de ritmo, en la que el espectador entra sin darse cuenta en el juego de diseccionar la psique de algunos personajes. Resulta estimulante disfrutar de los espejismos que producen las sospechas que se disparan de un punto a otro del ferrocarril. En el trayecto, ayuda y mucho una dirección artística y una ambientación magistrales.
Sin embargo, la película también tiene sus debilidades. Por ejemplo, ciertas prisas a la hora de revelar el móvil del asesinato, quedando a la intemperie demasiado pronto. O la pobre presentación y escaso desarrollo de algunos personajes.
Branagh es un cineasta que no se conforma con una narración clásica de los acontecimientos, sino que busca escenarios, ‘ilusiones ópticas’ o puntos de vista transgresores. Y aunque a algunos esto les parece pretencioso, otros aceptan con gusto sus reglas del juego. Ahí están los espejos que ‘repiten’ a los personajes, quizás mostrando la posible dualidad que esconden; el túnel-paredón donde coloca a los sospechosos para afrontar su veredicto; el vértigo que produce ese picado radical al que nos somete para descubrir el cadáver del gánster Ratchett. O esos paisajes nevados deslumbrantes, que anulan cualquier rastro de humanidad para envolver el crimen y a las criaturas que lo rodean en una dimensión de perturbadora lucidez.
Hércules Poirot es un tipo raro de ‘moustache’ fanfarrón y brillantes “células grises” que no para de resolver casos, aunque siempre se encuentre camino del retiro. Es “probablemente el mejor detective del mundo”. Ahora, la extravagante criatura concebida por Agatha Christie, regresa a la gran pantalla en auténtico estado de gracia de la mano del realizador y actor Kenneth Branagh. Lo hace para troncharse leyendo a Dickens, mostrar su gula con un exquisito descaro o poner en evidencia la mediocridad de todo primo que se cruce por su camino. Tiene coartada. Ha de resolver el misterio que rodea al asesinato de un gánster muerto, Ratchett (Johnny Depp) en el legendario ferrocarril Orient Express.
Poirot es un personaje singular, con garra, que Branagh interpreta con formidable talento y respeto sin llegar a la caricatura ni al paroxismo de algún que otro antecesor (es fácil acordarse un Albert Finney pasado de rosca en el film homónimo de Sidney Lumet) en la gran pantalla. Sin embargo, esta no es la única baza de la película basada en la novela que la escritora británica escribió en 1934.