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Primera Parada: Cambrils (Catalunya)

Cruzar el umbral de este restaurante en Cambrils es meterse de lleno en un santuario del disfrute. Lejos de asistir a un espectáculo, lo que se hace es comer, beber, y ambas cosas muy bien. Mesas llenas (¡cómo se agradece!) que maneja magistralmente Montserrat Costa y su equipo. A pesar de ser un restaurante con estrella Michelin (y dos soles Repsol) su público es eminentemente familiar. No es raro: sus precios son contenidos y sus propuestas culinarias aptas para todos los paladares, exigentes incluidos.

Can Bosch se rinde a la cocina marinera. La carta la invaden los productos del mar, mayoritariamente mediterráneos. En cocina trastean los Bosch, Joan y Arnau, padre e hijo. Ambos siguen haciendo platos de toda la vida. ¡Ese arroz negro! MI paladar me dice que es el mejor que probé y probé muchos. Punto perfecto del grano, intenso sabor a mar, delicado perfume a ajo (sin all-i-oli o digamos que perfectamente integrado) y sin tintar los labios ni los dientes.

El baile de platos, si uno se anima por alguno de sus menús, comienza por una retahíla de aperitivos: tatin de queso cabra, tapioca, sopa de tomate con anchoa y langostino de Cambrils (un platillo fresco y cargado de matices), ensaladilla, crepe de salmón, falso erizo… No hay que dejarse engañar por los nombres: beben de las fuentes de la tradición pero son todos aperitivos elaborados que no dejan indiferente. Optando por un menú, se puede elegir entre el pica-pica (¡a 38 euros un estrella Michelin!) o lanzarse directamente al menú de mar, donde se hace un recorrido por los frutos del cercano Mediterráneo «a pesar de que, con la crisis, ha bajado el número de capturas y de barcos que se dedican a faenar en la costa», según dice Joan Bosch. Crisis mediante, lo cierto es que en Can Bosch te regalan los sentidos con mejillones de roca, almejas, caracoles de mar, suquet de langostinos, cigalas y gambas a la plancha…, y el preciado, preciadísimo arroz negro. Mucha de esta materia prima la compran diariamente en la cercana lonja (a menos de 100 metros de Can Bosch).

En la carta, además de los menús, también conviven platos de corte algo más rompedor como los salmonetes con hummus y chorizo ibérico (un mar y montaña sorprendente que en paladar encandila) o los ravioli de bacalao con trufa de verano y cigalas de Cambrils. Los postres no desmerecen el resto de los platos: son cuidados y con el suficiente toque personal como para encajarlos en los que siempre se ha denominado cocina de autor, una cocina de autor que este año está de aniversario destacado: cumplen treinta años con estrella Michelin. Tanto padre como hijo recurren a la tradición para las bases de sus platos, muchos de ellos heredados de la primera generación Bosch que puso en marcha el restaurante. Con los años, también han entrado las nuevas técnicas. Arnau Bosch, antes de asentarse en el restaurante familiar pasó por distintas cocinas, tanto en España como en el extranjero. Y el padre, Joan, en contra de quedarse estancado también ha sabido dotar de innovación muchos de los platos. Joan Bosch no quiere ni oír hablar de jubilación. «Me queda mucho que dar, pero se agradece tener a Arnau al lado. Con él y con Albert Cambron (el segundo de cocina) formamos un gran equipo».

En sala está Montserrat Costa, esposa de Joan y madre de Arnau, que capitanea un equipo cohesionado y narra los platos con la sapiencia de la persona que se interesa mucho por su trabajo. Completa la labor de Montserrat el sumiller Manel Sobirà, un joven que se trae entre manos el cuidado de casi dos mil referencias de vino. «Queremos reducirlas, ¡es demasiado! Pero seguiremos prestando especial atención al vino», cuenta Manel. Lo cierto es que la atención se nota. Un restaurante con estrella y con soles con vinos a precios ni siquiera moderados, moderadísimos, es una rara avis y ello denota un gran cuidado y atenciónrara avis. ¿Dónde tomar un buen blanco a 12 euros, si no? ¡En Can Bosch!

Cruzar el umbral de este restaurante en Cambrils es meterse de lleno en un santuario del disfrute. Lejos de asistir a un espectáculo, lo que se hace es comer, beber, y ambas cosas muy bien. Mesas llenas (¡cómo se agradece!) que maneja magistralmente Montserrat Costa y su equipo. A pesar de ser un restaurante con estrella Michelin (y dos soles Repsol) su público es eminentemente familiar. No es raro: sus precios son contenidos y sus propuestas culinarias aptas para todos los paladares, exigentes incluidos.

Can Bosch se rinde a la cocina marinera. La carta la invaden los productos del mar, mayoritariamente mediterráneos. En cocina trastean los Bosch, Joan y Arnau, padre e hijo. Ambos siguen haciendo platos de toda la vida. ¡Ese arroz negro! MI paladar me dice que es el mejor que probé y probé muchos. Punto perfecto del grano, intenso sabor a mar, delicado perfume a ajo (sin all-i-oli o digamos que perfectamente integrado) y sin tintar los labios ni los dientes.