Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia
Los humedales ya son una rareza: “Son la señal de alarma de que no vamos a tener más agua”
Se estima que en Castilla-La Mancha hay entre 400 y 500 humedales, pero solo ocho forman parte de la Lista Ramsar en la que se integran las zonas húmedas más importantes del mundo, desde el punto de vista de su interés ecológico y de conservación de la biodiversidad.
La Laguna de Manjavacas, las Lagunas de Alcázar de San Juan (Yeguas y Camino de Villafranca), el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, la Laguna de la Vega o del Pueblo, las Lagunas de Puebla de Beleña, las Lagunas de Ruidera, la Laguna del Prado y la Laguna de El Hito, forman parte del prestigioso grupo internacional.
Cada 2 de febrero se celebra el Día Mundial de los Humedales y resulta que se han convertido casi en “una extrañeza”, teniendo en cuenta “un clima como el de la península ibérica”, con una evapotranspiración potencial que supera con mucho a la precipitación media anual. El profesor de Hidrogeología, Gestión del Agua y Evaluación del Impacto Ambiental en la Universidad de Alcalá (UAH), Antonio Sastre, sostiene que eso “es parte de su valor natural”.
“Desde el punto de vista ambiental son unos de los ecosistemas más productivos y de mayor valor, pero a veces la ciudadanía no lo percibe”, añade Silvia Martínez. Es doctora en Ciencias Ambientales, profesora del Departamento de Geología, Geografía y Medio Ambiente y coordina el Grupo de Investigación en Agua, Clima y Medio Ambiente en esta universidad. Ella incide en la importancia de los servicios que prestan los humedales a los seres humanos que no siempre ha sido bien entendidos.
Por eso han sufrido un proceso de degradación que, en ocasiones, ha provocado su desaparición debido a la intensa actividad humana que los ha ido transformando e incluso ‘colonizando’. “Siempre se ha buscado conseguir territorios húmedos de forma natural para la agricultura y, en menor medida, para otros usos”, dice la investigadora.
Este año, el lema elegido por Naciones Unidas aboga por “revitalizar y restaurar los humedales degradados” porque lo cierto es que no atraviesan por su mejor momento.
Para el hidrogeólogo, en la supervivencia de los humedales “juega un papel fundamental la relación entre el agua superficial y el agua subterránea. Casi todos los humedales en la península ibérica deben su existencia a la descarga de agua subterránea que se produce fuera de los habituales periodos de lluvia”.
En relación con los humedales, hablar de agua subterránea implica hacerlo de flujo de agua ascendente. “No es fácil entender que el agua pueda ir cuesta arriba y ese es uno de los problemas”, lamenta Antonio Sastre. Lo ha sido incluso durante mucho tiempo entre los propios científicos. Muchos no terminaban de verlo. “No fue hasta finales del siglo XX cuando la comunidad científica aceptó lo que veníamos diciendo los hidrogeólogos y algunos ecólogos clarividentes. No aceptarlo antes ha ocasionado el desastre en Doñana o en Las Tablas de Daimiel”.
Sastre recuerda que los humedales “suelen encontrarse en superficies llanas de las que no estamos precisamente sobrados en la península ibérica”. Y eso, asegura, “siempre fue una tentación para la agricultura, especialmente para la de regadío, que dio pie a un intento de desecar sistemáticamente los humedales”.
Una de las excusas, apunta el profesor, fue el paludismo. Durante siglos se ha considerado a los humedales como lugares insalubres y fuente de enfermedades. “Eso ha estado presente en España hasta hace nada. La idea era desecar para que desapareciera la humedad, erradicar al ‘mosquito’ y cultivar. Y lo malo es que esa dinámica continúa en la actualidad”.
La responsabilidad de agricultores y administraciones públicas
En el siglo XXI los estragos del cambio climático avanzan. Lo hacen incluso más rápido de lo previsto por los expertos. “Cada vez llueve menos, pero la tendencia a cultivar todo lo cultivable sigue estando ahí, así que los humedales en general están mal, con excepciones donde se intenta revertir la situación”, sostiene Sastre.
Asegura que parte de la responsabilidad del deterioro de estos espacios naturales “está en algunos sindicatos agrarios cuyo planteamiento no es el que debería. No hay protección del objeto de su actividad sindical y si la hay es del tipo pan para hoy y hambre para mañana”.
A eso se suma, apunta Silvia Martínez, que el sector agrario mira con preocupación a los humedales por su capacidad de atracción para las aves. “Son especialmente atractivos para la avifauna estacional o temporal. Y asociado a ella se produce una merma de las cosechas de las parcelas anejas, hasta el punto de que en ocasiones se han tomado medidas compensatorias por parte de la Administración”. Recientemente el Gobierno de Castilla-La Mancha anunciaba ayudas para los agricultores con cultivos en el entorno de las lagunas de Cuenca y Guadalajara donde las grullas pasan el invierno.
En 2021 el Ejecutivo castellanomanchego inició las tareas de revisión de su Plan de Conservación de los Humedales. Está un tanto obsoleto porque tiene 20 años. En febrero de 2022 se anunció una inversión de 11 millones de euros para su restauración ecológica.
No se fomenta la investigación que permita conocer mejor la relación entre las aguas superficiales y las subterráneas que son el leitmotiv de los humedales
“Estos planes se promulgan para proteger y mejorar el estado de los humedales, pero si quiere que le sea sincera, no creo que se haya avanzado demasiado. No hay cambios significativos”. El ejemplo más claro, dice Silvia Martínez, son Las Tablas de Daimiel. “No hay voluntad real porque continúa la explotación de los recursos hídricos de los acuíferos de la llanura manchega donde las descargas de las aguas subterráneas son fundamentales para mantener el humedal”. Es más, asegura la científica, “se siguen explotando las aguas subterráneas en el pre-parque como en el propio parque nacional, donde se extrae el agua del acuífero para mantener las propias láminas de agua”.
Silvia Martínez reconoce tener “una espinita clavada” porque “siempre se habla de la riqueza de fauna y flora asociada al humedal, pero no del agua en sí que es lo que importa. A veces los planes de gestión se hacen de espaldas al agua como tal y no se implementan políticas realistas para proteger las láminas de agua”. Es decir, “frecuentemente, no se fomenta la investigación que permita conocer mejor la relación entre las aguas superficiales y las subterráneas” que, recuerda, “es el leitmotiv de la existencia de los humedales”.
Los que mandan en general le tienen mucho miedo al sector agrario. Y las confederaciones hidrográficas acaban poniéndose de perfil
“Es un drama”, añade Antonio Sastre, al recordar que las confederaciones hidrográficas son responsables del agua y los gobiernos autonómicos de la conservación de la naturaleza. “Es el nudo gordiano porque los que mandan, en general, le tienen mucho miedo al sector agrario. Y las confederaciones al final se acaban poniendo de perfil” y pone como ejemplos claros los de Doñana o Las Tablas de Daimiel.
“Doñana este año se ha secado como no había ocurrido antes y en Daimiel el bombeo sistemático y sin control de agua ha llevado a una sobreexplotación que es difícil de revertir cuando detrás está la idea de legalizar pozos que son genuinamente ilegales”.
Silvia Martínez subraya que “han sido actuaciones ilegales, pero consentidas incluso cuando el acuífero de La Mancha Occidental ya había sido declarado sobreexplotado y con un Plan Especial del Alto Guadiana sufragado con fondos europeos”.
A eso se suma, incide Sastre, “la falta de visión en lo que tiene que ver con la reforestación. Nadie puede negar que es útil pero casi nunca se piensa en que esos árboles consumen agua y eso implica disminuir el flujo de base que mantiene los humedales. Ha habido un déficit de conocimiento y de actuación importante”.
“No vamos a tener más agua salvo que caiga un meteorito de hielo”
Los científicos son tajantes. El agua es un recurso cada vez más escaso y lo dice la propia situación de los humedales. “Siempre han actuado como una señal de alarma. No vamos a tener más salvo que nos caiga un gran meteorito de hielo”, ironiza Antonio Sastre. Hay que ahorrar. Por ejemplo, incrementando la reutilización de aguas residuales convenientemente tratadas. “Llama la atención que no se haya acometido antes, aunque es verdad que el Ayuntamiento de Madrid empezó a hacerlo a principios de los años 2000 para regar jardines como El Retiro”, comenta Antonio Sastre, quien sin embargo afea que “eso no se acompañase de un plan de seguimiento sobre lo que ocurre al regar con aguas regeneradas”.
También cita la modernización de los sistemas de riego, pero advierte: “Está muy bien hacerlo siempre que eso no se use para ampliar la superficie de regadío. Ahí es importante la intervención de los gobiernos regionales y de las confederaciones hidrográficas”.
“Ahí tenemos el caso del Mar Menor que no deja de ser un humedal, una laguna salada costera, la mayor de toda Europa y una joya que ha perdido el brillo”, apunta Silvia Martínez, “por la desaforada actividad agraria de regadío desarrollada en el Campo de Cartagena, un territorio que hasta no hace mucho era de secano”. Recuerda que “la cuenca alta del Tajo está a punto de pasar a considerarse zona semi-árida y, sin embargo, se continúa enviando agua para sostener estos regadíos ambientalmente insostenibles”.
El grupo Agua, Clima y Medio Ambiente de la Universidad de Alcalá participa en el proyecto ‘Guardianes del Tajo’ para convertir uno de los tres embalses que abastecen la ciudad de Toledo en “santuario del agua” y generar interés ciudadano por el agua como patrimonio natural de todos.
Además, trabajan en un modelo de simulación hidrológica para cuantificar en qué medida se van a ver afectados los recursos hídricos de la cuenca del río Guajaraz a medio y largo plazo, debido al cambio climático.
Ruta el 4 de febrero en Toledo abierta a la ciudadanía
Por eso, para el día 4 de febrero está prevista una ruta abierta a la ciudadanía interesada para para realizar una gira de reconocimiento ambiental por la cuenca de este río, en la provincia de Toledo, en la que se han reconocido humedales interesantes a pesar del régimen de precipitaciones tan escaso imperante en la misma. “Es un humedal artificial pero también una masa de agua singular, con manifestaciones interesantes sobre cómo la naturaleza coloniza estos parajes”, apunta Sastre.
Después visitarán la localidad de Layos. “Hemos detectado en las aguas subterráneas de la zona una salinidad muy elevada para el tipo de roquedo allí existente, fenómeno que es objeto de debate científico”. Pasarán por otro humedal en el municipio de Pulgar, para terminar en Ventas con Peña Aguilera, reconociendo otro humedal “en un sustrato que no correspondería con un flujo de agua subterránea pero que ahí está y con una cohorte de vegetación muy interesante que hay que conocer para conservar”.
Ya por la tarde la visita llegará al complejo arqueológico de Melque, en San Martín de Montalbán donde, además de la interesante ermita prerrománica, se reconocerán los restos de cinco antiguas presas romanas. El número de plazas es limitado y las personas interesadas en participar pueden inscribirse a través de la web de la Universidad de Alcalá.
Se estima que en Castilla-La Mancha hay entre 400 y 500 humedales, pero solo ocho forman parte de la Lista Ramsar en la que se integran las zonas húmedas más importantes del mundo, desde el punto de vista de su interés ecológico y de conservación de la biodiversidad.
La Laguna de Manjavacas, las Lagunas de Alcázar de San Juan (Yeguas y Camino de Villafranca), el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, la Laguna de la Vega o del Pueblo, las Lagunas de Puebla de Beleña, las Lagunas de Ruidera, la Laguna del Prado y la Laguna de El Hito, forman parte del prestigioso grupo internacional.