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La generación 'sándwich': no he dejado de criar a mis hijos y tengo que cuidar de mis padres

Susana Blázquez Muñoz - Socióloga y antropóloga

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La edad fértil de las mujeres, biológicamente hablando, se extiende desde la menarquía hasta la menopausia. Este periodo suele durar aproximadamente de 30 a 35 años, siendo el intervalo más productivo entre los 18 y los 35 años. Sin embargo, nuestro comportamiento social, en los últimos 40 años, está postergando cada vez más la edad de acceso a la maternidad primeriza.

Si sigo incorporando datos: en 1975, la edad media de la maternidad primeriza era en España a los 25 años, hoy en día la edad media a la que se es madre por primera vez ha ascendido en 7 años más, situándose en los 32 años. Y en uno de cada 10 casos de los nacimientos registrados, la madre es mayor de 40 años. Algún detalle cuantitativo más: en 1975 en España las mujeres tenían 2,8 hijos por mujer, en 2024 el número medio de hijos por mujer se sitúa en 1,1 hijos.

Algunos factores que explican cómo nuestro comportamiento social ha ido cambiando y desafiando a nuestra biología (por eso que dicen que la naturaleza es sabia) se remonta a los años 80, cuando la tasa de fecundidad en España comienza a disminuir, como consecuencia de cambios sociales, políticos y económicos que afectan a los derechos conseguidos y expectativas que la sociedad esperaba de las mujeres: su incorporación al mundo laboral, cambios en los estilos de vida, mejora de sus cualificaciones y habilidades profesionales como consecuencia directa de fomentar y promover una educación igualitaria entre hombres y mujeres.

A ello se ha ido sumando el postergar la maternidad hasta conseguir la estabilidad laboral, el acceso a una vivienda, y/o simplemente, cambio de valores sobre la maternidad, que es concebida, para algunas personas como una carga para el desarrollo socioprofesional; además de otros factores económicos como es el encarecimiento de la vida, o la incompatibilidad de la maternidad con el ámbito laboral, a falta de un sistema que garantice una conciliación real.

Hay que considerar que la etapa de la adultez según el ciclo vital se sitúa entre los 27 y los 59 años. Y las exigencias o expectativas que la sociedad espera de este grupo de edad son de lo más rigurosas, ya que se puede decir que es en la adultez donde las personas asumimos mayores responsabilidades: las laborales o de mantenimiento productivo, pero también reproductivo de la sociedad, mediante crianza y educación de menores, pero también el cuidado de nuestros mayores, además de las exigencias de integración y compromiso social.

En la actualidad, la adultez está compuesta por tres generaciones: primero, la de los baby boomers, que tienen entre los 70 y los 55 años, cuyo nivel económico les sitúa en la clase media en el 70% de los casos, donde la mayor parte de las mujeres se dedicaron a los trabajos reproductivos, y que en algún caso siguen asumiendo el cuidado de nietos, hijos y/o padres, dependiendo de las circunstancias personales. Por otra parte, encontramos la generación X, hijos de los baby boomers, y que en la actualidad tienen entre 40 y 56 años, que sufrieron recesiones económicas y que postergaron su emancipación. Las mujeres de esta generación, por primera vez, se posicionaron educativamente por encima de los hombres, y su tasa de fecundidad disminuyó hasta no conseguir el remplazo poblacional. Y por último, los milenials, que tienen entre 25 y 39 años, hijos de las dos generaciones anteriores: nómadas digitales, de economía precaria, lo que ha dificultado notoriamente su emancipación y que tienen el índice de fecundidad más bajo de los últimos 40 años.

“Atrapadas entre dos responsabilidades”

Son estas tres generaciones las que configuran la denominada generación 'sándwich': personas que se encuentran atrapadas entre dos responsabilidades significativas e imprescindibles para el sostenimiento de la labor reproductiva de la sociedad: cuidar a sus progenitores y atender las necesidades de sus propios hijos, enfrentándose a desafíos como la presión y responsabilidad de los cuidados, y que, según los datos presentados, irá abarcando a mayor número de generaciones, pues la diferencia etaria entre padres e hijos, va en aumento.

Esta generación afronta diversas problemáticas:

1.   Cambios demográficos y familiares: A medida que más personas viven hasta edades avanzadas, y el acceso a la maternidad es más tardía, la necesidad de cuidados aumenta, colocando a una mayor cantidad de individuos en la posición de tener que equilibrar el cuidado de sus padres mayores con la crianza de sus hijos.

2.   Presión económica y emocional: afronta una carga significativa tanto económica como emocional. Muchas de estas personas se encuentran en la fase media de sus carreras profesionales, lo que significa que están lidiando con la presión de mantener empleos estables y avanzar en sus carreras, al mismo tiempo que deben hacer encaje de bolillos con las demandas del cuidado familiar.

3.   Impacto en su salud y bienestar: la responsabilidad de cuidar tanto de los padres como de los hijos tiene gran impacto en la salud y el bienestar. La falta de tiempo para el autocuidado, el estrés crónico y la falta de apoyo pueden contribuir al agotamiento físico y emocional. Hasta el punto de experimentar sentimientos de culpa o conflicto interno al tener que priorizar las necesidades de una generación sobre la otra.

4.   Cambios en las estructuras familiares: esta generación está transformando las estructuras familiares y las dinámicas intergeneracionales. Los roles tradicionales de género están cambiando a medida que tanto hombres como mujeres asumen responsabilidades de cuidado. Aunque también, las relaciones familiares pueden verse afectadas por tensiones relacionadas con la distribución desigual de la carga de cuidados y las expectativas sociales sobre el papel de los familiares en el cuidado de nuestros mayores.

Esta generación representa un fenómeno sociológico muy complejo que refleja los cambios demográficos, familiares y sociales de la actualidad. Si bien el cuidado intergeneracional puede ser reconfortante, también plantea retos significativos que requieren respuestas a nivel político, social y comunitario. Es urgente que se implementen más políticas de apoyo que reconozcan y aborden las necesidades únicas de esta generación, asegurando así su bienestar y el de las personas a las que cuidan.

Estas problemáticas a las que se enfrentan las generaciones de la adultez, en nuestro país, pueden ser una pista para comprender el termómetro de la salud mental en España. Porque detrás de las reivindicaciones de conciliación y de reducción de jornada laboral a 37,5 horas/semanales, hay personas cuidadoras. ¿Para cuándo una sociedad que ponga los cuidados en el centro?

La edad fértil de las mujeres, biológicamente hablando, se extiende desde la menarquía hasta la menopausia. Este periodo suele durar aproximadamente de 30 a 35 años, siendo el intervalo más productivo entre los 18 y los 35 años. Sin embargo, nuestro comportamiento social, en los últimos 40 años, está postergando cada vez más la edad de acceso a la maternidad primeriza.

Si sigo incorporando datos: en 1975, la edad media de la maternidad primeriza era en España a los 25 años, hoy en día la edad media a la que se es madre por primera vez ha ascendido en 7 años más, situándose en los 32 años. Y en uno de cada 10 casos de los nacimientos registrados, la madre es mayor de 40 años. Algún detalle cuantitativo más: en 1975 en España las mujeres tenían 2,8 hijos por mujer, en 2024 el número medio de hijos por mujer se sitúa en 1,1 hijos.