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El infierno tiene más diablos cada día

Alberto Yébenes - Politólogo y técnico de Estudio y Proyectos

15 de enero de 2024 10:44 h

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Hasta el último momento en que he estado trabajando este texto, su título ha estado formulado como pregunta. Pero tras darle algunas vueltas, no lo he considerado conveniente, pues no pretendo dar respuestas sino (parafraseando a la ministra de Trabajo) presentar datos para que (parafraseando a la periodista Ana Pastor) suyas sean las conclusiones. 

Tampoco vengo de forma inocente. Espero que se disculpe la ironía, pues la clara intención es derribar un discurso dominante que, a poco que se observe con atención, cuanto menos se tambalea: el de la supuesta “libertad”, como ese fetiche de la presidenta de la comunidad autónoma vecina. Isabel Díaz Ayuso lleva desde la desescalada de la pandemia manoseando y prostituyendo uno de los conceptos que deberían ser una máxima para el ser humano. Estamos asistiendo a una reedición de los principios de propaganda de Goebbels, adaptados a las formas de comunicación de las redes sociales y los lenguajes del siglo XXI. No son más que eslóganes y memes, algo que repetir y que pasar a los afines por WhatsApp, generando sonrisas y causando adeptos. Como en la Alemania de la década de 1930, está claro que la fórmula funciona.

Empiezo hablando de Madrid, pero como ya mencioné en la anterior entrada que hice en este blog, no como ciudad ni como autonomía, sino como el ente económico, geográfico y urbanístico que es y que lleva al menos dos décadas sobrepasando sus fronteras. Por si alguien no tiene fresca la geografía, la comunidad autónoma uniprovincial de Madrid está encerrada entre las dos castillas. Al norte y al oeste limita con las provincias de Ávila y Segovia, de Castilla y León. Con Castilla-La Mancha, las fronteras las hacen principalmente Guadalajara al este y Toledo al sur, con una línea más corta entre ambas en la que limita con Cuenca.

Repasada la geografía política y antes de presentar otros datos, te invito, si has tenido la ocasión de atravesar la Comunidad de Madrid hacia Castilla y León, a hacer un poco de memoria. Doy por sentado que el cruce de Castilla-La Mancha a Madrid ha sido realizado por la totalidad de quienes estáis leyendo. Centrándonos en las dos autovías que conectan la capital nacional con las capitales provinciales limítrofes, es decir, la A-2 con Guadalajara, la A-42 con Toledo y la A-6 con las castellanoleonesas, ¿qué diferencias se observan? Es evidente que los paisajes son totalmente diferentes. Y no. No me refiero a las cuestiones naturales, sino al paisaje urbanístico y humano. 

En los márgenes de la Autovía del Noroeste (A-2) y la de Toledo se observan largos trayectos de grandes superficies, empresas y fábricas de todo tipo, a lo largo de decenas de kilómetros, llegado hasta la capital alcarreña y por toda La Sagra. En el transcurso por la autovía del noreste, contiene en sus primeros kilómetros algunas empresas de mayor valor añadido y de bienes y servicios más complejos, muy cercanas a la capital. Después se pasa a zonas residenciales, más bien de clases altas o acomodadas. Desde luego el apogeo empresarial y poblacional no supera el túnel de Guadarrama. 

¿Cómo puede ser que siendo acusada la Castilla-La Mancha de Page de ser un infierno fiscal, de ahogar a autónomos y empresarios, de freír a impuestos injustos como el de sucesiones a sus ciudadanos y estar en contra de la libertad y la creación de empresas y empleo; el desbordamiento de Madrid sea hacia Toledo y Guadalajara y no hacia Ávila y Segovia? En Castilla y León, además, gobierna el Partido Popular de forma ininterrumpida, y prácticamente siempre con mayoría absoluta, desde 1987. Antes de que los conservadores llegasen al gobierno autonómico de Madrid, donde lo lograron dos legislaturas más tarde (1995). Las políticas liberales, llevarían por tanto más tiempo implementándose en esa comunidad. Sin embargo, en la región y, en concreto, en estas provincias castellanoleonesas la población viene disminuyendo desde que empezó este siglo.

 Para no quedarnos con la visión subjetiva del viaje por carretera, acudamos al Padrón Continuo del INE. Entre 2000 y 2022 Castilla y León ha perdido el 4,1% de su población, mientras que el infierno fiscal de la meseta sur aumentaba sus “diablos” con un 15,5% de castellanomanchegos más. Esto supone casi un punto más del crecimiento nacional, que se situó en 14,7%.

 Por provincias, en las dos décadas señaladas, sólo una decrece: Ávila tiene um 4,3% menos de habitantes que al finalizar el pasado siglo. Aunque Segovia crece, lo hace en sólo un 4,7%. Sin embargo, en lado en el que gobiernan “los amigos de los bilduetarras” hay un 26% de toledanos más y un 38,3% de guadalajareños a pesar de los males de las políticas de la izquierda. Así, Illescas, Seseña o Azuqueca vienen marcando récords en su población en el censo de cada año.  

Pero no es sólo la población la que se mueve. El desbordamiento de Madrid trae también tejido productivo y empresarial, que a pesar de las condiciones liberticidas que impone lo que debe ser el “Pagismo” (que esto de adjetivar gusta mucho a la oposición) se instalan en Castilla-La Mancha y no en Castilla y León. Hay que tener en cuenta que con la salvedad del gobierno de Cospedal (2011-2015) la región sólo ha conocido gobiernos (y políticas) socialistas.

Siguiendo con la comparativa de las provincias, aunque en Segovia han aumentado las empresas, lo han hecho en sólo un 6,2%, muy alejado del 19,1% de la media nacional. Esto se desgaja de los datos del Directorio Central de Empresas (DIRCE) según su número total los años 2000 y 2022. En ese periodo, la provincia abulense perdía el 2,4% de su tejido productivo. Las provincias castellanomanchegas en las que desborda Madrid están muy por encima de la media. En Toledo son un 24,2% más que en 2000, llegándose a crear cerca de 14.000 empresas. En el caso de la provincia de Guadalajara, el dato es aún superior, con un 33,8% de empresas más en lo que va de siglo.

Evidentemente, son muchas las razones por las que ocurre este fenómeno. Pero los datos demuestran, por más que cacareen lo contrario, que las razones son muchas para elegir donde vivir o ubicar un negocio o empresa. Desde luego, la carga impositiva no tendría el peso exagerado que la derecha pretende poner como la causa de todos los males. Quizá, por el contrario, el disponer de una mayor inversión pública, por ejemplo, en infraestructuras, sea un factor más determinante para atraer población y riqueza.

Hasta el último momento en que he estado trabajando este texto, su título ha estado formulado como pregunta. Pero tras darle algunas vueltas, no lo he considerado conveniente, pues no pretendo dar respuestas sino (parafraseando a la ministra de Trabajo) presentar datos para que (parafraseando a la periodista Ana Pastor) suyas sean las conclusiones. 

Tampoco vengo de forma inocente. Espero que se disculpe la ironía, pues la clara intención es derribar un discurso dominante que, a poco que se observe con atención, cuanto menos se tambalea: el de la supuesta “libertad”, como ese fetiche de la presidenta de la comunidad autónoma vecina. Isabel Díaz Ayuso lleva desde la desescalada de la pandemia manoseando y prostituyendo uno de los conceptos que deberían ser una máxima para el ser humano. Estamos asistiendo a una reedición de los principios de propaganda de Goebbels, adaptados a las formas de comunicación de las redes sociales y los lenguajes del siglo XXI. No son más que eslóganes y memes, algo que repetir y que pasar a los afines por WhatsApp, generando sonrisas y causando adeptos. Como en la Alemania de la década de 1930, está claro que la fórmula funciona.