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Enrique Riaza, el desconocido presidente de la Diputación de Guadalajara fusilado por el franquismo

Enrique Riaza Martínez (Brihuega, 1890- Guadalajara, 1940) fue presidente de la Diputación de Guadalajara durante dos periodos de la II República Española, entre abril de 1931 y febrero de 1934 (con Acción Republicana) y desde febrero de 1936 a enero de 1937 (con el Frente Popular).

Veterinario de profesión, militante de Izquierda Republicana, de la que llegó a presidir su Comité Provincial, y director del semanario provincial ‘Abril’, fue fusilado el 20 de mayo de 1940, a los 49 años de edad.

Su familia ha querido ahora recuperar la memoria de un hombre al que su nieto Enrique Riaza Tomás describe como “un buenazo, una persona cariñosa, de izquierdas pero muy religioso y al que acudió mucha gente tanto de derechas como de izquierdas buscando ayuda”.

Enrique Riaza Martínez se casó con la también briocense Amparo Sáiz Ortega, con la que tuvo cuatro hijos. Según la biografía publicada por el profesor Juan Pablo Calero, se había formado en la Escuela Superior de Veterinaria de Madrid, para ejercer primero en Ledanca y después en Brihuega, donde fue inspector veterinario municipal. Esa misma profesión la ejerció su hermano menor Esteban, profesor de Histología en la Escuela Superior de Veterinaria de Madrid e inspector del Matadero madrileño durante la Segunda República, y también su hijo Enrique Riaza Sáiz.

Su salto a la política se produce en 1931. Las elecciones municipales celebradas el día 12 de abril  tuvieron como consecuencia  el abandono de Alfonso XIII del país y la proclamación de la Segunda República en España.

Financió carreteras, colegios y la primera biblioteca pública

En Guadalajara, el día 27 de abril se formó una Comisión Gestora de la Diputación Provincial de Guadalajara presidida por Enrique Riaza Martínez en representación de Acción Republicana (el partido de Manuel Azaña). Había sido elegido diputado por Brihuega y tuvo como vicepresidente al socialista Miguel Bargalló, diputado por Guadalajara.

Su nieto destaca que bajo su mandato se construyeron carreteras, colegios y hasta se creo la primera biblioteca pública de la provincia, en 1932, en la localidad de Budia, según recoge el libro Budia, la historia silenciada, de Óscar de Marcos.

El puesto de presidente de la Diputación lo ocuparía hasta el 5 de febrero de 1934, cuando fue cesado por el nuevo gobierno radical-cedista de Lerroux y Gil Robles salido de las elecciones de noviembre de 1933. Al frente de la Corporación provincial fue sustituido por Eliseo Sanchís Carañana, que había sido alcalde de Humanes durante la Dictadura de Primo de Rivera y que militaba en la CEDA al que acompañaba en la Vicepresidencia Vicente Madrigal Justel, que tenía una tienda de telas en una esquina de la plaza Mayor de Guadalajara. 

El semanario ‘Abril’

Durante los meses en los que no pudo ejercer su labor política desde la Diputación, escribe Calero, “no sólo no abandonó la política provincial sino que redobló su activismo”. Lo hizo a través del semanario republicano 'Abril' que apareció el  1 de mayo de 1935. Entre sus plumas había militantes de todos los partidos que más adelante formaron el Frente Popular.

Con la victoria de este partido en las elecciones de 1936, el nuevo gobierno republicano repuso en sus cargos a todos los alcaldes y concejales cesados en 1934, y así fue como Enrique Riaza volvió a presidir la Diputación Provincial desde el 27 de febrero de 1936, relata el profesor Calero. 

Meses más tarde, el 6 de diciembre de ese mismo año, la Legión Cóndor alemana bombardeó y destruyó casi por completo el Palacio del Infantado. Eran los primeros compases de la guerra civil española. “Mi abuelo y el chófer se acercaron al Infantado a rescatar los cuadros que escondieron en el sótano de la Diputación”, explica su nieto Enrique.

Paradójicamente, en uno de esos aviones que bombardearon Guadalajara iba el suegro de Enrique Riaza. “Mientras mi abuelo sufrió el bombardeo, mi suegro Antonio Robledo, que entonces tenía 22 años, fue tripulante de los Junkers de la Legión Cóndor. Los tres primeros aviones, tripulados por españoles eran los que recibían la metralla (los llamados Pedros) mientras los alemanes bombardeaban”.  

La provincia de Guadalajara fue frente de guerra, partida en dos y con ella sus habitantes, a veces incluso había familias a uno y otro lado de las trincheras. Fue un tiempo en el que, cuenta, “mucha gente de los pueblos acudía a él para que les guardase objetos religiosos en los sótanos de la Diputación. Al ser veterinario había trabajado en muchos sitios y la gente confiaba en él”, explica su nieto Enrique. Esos favores no le serían devueltos por la gente a la que ayudó cuando fue encarcelado y posteriormente asesinado, lamenta su nieto.

Precisamente, del patrimonio que muchas instituciones o personas a título particular trataron de salvar de los estragos de la guerra habla Francisco García Martín, investigador y experto en gestión del patrimonio en su libro El patrimonio artístico durante la Guerra Civil en la provincia de Guadalajara. “El edificio de la Diputación Provincial se había convertido desde los primeros días en un depósito de obras de arte llevadas allí desde la ciudad y, sobre todo, de los pueblos”, según recoge.

Riaza se mantuvo al frente de la Diputación hasta enero de 1937 para ser sustituido por Gregorio Tobajas, (fue sacerdote hasta 1932), que también fue gobernador civil y un conocido dirigente de la UGT de Guadalajara.

Una vez terminada la Guerra Civil, el 1 de abril de 1939 Enrique Riaza fue detenido, encausado y encarcelado 6 de mayo en la prisión de Guadalajara. El Archivo Histórico Provincial conserva el expediente del recluso y entre la documentación hay una notificación del Consejo de Guerra, que lleva en el margen inferior izquierdo la firma autógrafa de Riaza bajo la leyenda ‘Enterados’ fechada por error en el año 1936. “Realmente es de 1939 como se puede apreciar en la datación de la parte mecanografiada del documento. No tendría sentido por la cronología de los acontecimientos”, aclaran desde el Archivo.

 

Enrique Riaza Martínez fue condenado a 30 años de prisión, pero su nieto sostiene que “el alcalde franquista en Brihuega Manuel Leal Vargas y el propio conde de Romanones (entre otros), lograron que fuera fusilado”.

“Me ha costado seis viajes al gobernador, pero al final lo he conseguido”, cuenta que le dijo el alcalde a su abuela Amparo. Así ocurrió el 20 de mayo de 1940 en las tapias del cementerio de Guadalajara, donde fue enterrado.

“Mi padre se fue al cementerio, con 15 años, a comprar una tumba y le enterró”. Era católico pero el franquismo prohibió que los fusilados fueran enterrados en la zona católica del camposanto. “A los que no tenían tumba les echaron a fosas comunes. Mi abuelo fue enterrado junto al último alcalde republicano de Guadalajara, el socialista Facundo Abad”.

¿Qué fue de la familia?

Durante la guerra civil, uno de los hijos de Riaza fue enviado al pueblo alicantino de Crevillente a una colonia en la que recaló un grupo de niños refugiados procedentes de Guadalajara. Su mujer y los otros hijos se marcharon a Budia, a unos kilómetros de Brihuega, punto neurálgico de la contienda entre 1936 y 1939.

Con el fin de la contienda y la derrota del bloque republicano “su viuda Amparo y sus hijos vivieron en la penuria durante la posguerra, porque, no solo les quitaron la vida de su padre sino la mayor parte del dinero republicano que tenían. Les dijeron que era para la reconstrucción de la nueva España”, según cuenta su nieto que también lleva el nombre de Enrique Riaza.

“Les robaron hasta los caballos y mulas que habían dejado a buen recaudo en una finca del conde de Romanones”, explica. Y es que el hermano de su abuelo paterno había sido contable y recaudador de la finca de Romanones hasta que murió en 1937 de una úlcera.

“También les quitaron todas las telas del comercio de mi abuela en Brihuega y que el alcalde franquista usaba para estrenar traje nuevo cada Domingo de Ramos”, relata Enrique Riaza, quien recuerda que su padre “solicitó la pensión de viudedad para mi abuela y la de orfandad para los hijos y se rieron en su cara”, cuenta no sin amargura.

Se vieron obligados a abandonar la casa familiar de Brihuega por la “persecución” en el pueblo. “Eran frecuentes los cortes de pelo y el aceite de ricino”. Se marcharon primero a Guadalajara y después a Madrid, junto a su tío Esteban Riaza que, aunque fue depurado en el Ayuntamiento de Madrid y perdió su cargo de inspector, siguió ejerciendo de profesor en la Escuela de Veterinaria de Madrid.

A Enrique Riaza le sucedería al frente de la Diputación de Guadalajara el socialista Gregorio Tobajas entre marzo de 1938 y febrero de 1939. Afiliado a la UGT fue uno de los fundadores de la Federación Provincial del PSOE, en 1937, de la que fue su primer secretario general. Corrió la misma suerte que su predecesor en el cargo: fue fusilado en la madrugada del 3 de mayo de 1940.