En este paisaje confluyen intensas contradicciones. De un lado, los molinos de viento, signo de progreso y modernidad. Del otro, los muros de una civilización perdida que hace mil años cultivó esta tierra en medio de un tiempo convulso; el Al-Andalus cambiante y peligroso.
Cuando el Califato de Córdoba se descomponía y surgían las Taifas, los pequeños reinos en continua confrontación. En este valle de Higueruela (Albacete), un equipo de arqueólogos ha comenzado a investigar el modo de vida de aquellas comunidades rurales que sobrevivían aquí en el siglo XI. Un legado único y muy desconocido hasta ahora.
Esta semana termina la primera campaña de la excavación ‘Alquerías 2020’ que se inició el 15 de septiembre en un paraje llamado La Graja.
Durante estas semanas se ha trabajado en dos de las decenas de viviendas que aún se esconden bajo la tierra. Hasta llegar a esta fase de la investigación se han sucedido muchos instantes. De hecho, el yacimiento se conoce desde 1899, cuando el maestro de Bonete y descubridor de la cueva prehistórica de La Vieja, en Alpera, Pascual Serrano, enseña este territorio a dos arqueólogos franceses. Son Pierre París, conocido por haber comprado la Dama de Elche para el Museo del Louvre y Pierre Waltz. Este último publica un artículo en Burdeos y cataloga como íbero el yacimiento y este lugar pasa a dormir el sueño de los justos durante más de un siglo.
Es en 2005 cuando José Luis Simón, doctor en Historia por la Universidad de Alicante, se percata de la importancia de este lugar y plantea la hipótesis de que es una aldea o alquería islámica. Durante más de 20 años, el arqueólogo almanseño ha catalogado castillos, torres, abrigos y cuevas de la Edad Media en Albacete. Desde los edificios militares hasta los refugios de los pastores trashumantes, un poblamiento más abundante de lo que se creía.
Tras la publicación de diversos artículos en revistas científicas, Simón decide investigar a fondo la vida de los campesinos rurales de Al-Andalus.
Como explica, para el elDiarioclm.es, Pedro Jiménez, codirector del proyecto y técnico superior de la Escuela de Estudios Árabes de Granada del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, “es un momento en el tiempo en que se crean las grandes huertas urbanas como Valencia, Elche, Orihuela o Murcia. Todo esto coincide con un periodo que, en la Europa occidental, se le llamó la revolución económica y en Al-Andalus esto no se había tomado en consideración, nos dimos cuenta que estos fenómenos, con sus particularidades, se daban también aquí”.
El equipo, formado por ocho licenciados en Historia, procedentes de Granada, Alicante, Valencia y Albacete, tras mover kilos y kilos de arena y piedras, ha conseguido alcanzar el suelo de las casas que habitaron los agricultores y ganaderos de esta zona hace mil años.
La graduada de la Universidad de Granada, Isabel María Valencia, cuenta que es difícil explicar la emoción que se siente cuando se descubre algo tan relevante como la cocina. “Noté como cambiaba la morfología de la tierra y limpiando salió madera y cerámica quemada y supimos que habíamos encontrado el hogar de la casa”, comenta.
Nadie lo hubiera pensado debajo del montón de piedras. El investigador de la Universidad de Alicante y codirector de Alquerías 2020, José María Moreno, relata la sorpresa de mucha gente, sobre todo los que han trabajado aquí como agricultores o ganaderos, “habían pasado, habían visto las líneas, pero nunca habían entendido de que trataban estas ruinas”.
Un pasado con mucho futuro
Esto solo es el principio. Todos los registros que van apareciendo se documentan de la forma más rigurosa y este otoño serán analizados en los laboratorios universitarios.
Una excavación arqueológica es un proceso muy complicado donde se necesita un gran trabajo previo y una exhaustiva labor posterior. Por este motivo, la investigación histórica necesita un apoyo decidido de las administraciones públicas. Porque además “el conocimiento sirve para el desarrollo de los pueblos y la economía local”. Así se expresa Antonio Selva, director del Instituto de Estudios Albacetenses ‘Don Juan Manuel’.
Esta institución, dependiente de la Diputación Provincial de Albacete, aporta 10.000 euros para que este proyecto sea una realidad. El Ayuntamiento de Higueruela también ha realizado una aportación económica y lo que es más importante, sus vecinos han mostrado un gran interés en los trabajos arqueológicos en el municipio.
A las jornadas de puertas abiertas que se realizaron hace unos días, acudieron más de 200 personas y hubieran sido muchas más si no existieran las restricciones de seguridad por culpa de la pandemia de COVID-19.
Esta colaboración entre el IEA y los ayuntamientos se extiende en la provincia de Albacete a las localidades de Lezuza y Peñas de San Pedro. Además, la Institución participa activamente en otros cinco proyectos arqueológicos. “El apoyo a la investigación, en todos sus ámbitos, se materializa en más de 100.000 euros y en la publicación de todas las memorias científicas”, afirma Antonio Selva.
Y es que la historia despierta curiosidad y mueve las pasiones de miles de personas. Su divulgación es un recurso tanto educativo como turístico en las zonas rurales, especialmente necesitadas de imaginación, empleo y oportunidades.
El yacimiento de La Graja, en Higueruela, es paradigmático para esta época medieval de profundas transformaciones. El director del proyecto, José Luis Simón, insiste en que deparará muchas sorpresas y añade que “tenemos la obligación de devolver a la sociedad el conocimiento para su utilización en los distintos ámbitos”.
En este lugar, entre las tierras altas de la Cuerda de la Doblona y el Molatón, en el valle donde discurre la Cañada de Pajares, a resguardo de los vientos del norte; en este espacio, transición entre el Corredor de Almansa y los altos de Chinchilla, zona de paso para las diversas comarcas albaceteñas, como La Manchuela, el Valle del Júcar o los Llanos de Albacete; aquí, protegidos de los lobos, rodeados de encinas y sabinares, los ganadores de Al-Andalus pastoreaban sus rebaños y posiblemente sus lanas surtían los reconocidos talleres de mantas o alfombras de la ciudad más importante, la madina de Chinchilla. Apenas hace mil años.
Un tiempo quizá no tan remoto que esta investigación está comenzando a desvelar. La única excavación en toda Castilla-La Mancha de este tipo de asentamientos rurales más extensos de lo que hasta ahora se sabía, el equipo investigador ha documentado decenas y aún queda mucho por descubrir. El próximo paso es encontrar semillas que permitan recuperar los paisajes agrícolas de Al-Andalus y sentir incluso, como escribía Ibn Jafáya, en el siglo XI, “el eco del zurear de las palomas”.