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‘Humans’, androides perfectamente humanos

Aprovechando el estreno en España, esta semana vuelvo al género de la ciencia ficción para escribir sobre ‘Humans’, remake de la sueca ‘Akta Manniskor’ coproducido por los canales ‘Channel 4’ -británico- y ‘AMC’ -estadounidense-. Los creadores son Sam Vincent y Jonathan Brackley. La primera temporada consta de ocho episodios aunque está renovada por una segunda que se estrenará a mediados de 2016. La ficción tiene el problema añadido de enfrentarse a la cuestión: ¿es necesario un remake? Aunque seguramente la mayoría de su audiencia no ha visto la original. En el canal británico productor de series tan potentes como ‘Black Mirror’, ‘Shameless’, ‘The IT Crowd’ o ‘Utopia’, este drama de ciencia ficción le ha supuesto un éxito en audiencias.

En un futuro lejano o bien en un presente paralelo, ‘Humans’ nos describe una sociedad donde los robots, llamados Synth, son imprescindibles en prácticamente todos los ámbitos de la vida: obreros, médicos, criados, policías, amigos, profesores, etc. Creados a imagen y semejanza de sus creadores provoca que los límites entre las personas y los sintéticos sean aún más difusos. El ser humano empieza a plantearse una serie de dilemas éticos y morales que atañen a la relación y uso de estos autómatas, provocando en última instancia problemas de identidad.

‘Humans’ recibe influencia, en mayor o menor medida, de la literatura de Isaac Asimov y de cintas como la clásica ‘Blade Runner’ o ‘Inteligencia Artificial’. La serie indaga por algunos de los conceptos tratados en la literatura de género: las tres leyes de la robótica, el complejo de Frankenstein del hombre y los sentimientos del androide. Un futuro distópico en el que encontramos un paradigma social y económico ultra dependiente de la tecnología, con personas a favor y en contra. Ligado -inevitablemente- a este tipo de ficciones y literatura está el componente reflexivo-filosófico que plantea cuestiones de diferente índole: ¿qué hace verdaderamente humanos a los robots y a las propias personas? ¿si los androides tuvieran conciencia y sentimientos se les podría tratar como seres vivos? Estas preguntas y otras más surgen a lo largo de los ocho capítulos, aunque la ficción ahonda mucho más en la clave sociológica y psicológica.

Tras un comienzo muy parecido a su original ‘Humans’ divide su corriente en tres afluentes: drama familiar, donde Laura, Joe y sus hijos compran su primer Synth que les cambiará para siempre; policial, el detective Drummond (Neil Maskell) y el gobierno investigarán unos extraños sucesos ligados a unos extraños sintéticos; y por último, la vida tranquila del jubilado George Millican, un brillante científico que fue partícipe del proyecto Synth original. Todo confluye gracias al grupo de sintéticos liderados por Leo que irán en busca de Anita, adquirida por la familia.

Laura Hawkins (Katherine Parkinson) es una madre absorbida por su trabajo como abogada y está casada con Joe (Tom Goodman-Hill). Tienen dos hijos: Mattie (Lucy Carless), aprendiz de hacker y, Toby (Theo Stevenson). En plena crisis familiar, Joe, compra a la Synth -Anita- para ayudar y así intentar salir de ella. Aunque hay ciertos aspectos que no están suficientemente desarrollados el drama familiar resulta solvente.

George Millican (William Hurt) es un científico que realizó los primeros experimentos para realizar sintéticos. Él vivirá con su primer sintético -Odin- del que no querrá deshacerse. Esta trama dará alguno de los mejores momentos de esta primera temporada, por su alto contenido reflexivo.

Los sintéticos están liderados por Leo (Colin Morgan), un joven misterioso que intentará unir todas las piezas de su pasado. Anita (Gemma Chan) Synth adquirida por la familia Hawkins. Max (Ivanno Jeremiah), Niska (Emily Berrington) y Fred (Sope Dirisu) completan un grupo en el que cada uno tiene su visión de la humanidad y de lo que quieren en el futuro. Con el paso de los capítulos ellos irá desarrollando personalidad propia que les aleja de ser unos simples circuítos electrónicos. Sus miradas robóticas darán un toque turbador a ‘Humans’.

La serie rescata muy acertadamente la misma atmósfera y fotografía aséptica que su predecesora -si funciona, por qué cambiar-, aunque con toques británicos. La serie cojea en el desarrollo del relato ya que acelera ciertos aspectos de la narración provocando que la historia pierda en profundidad que, para mí, es lo que da el punto más interesante a este tipo de género. También el drama familiar, a veces, peca de pobre. Aún así, en general la serie gana en ideas, reflexión y misterio. Logra enganchar al espectador tras el primer episodio. La BSO combina a la perfección con el estilo de la ficción. El reparto y sobre todo los actores que interpretan a los Synth, hacen un trabajo magnífico dando calidad a la serie.

Un remake solvente que hará las delicias de los fans de la ciencia ficción y, más concretamente, de los que conocen algo de la bibliografía de Asimov.

Aprovechando el estreno en España, esta semana vuelvo al género de la ciencia ficción para escribir sobre ‘Humans’, remake de la sueca ‘Akta Manniskor’ coproducido por los canales ‘Channel 4’ -británico- y ‘AMC’ -estadounidense-. Los creadores son Sam Vincent y Jonathan Brackley. La primera temporada consta de ocho episodios aunque está renovada por una segunda que se estrenará a mediados de 2016. La ficción tiene el problema añadido de enfrentarse a la cuestión: ¿es necesario un remake? Aunque seguramente la mayoría de su audiencia no ha visto la original. En el canal británico productor de series tan potentes como ‘Black Mirror’, ‘Shameless’, ‘The IT Crowd’ o ‘Utopia’, este drama de ciencia ficción le ha supuesto un éxito en audiencias.

En un futuro lejano o bien en un presente paralelo, ‘Humans’ nos describe una sociedad donde los robots, llamados Synth, son imprescindibles en prácticamente todos los ámbitos de la vida: obreros, médicos, criados, policías, amigos, profesores, etc. Creados a imagen y semejanza de sus creadores provoca que los límites entre las personas y los sintéticos sean aún más difusos. El ser humano empieza a plantearse una serie de dilemas éticos y morales que atañen a la relación y uso de estos autómatas, provocando en última instancia problemas de identidad.