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Nos encontramos aún con la conmoción de los terribles atentados que han tenido lugar en Barcelona y Cambrils hace unos pocos días. Este nuevo tipo de terrorismo tristemente se ha instalado no solo en Europa, sino también en decenas de países de todo el mundo con menos impacto mediático.
Tras el tremendo golpe físico y emocional, se desatan pasiones muchas veces furibundas, alimentadas no solo por un sector de la ciudadanía, sino por grupúsculos ultras y prensa de ese mismo corte.
Es justo uno de los objetivos principales de estas organizaciones criminales; que se generalice, que se criminalice a grandes sectores de población solo por tener en común el lugar de nacimiento, la etnia o la religión. Que se establezca un “ellos y nosotros”; y eso es precisamente lo que debemos evitar, ser correa de transmisión de lo que el Daesh o Al Qaeda quieren.
Sorprende como en Europa, muchas veces estos terroristas son jóvenes nacidos en nuestras sociedades occidentales, a veces ya las terceras generaciones, muchos de ellos como los de Cataluña, estudiosos, bilingües, etc. ¿Qué puede llevar a un chico joven a sufrir esta transformación y querer asesinar indiscriminadamente a quienes han sido su entorno habitual durante toda su vida?
Es complicadísimo, y sería muy atrevido por mi parte dar en el clavo del problema; pero me gustaría dar una perspectiva, de las centenares que habrá, desde el trabajo social.
Generalmente las familias migrantes de diversas nacionalidades, por múltiples causas suelen tener rentas bastante bajas que han de dedicar a cubrir necesidades básicas y que los deja fuera del uso y disfrute de recursos comunitarios cuando estos tienen un coste para ellos inasumible. Hablo de excursiones, acceso a espectáculos, o un ejemplo concreto, chavales y chavalas a los que les encanta el futbol o la música, pero que no pueden apuntarse a estas actividades porque no pueden pagarlo.
Nos encontramos con poca participación de estas familias en asociaciones tales como AMPAS, clubes de lectura, asociaciones juveniles, de mujeres, etc. Unas veces es por la barrera idiomática, otras veces por los endiablados horarios laborales, o directamente porque nadie ha ido a ofrecerles la participación.
Hablamos con frecuencia de chicos y chicas que han nacido en nuestros pueblos, incluso que ya han adquirido la nacionalidad, que han ido a Marruecos una vez en su vida, pero que a pesar de todo, cuando hay un problema en cualquier ámbito de su entorno se les califica como los moros, las moras, y lo que no dejan de ser casos de bullying, adquieren una nueva dimensión, un plus de desprecio por el origen de tu familia.
Estos factores de exclusión, no tienen por qué derivar en un caladero de terroristas, en un 99,99% no lo hará; pero sí que puede ser un cultivo para que alguien aproveche la baja autoestima del que no se siente suficientemente acogido e inocularle ideas radicales que lo lleven a la locura vista. Podría seguir poniendo ejemplos, pero sería demasiado largo.
Por eso, no solo por lo acaecido estos días en Cataluña, pero también por esto; hace falta más y más trabajo social en nuestros pueblos, en nuestros barrios. Han de existir recursos sociales comunitarios en forma de programas y de profesionales que trabajen no ya la integración, sino la “inclusión” que asegure que todos los ciudadanos sin excepción, puedan ejercer sus derechos, aprovechar sus habilidades y tomar ventaja de las oportunidades que encuentran en su medio.
Trabajo social que busque que todos los vecinos y vecinas participen activamente en su comunidad, en las asociaciones, en las ofertas de ocio, deportivas, y que estas sean accesibles económicamente a todos y todas. Derribando las barreras idiomáticas, culturales y tendiendo puentes hacia el conocimiento mutuo y el diálogo constante.
Este papel lo tiene el trabajo social, y es necesario potenciarlo muchísimo. Es un magnífico trabajo preventivo con réditos sociales.
Por eso desde aquí reclamo a la administración central, autonómica y local una potenciación de los fondos de la dinamización comunitaria y el regreso de profesionales tan necesarios como fueron los SAMI (servicio de atención mediación intercultural) en Castilla La Mancha, así como los/as Dinamizadores Comunitarios
Y trabajemos con la sociedad que nos rodea, con nuestras familias, amigos, vecinos, usuarios, en las redes sociales; hemos de convencerles que no hay bandos, los terroristas no representan ninguna religión, ni raza, ni etnia.
Con sus actos, estos criminales solo buscan sembrar el odio, la desconfianza.
No dejemos que triunfen sus postulados.
Si por estas acciones criminales en Barcelona, alguien decide dar la espalda a nuestros/as vecinos/as, simplemente por su lugar de nacimiento o por la religión que profesan, estará haciendo triunfar a los objetivos de estos asesinos.
Pero si nuestra respuesta es más trabajo, unión, más diálogo y más vecindad; los terroristas habrán fracasado.
Hoy más que nunca Todos/as unidos/as.
Nos encontramos aún con la conmoción de los terribles atentados que han tenido lugar en Barcelona y Cambrils hace unos pocos días. Este nuevo tipo de terrorismo tristemente se ha instalado no solo en Europa, sino también en decenas de países de todo el mundo con menos impacto mediático.
Tras el tremendo golpe físico y emocional, se desatan pasiones muchas veces furibundas, alimentadas no solo por un sector de la ciudadanía, sino por grupúsculos ultras y prensa de ese mismo corte.