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Ceremonias de confusión y distracción

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No, nos lo creemos. No escuchamos a los expertos que nos hablan sobre el patrimonio. Las autoridades regionales o locales reciben a artistas, deportistas, empresarios e incluso a los representantes de los partidos de la oposición, pero los gestores del patrimonio cultural, tras pedir una y otra vez la entrevista, si la logran, son atendidos con amabilidad pero con desdén. Se nota en la cara de los anfitriones que tienen ganas de pasar a la siguiente audiencia y, expertos en la política, como son, ponen cara de atender y comprender, pero mientras tanto hacen cálculos de a qué sectores económicos podrían afectar las pretensiones de los visitantes o, en caso de darles buenas palabras, de qué forma lo dilatarán en el tiempo para que se vayan olvidando las promesas realizadas.

La cultura, dicen, es necesaria para el bienestar común, proporciona riqueza y, además, enriquece el patrimonio de la región o de la localidad. Pero la realidad de los hechos lo desmiente. Los presupuestos ligados a inversiones del patrimonio cultural son exiguos, algo más elevadas son las destinadas a actividades y, si claramente fomentan, dicen, el turismo, se es más espléndido con el gasto público.

Me temo que en el caso de la Vega Baja han barajado muy mucho nuestras autoridades municipales y regionales los límites de las concesiones al “interés patrimonial” del asunto, mientras están más atentos a las posibles indemnizaciones de intereses privados, especulación de suelo público o proyectos futuros. La maniobra de distracción realizada por las manifestaciones de la eurodiputada del Partido Socialista Cristina Maestre ante La Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo para contrarrestar la oportuna intervención de Antonio Zárate quedó desautorizada por la propia firma de un nuevo “Convenio Marco” de actuación sobre este privilegiado espacio.

El 23 de septiembre de 2021 se firmó el Convenio Marco entre el Ministerio de Cultura y Deporte, la Junta de Castilla-La Mancha y el Ayuntamiento de Toledo para desarrollar actuaciones en el ámbito del sitio histórico y natural de la Vega Baja de la ciudad de Toledo. No dice la verdad el texto publicado por la Secretaría General de Cultura y Deporte el 5 de octubre de 2021 y publicado en el BOE de 18 de octubre, ya que no existe dicho “sitio histórico y natural de la Vega Baja de la ciudad de Toledo”.

De forma descarada siguen sin considerar la superficie no edificada de las vegas –Huerta del Rey, Vega Baja y Peraleda- como espacio paisajístico, conos visuales como lo venían considerando los planes de ordenación municipal desde 1940, refrendó Bellas Artes en 1968, avaló la Ley de Patrimonio de 1985 y amplió el Convenio Europeo del Paisaje en el año 2000 como “paisaje cultural”. “Sitio Histórico” como podría declararse según la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha de 2013.

Siguen parceladas las actuaciones en los Bienes de Interés Cultural declarados –Circo Romano, ermita del Cristo de la Vega, Yacimiento Vega Baja (no se cita Fábrica de Armas)-, dejando fuera espacios como el poblado obrero (donde se sigue edificándose de nueva planta) o el vivero de la Diputación Provincial. Por el camino han quedado los atentados de San Pedro el Verde, Clínica del Rosario, Consejería de Fomento y más recientemente los “bloques grises”. Las amenazas, desaparecidas la posible edificación del Corte Inglés o del Cuartel de la Guardia Civil –trasladando la polémica y el “problema” a la Peraleda-, vendrán la de la construcción de viviendas que el Plan General de Ordenación Urbana vigente sigue haciendo posible en torno al Cristo de la Vega y Circo Romano.

Y seguimos asistiendo a las declaraciones realizadas oportunamente y a la publicación de proyectos de intervención, convenios-marco, lluvia de ideas para tapar la falta de interés que ha generado el tema desde que Gregorio Marañón y Beltrán de Lis con su discurso del 2 de marzo de 2006 en el Teatro de Rojas ante el rey y José María Barreda a través del Diario Oficial de Castilla-La Mancha del 26 de julio de ese año, paralizaran el proyecto de edificación de la Vega Baja. La experiencia nos dice que temamos lo peor, que la inercia será, como lo ha sido durante estos más de tres lustros.

El convenio vigente está lleno de incongruencias. Habla de la creación del “Sitio de la Vega Baja”, cuando no existe ese término jurídicamente. Señala la “Recuperación de los inventarios de piezas que fueron expuestas como primera relación de obras que formarán parte de la colección museográfica de la Vega Baja”. ¿No tiene la Consejería por ley dicho inventario? ¿No están ya las piezas en los depósitos del Museo Provincial?. Se dice el hacer “efectiva y compatible” la “protección cultural, patrimonial e histórica del lugar con el desarrollo de la ciudad de Toledo”.

Esperemos que vaya más deprisa la legislación que desarrolle el convenio para proteger los espacios no edificados que las pretensiones especulativas de los dueños de los terrenos afectados, pero, cuatro años se nos hacen insuficientes y, más, cuando los vaivenes políticos pueden hacer peligrar los acuerdos tomados en un momento en el que el mismo partido gobierna en las tres instituciones involucradas. Y, lo que es peor, no se contempla el asunto de la Vega Baja como algo de más calado que afecta a todos los ejes visuales de la ciudad monumental. Se nos sigue escondiendo información y escamoteando proyectos pese a venderse la “transparencia” como logro de conquistas democráticas.

No, nos lo creemos. No escuchamos a los expertos que nos hablan sobre el patrimonio. Las autoridades regionales o locales reciben a artistas, deportistas, empresarios e incluso a los representantes de los partidos de la oposición, pero los gestores del patrimonio cultural, tras pedir una y otra vez la entrevista, si la logran, son atendidos con amabilidad pero con desdén. Se nota en la cara de los anfitriones que tienen ganas de pasar a la siguiente audiencia y, expertos en la política, como son, ponen cara de atender y comprender, pero mientras tanto hacen cálculos de a qué sectores económicos podrían afectar las pretensiones de los visitantes o, en caso de darles buenas palabras, de qué forma lo dilatarán en el tiempo para que se vayan olvidando las promesas realizadas.

La cultura, dicen, es necesaria para el bienestar común, proporciona riqueza y, además, enriquece el patrimonio de la región o de la localidad. Pero la realidad de los hechos lo desmiente. Los presupuestos ligados a inversiones del patrimonio cultural son exiguos, algo más elevadas son las destinadas a actividades y, si claramente fomentan, dicen, el turismo, se es más espléndido con el gasto público.