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El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, anunciaba recientemente ante la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados que el Gobierno de España iba a iniciar un proceso de revisión de las colecciones de museos estatales que “permitan superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones”, y añadía con cuidada ambigüedad: “Se trata de establecer espacios de diálogo e intercambio que nos permitan superar este marco colonial”, aludiendo a compromisos internacionales que debían traducirse “en un proceso de revisión” de las colecciones de museos estatales. Lógicamente, sus palabras sirvieron para azuzar la polémica en un tema tan controvertido.
El consejero de Educación, Cultura y Deportes de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Amador Pastor, tras el primer encuentro con el ministro de Cultura mostraba, su respaldo al Ministerio de Cultura en nombre del Gobierno de Castilla-La Mancha en sus declaraciones sobre la descolonización de los museos y añadía que es “una cuestión de inercia natural y de evolución”.
Fácil decirlo desde una autonomía que no tiene apenas, en los museos que gestiona o de los que es titular, piezas que corresponden a periodos de expansión geográfica de nuestro país en otros momentos, salvo, quizás, en el Museo del Ejército, de titularidad estatal. En este centro las campañas que el ejército ha realizado, ya en la época contemporánea tanto en las colonias españolas como en el protectorado norteafricano, sí tienen una presencia significativa.
Nosotros también tenemos un pasado colonial. De cuando el imperio de Napoleón ocupó nuestro país y puso a su hermano de rey, convirtiendo el territorio en una colonia a saquear y destruir. No, no fue una guerra declarada, fue una ocupación y una lucha de liberación. Se debería a atrever el consejero de nuestra comunidad a plantearle a Francia la devolución de las piezas expoliadas entonces. Robo que no solo se debía a políticas dictadas desde París, por intereses espurios por sus generales, sino también porque la conquista y la anexión se traduce también en destruir al enemigo hasta el nivel de sus valores, ideas o expresiones culturales.â
De Castilla-La Mancha se llevaron cientos de piezas artísticas y, cuando no lo lograban, hacían fundir la orfebrería de oro o plata. Cuentan que un artillero francés, Manière, relata que cierto Maréchal, tras no poder llevarse un Velázquez de la catedral de Toledo, exigió el pago de “un million en quàdruples ou en onces d'or” y si no en dos horas o volaría el puente romano. Manière, indignado, exclamaba Que de fortunes acquises dans ce genre! [¡Cuantas fortunas se han adquirido así!].
Detrás de las tropas iban los marchantes 'buitre' como los franceses Quilliet, Lebrun, Maignain, los británicos Nathan y Wallis, o el holandés Coesvelt, que se hacían con piezas en subastas públicas o ventas encubiertas. En otros momentos, las órdenes religiosas a veces vendían sus bienes para evitar su robo.
Y, finalmente, el vandalismo de las tropas francesas como demostración de poder. Las tropas a menudo eran alojadas en monasterios y conventos que eran convertidos en cuarteles y cuadras, como ocurrió en Toledo, donde la ocupación destruyó gran parte de los edificios, incluyendo el derribo de parte o todo, fundiendo el oro que orlaba los retablos o pequeñas piezas de orfebrería. Si las tropas del mariscal Víctor hicieron notar su entrada con la destrucción de gran parte de San Juan de los Reyes, la salida la señalaron prendiendo el Alcázar que mandara edificar Carlos V.
Y tras la guerra, el 'neocolonialismo', marchantes ingleses y franceses buscaron las mañas para, de forma encubierta, hacerse con piezas de la empobrecida España, víctima de las mal gestionadas desamortizaciones o de la ruina de su nobleza, y ayudados por la falta de leyes previsoras y el caos burocrático. El caso más sangrante se produjo con los cuadros de la capilla de San José en 1906, operación denunciada por Besteiro, Cossío o Carmen de Burgos y que dio lugar a que se desarrollaran, bastante después, las leyes de protección del patrimonio.
Quieren revisar las antiguas metrópolis coloniales francesa, inglesa o alemana sus respectivos pasados de saqueos y políticas neocoloniales. Háganlo. ¿Nos atreveremos a reivindicar lo nuestro? ¿Revisarán en el Louvre las carátulas de cientos de piezas de arte de origen español?
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, anunciaba recientemente ante la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados que el Gobierno de España iba a iniciar un proceso de revisión de las colecciones de museos estatales que “permitan superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones”, y añadía con cuidada ambigüedad: “Se trata de establecer espacios de diálogo e intercambio que nos permitan superar este marco colonial”, aludiendo a compromisos internacionales que debían traducirse “en un proceso de revisión” de las colecciones de museos estatales. Lógicamente, sus palabras sirvieron para azuzar la polémica en un tema tan controvertido.
El consejero de Educación, Cultura y Deportes de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Amador Pastor, tras el primer encuentro con el ministro de Cultura mostraba, su respaldo al Ministerio de Cultura en nombre del Gobierno de Castilla-La Mancha en sus declaraciones sobre la descolonización de los museos y añadía que es “una cuestión de inercia natural y de evolución”.