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Tenemos un problema muy serio. Si ciudadanos y políticos se perciben a tanta distancia, y una de las claves para entenderse y ser conscientes de las carencias que existen son la cercanía, la comunicación y el reconocimiento mutuo, nuestro sistema democrático se encuentra en una tesitura difícil. Es verdad que la puesta en marcha de sistemas de rendición de cuentas y de participación ciudadana directa, la creación de canales de participación efectivos y con capacidad ejecutiva, podrían suponer una vía de mejora (sobre todo en lo local). Pero será una vía que siempre parecerá poco al lado de las grandes causas que llevan a la desconfianza. Causas como la corrupción, la falta de expectativas vitales o el paro.
Menos complicado que actuar sobre la razones materiales que llevan a la desafección (la precariedad laboral, por ejemplo), sería algo más viable a corto plazo intentar auspiciar cambios en los estilos de vida de los políticos. Altos cargos que usan el autobús o que llevan a sus hijos caminando al colegio. Por otro lado, en el plano del discurso y la acción política, la clave puede estar en hacer una apuesta decidida por poner en valor lo público, los servicios públicos de referencia como la educación o la sanidad. Quizás decir esto no es mucha cosa, pero en el caso de la sanidad pública, la coyuntura actual de pandemia debería ser un buen momento.
En el ámbito de nuestra región, o más concretamente de nuestra ciudad, algunas medidas podrían estar relacionadas con propuestas de intervención como apoyar y fortalecer el tejido social existente, las redes ciudadanas que ya actúan. En Toledo como escenario principal de actividad cultural y de socialización se debe apostar por políticas que favorezcan la vida en la calle y reduzcan los riesgos físicos. La reducción o la eliminación del coche en algunas zonas sería un ejemplo claro de esto. Otra idea podría consistir en apoyar toda aquella propuesta que fortalezca la convivencia, el conocimiento entre iguales y la diversión crítica. La cultura con sustancia, más allá del acto cultural.
A mi juicio, la percepción de la política y de lo público van de la mano, con lo cual iniciativas encaminadas a mejorar la imagen de buena gestión de lo público, algo en lo que están implicados políticos y funcionarios, sería esencial. Para restablecer la imagen de lo público estaría muy bien difundir el trabajo en positivo que realizan la mayoría de los funcionarios.
Se puede articular, entre otras formas, a través de campañas de publicidad donde se explique “¿Cómo llega la pensión todos los meses?”, o “¿Cómo llegan los medicamentos a las farmacias?”. En realidad, estamos hablando de tramitaciones o licitaciones y quién las hace, explicado de una manera sencilla y con imágenes potentes. En esta línea de búsqueda de la transparencia y la cercanía se podrían poner en marcha fórmulas en donde se indique quién está detrás de las cosas fundamentales que se hacen en una administración, con nombres y resultados. Otra iniciativa que podría tener sentido es la de difundir los costes de los servicios cuando son de gestión pública y cuando están privatizados... Que expliquemos que en última instancia casi todo lo que merece la pena está financiado con dinero público.
En cuanto a las iniciativas interesantes para recuperar la política de base, la política para la ciudadanía, deberíamos partir de una idea sencilla: llevar la política a donde esté la gente. En realidad, esto es lo que hacen las redes sociales pero con un grado de participación y socialización muy bajo. Nos referimos a llevar la política a la calle, a los bares, a la universidad. Por otro lado, y como prácticamente nadie se acerca a la sede de un partido político, resultaría más atractivo crear una suerte de “nuevas casas del pueblo”. Lugares que se conviertan en espacios de actividades abiertas y plurales donde yendo más allá de la política profesional se establezcan vínculos, se pueda socializar, conocer, tomar algo. No es una idea original, desde luego, pero como parece que se ha olvidado la traigo aquí
En los últimos años, de algunas de estas cosas nos ha hablado lo que se llamó “la nueva política”. Un fenómeno amortizado. Pero supongo que como queremos vivir bien, con derechos y en un entorno habitable no queda otra que seguir. Pensando en el qué, en el cómo y en el quién. Y de ese quién, que en mi opinión es lo más relevante, ojalá haya nuevas noticias.
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