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Las consecuencias que a primera vista se pueden deducir del incendio de neumáticos de Seseña son en cualquier caso calamitosas sobre la salud de las personas y el medio ambiente. Tiempo habrá de pedir responsabilidades a quienes corresponda. Ahora es el momento de atajar males mayores. Es urgente, tras sofocar el incendio, descontaminar la zona –suelos, cultivos, acuíferos– e instalar aparatos de medición de contaminantes en las poblaciones limítrofes, para poder saber el riesgo real para la salud que constituyen las partículas en suspensión portadoras de metales pesados como mercurio, plomo o arsénico, que pueden acabar incrustadas en el interior de nuestros pulmones o del torrente sanguíneo y aplicar algún posible medio de protección, en especial para la población de mayor riesgo: embarazadas, lactantes, niños y enfermos.
Sin pretender ahondar en la grave herida que ha provocado este suceso ni sacar conclusiones precipitadas antes de conocer todos los detalles que han contribuido a este desenlace que muchos veíamos venir, la Plataforma Toledo Aire Limpio, que lleva más de 10 años defendiendo el medio ambiente y la salud de los vecinos de la zona, lamentamos que no se nos hiciera caso en su día cuando allá por el 2005, sumándonos a otras voces de alarma, mandábamos escritos a la Consejería de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, para que acabara con el evidente peligro de esta desmesurada acumulación de neumáticos, al tiempo que nos oponíamos frontalmente a que estos fueran incinerados en las cementeras de la Sagra, solo porque aquélla no quería o no sabía gestionar su reutilización o su reciclado.
Todo ello a pesar de haber creado una oficina sostenida con fondos públicos y europeos “para el desarrollo del mercado del reciclaje” (ODEMER), que resultó inútil ante el obstáculo que la propia Consejería puso en sus Planes de Gestión de Residuos y que aún mantiene, el de que la reutilización y el reciclaje están en función de su viabilidad económica, es decir, de que aporten rentabilidad a sus gestores.
Como en el caso de los neumáticos y de otros muchos residuos, no era así y no iba a serlo de no tomarse medidas drásticas desde la propia Consejería para conseguir el objetivo más saludable para el medio ambiente y que es el único objetivo que justifica la existencia de servicios públicos que gestionen instituciones públicas al servicio del interés común. Al problema de la acumulación de los residuos le salió al paso un remedio perverso y aún más dañino, el de su quema en los hornos de las cementeras, que ha funcionado a buen ritmo hasta la crisis del cemento.
Los neumáticos de Seseña y Valdemoro han acabado ardiendo porque durante tantos años ningún responsable político de una y otra Comunidad se ha tomado en serio el necesario reciclaje de este vertedero y eso a pesar de haber firmado en su día la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, un acuerdo que habría acabado con el problema utilizando el material pulverizado de los neumáticos en el firme de los miles de kilómetros de carreteras nacionales, a las que aportan unas mejores condiciones de seguridad y conservación o en el suelo de las pistas de atletismo o en la confección de zapatillas deportivas, y, en fin, en la recuperación del caucho del que están compuestos.
Esta catástrofe hace tiempo evitable nos reafirma a Toledo Aire Limpio en los propósitos que hemos venido defendiendo: hay que eliminar los vertederos frenando en el origen de la cadena la producción inútil de residuos, obligando a los fabricantes a diseñar materiales recuperables o biodegradables, previos a su reutilización y a su reciclaje, hasta conseguir por estos medios el residuo cero.
Solo de este modo se acabará con la posibilidad de que se repita una catástrofe como la del vertedero de neumáticos de Seseña y Valdemoro en el que han ardido en un día a cielo abierto en torno a 100.000 toneladas de estos residuos, el equivalente a lo que se ha autorizado a quemar a Lafarge Cementos en un año en sus hornos con modernos electrofiltros. Por estos mismos, sin embargo, no puede evitarse la salida a la atmósfera de toneladas de gases tóxicos y sustancias cancerígenas, hecho que invalida las soluciones interesadas y redundantes en el error que proponen algunos de que el mejor destino de los residuos es su transformación en combustible o CDR para alimentar hornos o motores de vehículos, sin pararse a pensar que esa es otra manera de ir administrando lentamente una catástrofe similar a la que ahora hemos sufrido de golpe y a gran escala.
El incendio imprevisto ocurrido en Seseña se suma a la ya elevada carga que soporta actualmente la comarca de la Sagra por industrias contaminantes, que mantiene en un pequeño radio de 20 kilómetros una térmica, tres cementeras y multitud de cerámicas que son otros tantos focos de contaminación. Una comarca que también recibe residuos tóxicos de la Comunidad de Madrid, como los lodos de hidrocarburos de la laguna de Arganda, que, al igual que los neumáticos de Seseña, llevaban más de 20 años depositados sin que la Comunidad de Madrid supiera darle otra salida que la de trasladarlos a Villaluenga para, con el beneplácito de Medio Ambiente de Castilla la Mancha, sean quemados en Lafarge Cementos transformados previamente en CDR. Esta fábrica incinera ingentes cantidades de residuos y la Agencia Europea de Medio Ambiente le atribuye haber contribuido por ello a la pérdida de expectativa de vida entre la población colindante.
La eliminación de los vertederos no puede pasar por convertir a la Sagra en el horno incinerador de residuos de toda procedencia. Es hora de acabar con años de pésima gestión medioambiental, que ha supeditado la salud y el medio ambiente a una cuestión de viabilidad económica. La prevención, la reutilización y el reciclado material son el único camino, al que nos llevan los principios de precaución, de jerarquía y de autosuficiencia, que son la base de la única gestión saludable de los residuos.
Las consecuencias que a primera vista se pueden deducir del incendio de neumáticos de Seseña son en cualquier caso calamitosas sobre la salud de las personas y el medio ambiente. Tiempo habrá de pedir responsabilidades a quienes corresponda. Ahora es el momento de atajar males mayores. Es urgente, tras sofocar el incendio, descontaminar la zona –suelos, cultivos, acuíferos– e instalar aparatos de medición de contaminantes en las poblaciones limítrofes, para poder saber el riesgo real para la salud que constituyen las partículas en suspensión portadoras de metales pesados como mercurio, plomo o arsénico, que pueden acabar incrustadas en el interior de nuestros pulmones o del torrente sanguíneo y aplicar algún posible medio de protección, en especial para la población de mayor riesgo: embarazadas, lactantes, niños y enfermos.
Sin pretender ahondar en la grave herida que ha provocado este suceso ni sacar conclusiones precipitadas antes de conocer todos los detalles que han contribuido a este desenlace que muchos veíamos venir, la Plataforma Toledo Aire Limpio, que lleva más de 10 años defendiendo el medio ambiente y la salud de los vecinos de la zona, lamentamos que no se nos hiciera caso en su día cuando allá por el 2005, sumándonos a otras voces de alarma, mandábamos escritos a la Consejería de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, para que acabara con el evidente peligro de esta desmesurada acumulación de neumáticos, al tiempo que nos oponíamos frontalmente a que estos fueran incinerados en las cementeras de la Sagra, solo porque aquélla no quería o no sabía gestionar su reutilización o su reciclado.