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Estado fallido, Europa fallida.Creo que fue hace dos días cuando nuestra “casta” se disfrazó de Estado. Por mas señas, “responsable”. Ahí es nada.
El término “Estado fallido” que, desde el punto de vista geopolítico, esta lleno de resonancias bélicas y bárbaras, y, desde el punto de vista social y humano, de hambrunas, estampidas y matanzas, lo veníamos situando topográficamente en un ámbito lejano y ajeno, allá por el tercer mundo y el perímetro de las chabolas globales, donde determinados generales eran los ladrones principales del país y sus más certeros verdugos.
Sin embargo, las primeras gotas gruesas de este desprecio retórico y geoestratégico comienzan a caernos en nuestra propia baba, y el negro nubarrón de la crisis lanza rayos y centellas cargadas de verdades en prosa, aunque la mentira, de momento, no escampa.
Las palabras “Estado fallido”, cada vez truenan más cerca. Hasta ahora, ventolera y remolinos.
Que no es poco. O quizás ya es mucho.
Lo peor es que de ladrones y granizo traicionero, no andamos escasos. Y de luces y paraguas, si.
Lo mismo que en aquellos fallidos Estados que se hundieron, el principio de nuestra catástrofe y pobreza debe buscarse en una notable indulgencia hacia la mafia. Es una opinión.
Por otra parte ¿fallido para quien?
No para los que han hecho “negocio” contra el Estado. Los de las “puertas giratorias”, y los de la patria en Suiza.
Los movimientos centrífugos, defensivos y xenófobos de ciertos gobiernos europeos sugieren una Europa fallida también.
Salir por piernas es un acto reflejo ante un peligro que angustia y agobia.
Aquí no interviene la reflexión, ni la ética. Aquí empuja el instinto. De supervivencia.
¿Puede explicar un fenómeno de “estampida” la deriva catalana?
Lo mismo que unos huyen hacia Suiza con el botín, y otros se libran de búlgaros y rumanos ¿otros huyen hacia la independencia como paraíso fiscal? ¿O unos y otros huyen hacia paraísos artificiales y patrias VIP, tras dejar las naciones del común de los mortales hechas unos zorros?
En realidad, si enfocamos y ajustamos bien las lentes de nuestra consideración etiológica, al fondo de todos estos procesos y patologías civiles, en el origen de la crisis y en sus soluciones envenenadas, lo que encontramos es una clase dirigente corrupta, así en Cataluña como en el resto de España.
Rajoy dijo ayer en el Parlamento que Rubalcaba no tiene autoridad moral para hablar de desigualdad.
Es sabido.
Pero Rajoy tampoco tiene autoridad moral para hablar de la autoridad moral de Rubalcaba. Si acaso la tiene para hablar de la autoridad moral de la Gürtel, donde es posible que el tuviera autoridad (moral y política).
Es la pescadilla que se muerde la cola.
Por cierto, la pescadilla sólo es una y la misma. Y este “mas de lo mismo” nos ha traído hasta aquí.
Va siendo hora de mirar hacia otros mares, y navegar en otros caladeros.
Aquí no funciona la lógica de Aristóteles
En política española, no todo se puede decir. Ni se puede seguir a piñón fijo un razonamiento Aristotélico, mas que nada por el riesgo de toparte con conclusiones verdaderas.
Es necesario utilizar silogismos curvilíneos, meandros del pensamiento, secretos clasificados y metáforas.
Decir por ejemplo que vivimos en democracia es una gran metáfora que intenta aproximarse a la realidad por detrás, o por mejor decir, marearla. Mas exacto sería decir que vivimos en un régimen alérgico a los referéndums y a las consultas ciudadanas.
Por no preguntarnos, ya no nos pregunta ni la Banca alemana cuando le da por reformar nuestra sacrosanta Constitución. Cosa que ocurre de vez en cuando. Y casi siempre de noche.
Decir que el Rey “salvó” la democracia española, no es un silogismo curvo. Es una gran circunvalación. Este modo de utilizar el castellano, propio de la política española, debiera ser estudiado como dialecto aborigen en la Academia de la Lengua, en el Instituto Cervantes, o en las agencias de inteligencia que descifran mensajes codificados.
La soberanía española no se puede “trocear”, dicen los padres de la patria poniéndose dignos y estupendos. De nuevo, es solo una figura retórica. Por eso le hemos dado un tercio a la Troika, otro trozo al FMI, otro trozo a la banca alemana, otro trozo a los especuladores de Wall Street, otro trozo a los paraísos fiscales, otro trozo (con costa) a la mafia rusa, otro (con puerta giratoria) a las multinacionales, otro trozo (con OTAN de entrada) al gobierno USA, otro a la jerarquía vaticana…, etcétera.
Y aunque esta piel de toro da mucho de si ¿Queda algo de soberanía para los ciudadanos españoles? Parece que no mucho.
La solución es más referéndums y no menos.
Pero esto es lógica aristotélica, y nosotros somos retóricos, monárquicos y metafóricos.
Soberanía, cuantas farsas se cometen en tu nombre.
El límite es la dignidad.
Y en el orden civil, la democracia.
Me refiero a la “bajada de pantalones”. A la pérdida de soberanía. A la pérdida de legalidad y autonomía política.
No nos engañemos: este no es país para rebeldes.
Y tampoco sobran las luces.
Por eso no nos debe extrañar que al mismo tiempo que montamos un circo prebélico sobre la ruptura de España, un dramón decimonónico de padre y muy señor mío, que enreda la atención del personal, distrae y da mucho juego, al mismo tiempo que alimentamos las pasiones más ciegas e imberbes (hace pocos días algunos oyentes –adultos- de RNE llamaban a gritos al ejército y se ofrecían como voluntarios para pegar tiros y defender con armas y dientes la soberanía y la unidad nacional), digo que al mismo tiempo que este ímpetu y furor soberano nos devuelve ecos Calderonianos y ruidos de sables, entregamos atada de pies y manos y puesta de rodillas la soberanía nacional a los delincuentes financieros y a los políticos mafiosos que los representan como lobby, disfrazados todos ellos, eso si, de gente seria, de Troika en blanco y negro, de trípode omnipotente y oráculo de Delfos, de prima germana y sobrina del FMI, y sobre todo y para remate, de derecho de pernada de la banca alemana en nuestra soberana Constitución (la de la noche loca del 135).
¿Sería mucho pedir lógica y consecuencia?
Porque los mismos que se golpean el pecho con la perfidia catalana, aún no se han enterado que no son dueños de ningún país, y que la única nación que habitan se llama DEUDA (que para mas INRI ni siquiera es suya).
Que aquí los gángsters financieros ya entraron y dijeron: “Esta Constitución es mía y pone usted ahí lo que yo le dicte”.
Si Bwana dijo Zapatero. Si Bwana dijo Rajoy.
Obvio es que unos y otros, nacionalistas de aquí y nacionalistas de allá, lo único que pretenden es distraer al personal y manipular su atención, recortar su horizonte, y enmascarar su paisaje.
El ámbito y lenguaje de los actos electorales, son pródigos en silogismos necios e hipérboles mentecatas. La semántica se retuerce como una culebra hasta morderse la cola, y si el terreno es propicio eructa un sapo tras otro.
El otro día, Elena Valenciano, intentando despistar a un auditorio cautivo y desarmado, (auditorio vestido para la ocasión de ejército rojo), vino a señalar a Jean-Claude Juncker como el malvado que nos ha puesto a los españoles derrotados los “deberes del austericidio” fraterno.
Libertad igualdad, y fraternidad. Un slogan europeo, ya saben.
Ahora bien, “fue Zapatero”, presidente melifluo y diletante, alumno repipi, el que escribió en la pizarra cien veces “el techo del déficit es sagrado, los derechos humanos no”. Reforma del artículo 135 de la Constitución española.
(¿Se la consultaron a usted, depositario sin trocear de la soberanía nacional?)
Jaimito habría escrito “la corrupción sin techo es delito y la estafa sin regulación produce crisis”.
Puestos a reformar el 135, me quedo con la frase de Jaimito.
Estado fallido, Europa fallida.Creo que fue hace dos días cuando nuestra “casta” se disfrazó de Estado. Por mas señas, “responsable”. Ahí es nada.
El término “Estado fallido” que, desde el punto de vista geopolítico, esta lleno de resonancias bélicas y bárbaras, y, desde el punto de vista social y humano, de hambrunas, estampidas y matanzas, lo veníamos situando topográficamente en un ámbito lejano y ajeno, allá por el tercer mundo y el perímetro de las chabolas globales, donde determinados generales eran los ladrones principales del país y sus más certeros verdugos.