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Érase una vez el Leader

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Fue en 1991 cuando se puso en marcha en la Unión Europea (UE) la que, con el paso del tiempo, se ha convertido en la iniciativa comunitaria de mayor éxito. Los hombres y mujeres que con toda su ilusión acudieron a esta llamada europea para desarrollar una idea, entonces tan novedosa, un grupo de acción local, no sabían muy bien lo que estaban haciendo y, seguramente, ni imaginaban, que 30 años después siguiéramos hablando de ellos y del cambio en la forma de hacer política de la buena, la que supone la toma de decisiones con el objetivo de transformar la vida de la gente. Se trataba, en realidad, de una idea loca de algunos funcionarios europeos que se dieron cuenta de que entre todos los que vivían en los pueblos se podían conseguir grandes logros.

Y así ha sido.

Esta misma semana, celebrando el 30 aniversario, se puso de manifiesto en las jornadas organizadas por la Red Española de Desarrollo Rural (www.redr.es) en Somiedo (Asturias), uno de esos lugares emblemáticos para la metodología LEADER en España.

En estos 30 años se ha consolidado el concepto de “enfoque LEADER” o “ascendente”, o “de abajo a arriba” como aquel en el que son los propios habitantes del medio rural los que toman las decisiones sobre el futuro de su territorio. Y no las administraciones, ni siquiera los gobiernos, desde la ciudad y la lejanía.

Sin embargo, su papel, el de los gobiernos, ha sido esencial. Han tenido, y tienen, un cometido muy relevante. Su capacidad de asumir una especie de cesión de competencias en favor de los grupos y de respetar su autonomía en un marco de colaboración leal, ha sido, y es, la vara para medir el éxito de la metodología LEADER en un territorio. A más generosidad, de manera general, mayor éxito.

Uno de los elementos clave para la consolidación de la metodología en estos años ha sido la creación de los grupos de desarrollo rural, actualmente 253 en España, una forma muy especial de partenariados público-privados que cubren el territorio rural de los Estados Miembros (EEMM) de la UE (https://enrd.ec.europa.eu/leader-clld_es).

Es necesario que más del 50% de los votos para la toma de las decisiones esté en manos privadas, pero la administración pública, a través de los ayuntamientos, forma parte, mayoritariamente, de todas las Asambleas y Juntas Directivas de los grupos. De media, los grupos en España cuentan con 105 entidades socias, 33 públicas y 72 privadas, lo que demuestra el éxito de este modelo de gobernanza participativa.

Es precisamente la presencia de la parte privada la que aporta originalidad a la metodología, al ser integrada, de manera decisiva, en la toma de decisiones sobre la política de desarrollo rural y la gestión de recursos públicos en los diferentes territorios. Asociaciones empresariales, sindicales, agrarias, ecologistas, de jóvenes o de mujeres rurales forman parte, desde 1991, de las Asambleas y Juntas Directivas de los grupos. Con mayor o menor implicación o acierto, esta participación ha cambiado la forma de entender la realidad del medio rural.

Pero; ¿Cómo funcionan los grupos?

Si hay verdadera autonomía, no siempre real, lamentablemente, deben elaborar una estrategia de desarrollo para el territorio en el que están implantados, apoyándose en la normativa básica sobre la materia de la que disponga cada región en función de las bases que establezca un reglamento comunitario, recibir financiación en el marco de la programación de desarrollo rural y, con ella, publicar convocatorias de ayuda para emprendedores que quieran instalarse o invertir en el medio rural, priorizando las áreas de actividad aprobadas en la estrategia. Pero no basta con esto. 

Deben ejercer una tarea de liderazgo rural, buscando empresas o iniciativas de todo tipo para crear riqueza y generar actividad en los entornos rurales. En definitiva, deben ser los líderes del territorio, haciendo que los pueblos progresen. No siempre es así, claro, no todos son capaces de alcanzar el objetivo, pero la metodología ha demostrado sobradamente su utilidad estos años y la necesidad de seguir apostando por este modelo de gobernanza, que todavía hoy vemos revolucionario. 

Una vez superada con éxito la prueba de ser iniciativa comunitaria, la financiación de los proyectos gestionados por los grupos de desarrollo rural ha corrido a cargo, y así sucede actualmente, del segundo pilar de la PAC, a través del FEADER. En algunos momentos a lo largo de estos últimos 30 años los grupos han podido gestionar fondos FEDER y recursos del Fondo Social Europeo (FSE) en el medio rural, aportando integración y complementariedad en la utilización de fondos europeos para lo que hoy conocemos como reto demográfico. Han sido experiencias puntuales que no se han consolidado en el tiempo debido, sobre todo, a la omnipresente estructura de toma de decisiones de arriba a abajo que, aún hoy, es abrumadoramente mayoritaria en las diferentes políticas.

La PAC es fundamental para el LEADER. Así lo será también para el próximo periodo de programación 2023-2027. Al menos un 5% de los fondos FEADER, del segundo pilar de la PAC, deben destinarse a esta metodología. Cantidad muy insuficiente. Por eso, en algunas CCAA, entre ellas Castilla-La Mancha, incrementaremos ese porcentaje para que las actuaciones de los grupos tengan verdadero efecto sobre el territorio.

Sin embargo, este enfoque sectorial (la PAC es una política agraria) no refleja bien la realidad de las políticas rurales que deben ser principalmente, territoriales. Este cambio de enfoque es urgente para garantizar el futuro de nuestros pueblos. Las escuelas rurales, los consultorios y centros de salud, las infraestructuras o las telecomunicaciones son desarrollo rural. La diversificación de la actividad económica, que tan bien representa el trabajo de los grupos de desarrollo rural, requiere de un enfoque territorial y fondos específicos para garantizar el éxito futuro.

Tenemos mucho camino por delante. A todos los que creéis de verdad en el futuro de nuestros pueblos y en la democracia participativa que representan los grupos, muchas gracias. ¡Y enhorabuena por estos 30 años!

Fue en 1991 cuando se puso en marcha en la Unión Europea (UE) la que, con el paso del tiempo, se ha convertido en la iniciativa comunitaria de mayor éxito. Los hombres y mujeres que con toda su ilusión acudieron a esta llamada europea para desarrollar una idea, entonces tan novedosa, un grupo de acción local, no sabían muy bien lo que estaban haciendo y, seguramente, ni imaginaban, que 30 años después siguiéramos hablando de ellos y del cambio en la forma de hacer política de la buena, la que supone la toma de decisiones con el objetivo de transformar la vida de la gente. Se trataba, en realidad, de una idea loca de algunos funcionarios europeos que se dieron cuenta de que entre todos los que vivían en los pueblos se podían conseguir grandes logros.

Y así ha sido.