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De pocas reuniones salgo tan agradecida y con la sensación de aprendizaje como la de hace un par de semanas. Desde hace algunos años estoy incorporada al grupo de trabajo denominado “Estudios Críticos de Discapacidad” que forma parte del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Los grupos de trabajo son redes interdisciplinares de investigadores de distintos países de Latinoamérica y el Caribe, en su mayoría; y de Europa, en menor número, que se reúnen alrededor de un tema o problema social relevante para la región. En este caso el tema central del grupo es la discapacidad.
Este año se ha decidido dividir el grupo en otros subgrupos para canalizar la información y el trabajo. Se pensó que nos conoceríamos mejor tanto nosotros como nuestros trabajos e implicaciones, y con ello beneficiaríamos en el volcado de información más detallada y específica al grupo principal. Hay muchos subgrupos (accesibilidad, perspectivas críticas del cuidado, artes, cuerpo y capacitismo, interculturalidad y saberes ancestrales, infancias, juventudes y tercera edad…), todos muy interesantes. Pero yo me he interesado por el de “Educación, docencia y praxis educativa”. Y como os decía, hace dos semanas fue nuestra primera reunión en la que pudimos presentarnos más en profundidad y charlar sobre varios aspectos que hoy os traigo con el fin de abrir una reflexión en torno a la educación inclusiva.
Según un estudio realizado por el Banco Mundial (2021): “En 2020, alrededor de 85 millones de personas con discapacidad viven en América Latina y el Caribe, representando un 14,7% de la población regional. Siendo los hogares donde viven personas con discapacidad más pobres”. Reivindicando contundentemente que la exclusión de las personas con discapacidad no solo es injusta sino también insostenible y que supone pérdidas importantes de capital humano para la región. En términos educativos, “el 15% de los chicos con discapacidad no van a la escuela” y en términos de empleo “una de cada dos personas con discapacidad no participa en el mercado laboral”.
Por su parte, los datos de la Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y Situaciones de Dependencia (INE, 2022) muestran cómo en España, 4,38 millones de personas tienen algún tipo de discapacidad, lo que supone 94,9 de cada 1.000 habitantes con discapacidad y en concreto, en Castilla-La Mancha, la tasa es de 111,4 por cada 1.000 habitantes. Que si bien el 99,5% de los menores de 6 a 15 años con discapacidad se encontraban escolarizados en el momento de la encuesta (2020), el 24,2% necesitaba apoyos y adaptaciones que recibieron, pero no fueron suficientes y el 11,1%, aun necesitando dichos apoyos y adaptaciones, no las llegaron a recibir. En cuanto a empleo se refiere, de los 1,58 millones en edad de trabajar (16-64 años), solamente casi una de cada cuatro indicó encontrarse trabajando.
A simple vista, contextos geográficos muy diferentes comparten un nexo de unión, presentan una situación que podría simbolizarse utilizando el típico refrán de “La pescadilla que se muerde la cola”. Es decir, una situación que no tiene fin ya que, si las personas con discapacidad no acceden a la educación, o no acceden en igualdad de condiciones, sin los apoyos necesarios, se encuentran con más dificultades para posteriormente encontrar un empleo y con ello, más probabilidad de encontrarse en situación de pobreza y exclusión.
Muchos centros educativos siguen sin contar con los recursos económicos, materiales y humanos necesarios para atender al alumnado con discapacidad en las mismas aulas que el resto de sus compañeros
Es cierto que aquí cabrían otros factores limitantes como ser mujer con discapacidad, vivir en el ámbito rural, el todavía desconocimiento del empresariado en relación con la contratación de las personas con discapacidad, el alto nivel de exigencia en el sector privado o la inferioridad de sus sueldos en el caso de trabajar.
Retomando la idea de educación inclusiva, tras unos años de clamor sociofamiliar y educativo en torno al debate de si es mejor la educación inclusiva o si la educación especial debía desaparecer, lo que está claro es que hoy en día muchos centros educativos siguen sin contar con los recursos económicos, materiales y humanos necesarios para atender al alumnado con discapacidad en las mismas aulas que el resto de sus compañeros. Además, la discapacidad es muy variada y necesita de una inversión económica profunda, sin grietas y sin dudas. Que no todo se va a solucionar con la formación digital del profesorado.
En esta reunión que os comento, y desde las distintas experiencias de las compañeras de países latinoamericanos y el Caribe, junto con España, nos planteamos si realmente existen tantas diferencias entre países a la hora de repensar una educación inclusiva, planteando la importancia de reflexionar en el hecho de si unos y otros estamos mirando desde una óptica eurocéntrica, en un marco de paradigma educativo neoliberal y en un momento clave de transformación social y reivindicación de la discapacidad en la que aparecen nuevos movimientos (ismos): el activismo “disca” de jóvenes que se reivindican en una etapa de postpandemia, u otras terminologías como “diversidad funcional” que cuanto menos conllevan a confusión, debate e incluso malestar entre algunos colectivos de discapacidad.
Planteamos igualmente la necesidad urgente de una educación basada en evidencias y no en ocurrencias, considerando que a veces nos limitamos a leer, estudiar o citar a otros estudios seguramente menos interesantes y enriquecedores para abrir grandes debates como el de la educación inclusiva.
Todas coincidimos en que hablar de educación/educaciones da para mucho, en que que es importante el diálogo, la escucha activa, compartir ideas, la discusión equilibrada y sentipensante, ya que solamente en el intercambio dialógico se posibilita la transformación social, repensando lo crítico en discapacidad, por lo que, sin duda, escuchar a otras compañeras y compañeros de otros países como Chile, Argentina, Colombia o México ha abierto un enriquecedor debate que nos obliga a repensar qué lugar ocupa en nuestras investigaciones sobre discapacidad la educación inclusiva. En eso estamos.
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