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Las flores de la memoria

6 de abril de 2024 10:38 h

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España, como es bien sabido, anda regular de memoria democrática. La ley ha mejorado, es cierto. Franco y Queipo de Llano han sido desalojados de sus pudrideros públicos. Pero, a día de hoy, el Alcázar de Toledo sigue siendo el panteón de golpistas de la calaña de Moscardó y Miláns del Bosch. Así, como si aquello fuera el castillo del conde Drácula. ¿Se imaginan que las tumbas de Himmler o Goebbels estuvieran en los sótanos de la Isla de los Museos de Berlín? No, ¿verdad?

Pero, claro, se conoce que “Cajtilla-La Mancha is different”. Y nuestra ciudad, Albacete, por desgracia también es un poco “different”. Es especialista en dar “un pasito pa’lante” y “un pasito pa’tras”. En 2021, siendo alcalde Vicente Casañ (Ciudadanos), se reabrió el refugio del Altozano, pero de una forma tan tímida, tan acomplejada, que apenas un folio impreso en una fotocopiadora y cogido con papel celo indicaba su existencia. Cuando ganó el PP en mayo de 2023, lo primero que hizo fue quitar ese papelote y esconder, aún más, ese símbolo de la resistencia contra el fascismo. Suponemos que los populares locales actúan así en nombre de su tan cacareado concepto de “concordia”, que es como ellos llaman a la amnesia colectiva inducida desde el poder. Pero la cosa no queda ahí, claro. En abril de 2022 el Ayuntamiento instaló 25 “stolpersteine” o ladrillos de la memoria en recuerdo de los albaceteños deportados en campos de concentración. Un mes después, Albacete se unió oficialmente a la Red de Ciudades Antifascistas. Fantástico todo, sin duda. Pero, mientras tanto, nuestras vías públicas siguen rindiendo pleitesía a falangistas, divisionarios y franquistas de todos los pelajes y siguen mostrando, como si de un escaparate gigantesco se tratara, todo un catálogo de escudos, placas y plaquetas con los símbolos de la dictadura. Joder, ¿es tan difícil cumplir con la ley? ¿Es tan complicado ser demócrata, es decir, antifascista, no solo de boquilla sino también de hecho? ¿Tan traumatizados estamos todavía? ¿Tan dentro tenemos aún el franquismo que no podemos despegarnos de él? Pues bien, es muy sencillo: no habremos culminado nuestra sacrosanta Transición hasta que no nos despojemos de todas esas adherencias fascistoides y reconozcamos el papel de quienes sembraron las semillas de nuestra democracia. Como suele decir nuestro amigo Carlos Bachiller, ¿para cuándo, por ejemplo, una calle o una plaza con el nombre de Marcelino Camacho o Josefina Samper? ¿Para cuándo, por poner otro ejemplo, una ruta señalizada e informada de las Brigadas Internacionales, que hicieron de Albacete la capital mundial del antifascismo? Y, por supuesto, no habremos cerrado ninguna Transición, ni Dios que la fundó, mientras más de cien mil personas permanezcan enterradas como animales por toda la geografía española.

Dicho lo cual, ha llegado la primavera. Nuestros campos se llenan de rojos, amarillos y morados y nos recuerdan que un 14 de abril España también reverdeció. Abril es el mes de la memoria. En Albacete se han programado muchas y muy interesantes actividades. El día 12, Ainhoa Campos hablará de las fosas del franquismo en Castilla-La Mancha. Será a las 19:30 en la Casa del Pueblo. El 13 se estrena el documental Fosa de Alcaraz, realizado por Vocesenlucha y producido por la Asociación Fosa de Alcaraz. La proyección comenzará a las 10:00 en el Centro Administrativo del Ayuntamiento de la mencionada localidad y contará con la participación de familiares. El 14 se inaugurarán 4 monolitos en el cementerio de Albacete. La ruta, organizada por la asociación anteriormente mencionada y el Grupo de Amig@s Antonio Machado en colaboración con IU y PSOE, comenzará a las 11:00 en el osario. El 18 a las 18:00 se celebrará en la Diputación un cinefórum sobre bebés robados con el visionado del documental Morir tranquila. Asistirán miembros de la Asociación de Víctimas de Alicante. Finalmente, el 19 de abril se presentará, a las 19:00 en la Biblioteca Nueva del Parque, el libro Los buenos antifascistas, con la presencia de Giannis Pandelakis, su autor, y de Anastasia Tsackos, hija de un brigadista griego.

Cada 14 de abril, la tapia del cementerio de Albacete en la que fusilaron a 758 personas se llena de claveles insertados en los agujeros de las balas. Es muy emocionante. Queridos lectores, queridas lectoras, hacednos caso: nunca dejéis que las flores de la memoria se marchiten en vuestras mentes y en vuestros corazones.

*El Colectivo Puente Madera está formado por Esteban Ortiz, Eva Ramírez, Elías Rovira y Javier Sánchez.

España, como es bien sabido, anda regular de memoria democrática. La ley ha mejorado, es cierto. Franco y Queipo de Llano han sido desalojados de sus pudrideros públicos. Pero, a día de hoy, el Alcázar de Toledo sigue siendo el panteón de golpistas de la calaña de Moscardó y Miláns del Bosch. Así, como si aquello fuera el castillo del conde Drácula. ¿Se imaginan que las tumbas de Himmler o Goebbels estuvieran en los sótanos de la Isla de los Museos de Berlín? No, ¿verdad?

Pero, claro, se conoce que “Cajtilla-La Mancha is different”. Y nuestra ciudad, Albacete, por desgracia también es un poco “different”. Es especialista en dar “un pasito pa’lante” y “un pasito pa’tras”. En 2021, siendo alcalde Vicente Casañ (Ciudadanos), se reabrió el refugio del Altozano, pero de una forma tan tímida, tan acomplejada, que apenas un folio impreso en una fotocopiadora y cogido con papel celo indicaba su existencia. Cuando ganó el PP en mayo de 2023, lo primero que hizo fue quitar ese papelote y esconder, aún más, ese símbolo de la resistencia contra el fascismo. Suponemos que los populares locales actúan así en nombre de su tan cacareado concepto de “concordia”, que es como ellos llaman a la amnesia colectiva inducida desde el poder. Pero la cosa no queda ahí, claro. En abril de 2022 el Ayuntamiento instaló 25 “stolpersteine” o ladrillos de la memoria en recuerdo de los albaceteños deportados en campos de concentración. Un mes después, Albacete se unió oficialmente a la Red de Ciudades Antifascistas. Fantástico todo, sin duda. Pero, mientras tanto, nuestras vías públicas siguen rindiendo pleitesía a falangistas, divisionarios y franquistas de todos los pelajes y siguen mostrando, como si de un escaparate gigantesco se tratara, todo un catálogo de escudos, placas y plaquetas con los símbolos de la dictadura. Joder, ¿es tan difícil cumplir con la ley? ¿Es tan complicado ser demócrata, es decir, antifascista, no solo de boquilla sino también de hecho? ¿Tan traumatizados estamos todavía? ¿Tan dentro tenemos aún el franquismo que no podemos despegarnos de él? Pues bien, es muy sencillo: no habremos culminado nuestra sacrosanta Transición hasta que no nos despojemos de todas esas adherencias fascistoides y reconozcamos el papel de quienes sembraron las semillas de nuestra democracia. Como suele decir nuestro amigo Carlos Bachiller, ¿para cuándo, por ejemplo, una calle o una plaza con el nombre de Marcelino Camacho o Josefina Samper? ¿Para cuándo, por poner otro ejemplo, una ruta señalizada e informada de las Brigadas Internacionales, que hicieron de Albacete la capital mundial del antifascismo? Y, por supuesto, no habremos cerrado ninguna Transición, ni Dios que la fundó, mientras más de cien mil personas permanezcan enterradas como animales por toda la geografía española.