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Gatopardismo

El análisis político de las últimas décadas se resume en un anagrama: “PPSOE”. En cuanto al panorama político español, ese anagrama lo dice todo o casi todo. Entre otras cosas nos explica nuestra deriva hacia un estado del bienestar en ruina, al que se ha dejado tiritando a golpe de tijera.

Ahora que el coronavirus nos trajo el frío, ese temblor lo sentimos todos. Para empezar, conviene no confundir austericidio con austeridad. El primero tiene un efecto letal, como ahora comprobamos. La segunda tiene un efecto saludable. El primero tiene un origen ideológico que se nutre de extremismo. La segunda tiene un origen higiénico que se alimenta de prudencia.

El austericidio impuesto por los bancos alemanes en nuestro país durante la crisis del 2008 (fíjense en el carácter antidemocrático de dicha imposición), fue implementado por el neoliberalismo rampante simbolizado en dicho anagrama: PPSOE.

No obstante, ese invento analítico de la alta y sobre todo la baja política no ilustra solo el caso patrio. Si algo se ha fabricado en serie en estos últimos decenios de pensamiento único y excluyente, es ese centro dícese “moderado”, esa “gran coalición” patrocinada por el poder financiero, donde el dogmatismo económico de origen selvático y el extremismo político de carácter totalitario anidan.

No es casual que la dictadura china, tan compatible con el capitalismo neoliberal que se nos vende, esté recolectando últimamente tantos elogios entre nuestros centristas “moderados” de Occidente. Que por lo que se ve aspiran al partido único concentrado en esas escuetas siglas: PPSOE.

Mucha paciencia budista va a necesitar el Dalai Lama ante estos hijos de Maquiavelo que se venden por un plato de lentejas. Podemos interpretar por tanto el éxito de esas siglas como un amplio consenso en cuanto a su significado explícito.

¿Y cuál es ese significado que a nadie se le oculta?

Se sobreentiende que el término “PPSOE” resume y concreta el convencimiento mayoritario según el cual lo mismo o da lo mismo que nos gobierne el PP o nos gobierne el PSOE, tanto monta, pues ambos, según demuestra la experiencia cansina de estos últimos treinta años, se deben a un poder superior que les sobrepasa y ordena: el de los dueños del dinero. Eso que los griegos clásicos llamaban plutocracia para distinguir su civilización de la barbarie.

En este sentido, dicho tándem político, PPSOE, donde el poder financiero viaja cómodamente en sidecar, es el máximo exponente del “gatopardismo”, si así podemos decirlo, y por consiguiente de la hipocresía del orden neoliberal, o lo que es lo mismo: el instrumento preciso y bien ensayado para que tal y como señalaba Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su conocida obra “El Gatopardo”, todo cambie para que no cambie nada. Algo así como una pirueta ilusoria o acto de magia para embaucar a los más inocentes. Juego de trileros.

Habrán visto que estos días sobresalen dos interpretaciones contrapuestas sobre las consecuencias que la crisis pandémica del coronavirus ha de traer consigo.

Hay quien considera que a partir de ahora nada será igual, y que las transformaciones que nos esperan serán radicales. Y hay quien piensa -quizás más pesimista, quizás más escéptico- que los malos hábitos no se corrigen tan fácilmente, ni tampoco de un día para otro, sino que fruto de una inercia natural se mantienen impertérritos aunque el daño ocasionado sea terrible: en este caso dicho daño supone miles o cientos de miles de muertos (si no más) considerando que a esta mortandad aún no le hemos visto el fin ni conocemos sus cifras reales.

Por tanto, hay quien está convencido que la furia destructora con que el mercado intentaba completar su globalización, no hay quien la pare, y hay quien piensa que esta crisis demuestra que todo se para, si o si, cuando la muerte y la destrucción abunda. Pura ecología.

El no entender esta evidencia, que todo fuego destructor se detiene allí donde el material de combustión se acaba (sea este humano o material), es lo que nos conduce al siguiente capítulo de esta historia del absurdo, en que se intenta, bajo presión de la patronal, poner en marcha el sistema a toda prisa sin rediseñar antes la máquina o sin reflexionar sobre sus objetivos. ¡Como si nada hubiera pasado!

Que sean contagiados, convalecientes, o asintomáticos contagiosos, los encargados de activar y contagiar esa danza al sistema, es lo que la define propiamente como “danza macabra”.

Veamos otros aspectos significativos de esta crisis.

Pareciera que con ella el prestigio de lo público y solidario hubiera ganado puntos frente a la mojiganga suicida del mercado descontrolado y autista.

La competencia selvática por hacerse con respiradores entre los diferentes estados de USA, que hemos visto en vivo y en directo estos días batirse a porrazo limpio de talonario (“Es el mercado, amigo”), es toda una metáfora y pone en evidencia la insensatez suicida del modelo oficial. Ese que con sobrada imprudencia, nuestros dirigentes de otrora hicieron suyo, o sea, que lo hicieron nuestro.

Esta posible inversión de valores por la que el mercado ciego y desregulado queda a la altura del betún de las fosas comunes excavadas en una isla del primer mundo estadounidense, preocupa a los “círculos del poder” financiero con sus anexos políticos, los cuales desde el minuto cero ensayan a la desesperada un “relato” que les exculpe por los antiguos y constantes tijeretazos a los servicios públicos, y por ese asedio al Estado de todos, tan bien visto en otro tiempo como mal visto ahora. Más que nada por la consecuencia objetiva y comprobable de los miles o cientos de miles de muertos, muchos de ellos evitables de haber contado con un sistema público íntegro y en condiciones óptimas. La apología de la selva neoliberal se les ha puesto un poco más difícil.

Una de las polémicas más animadas de esta crisis es el papel que han jugado o deben jugar en ella los potentados filantrópicos, fauna habitual de los paraísos fiscales. Y no solo en esta crisis, sino en las que han de venir, empezando por la crisis climática, que engloba dentro de ella toda una gama multiforme de crisis en racimo, por utilizar terminología balística.

Por ejemplo, nuevas pandemias por virus y bacterias, conocidas o por conocer, consecuencia del calentamiento y deshielo de la tundra y el permafrost, donde tales amenazas permanecen silentes y aletargadas gracias al hielo, a la espera de acciones insensatas por nuestra parte.

La mayor insensatez en este sentido sería continuar alimentando el calentamiento global.

A su vez el papel a desempeñar por los potentados filantrópicos se relaciona muy directamente con el tema de los impuestos. Y esto, sabiendo que el gobierno actual tenía intención manifiesta de hacer efectivo el mandato constitucional de una fiscalidad progresiva, no es un tema menor, sino que al contrario es objetivo a batir para aquellos que no necesitan servicios públicos porque ya los tienen privados.

¿Habrán entendido que ni siquiera sus privilegios privados les libra de un virus letal para el que no hay fronteras ni clases sociales? ¿Y habrán entendido que esto no se soluciona con caridad repentina sino con ciencia sostenida y medios, es decir, con impuestos?

Dado que el principal obstáculo para reactivar “la maquinaria” del sistema como si aquí no hubiera pasado nada (es decir, sin analizar lo ocurrido y reformular los objetivos, y casi sin contar los muertos) es PODEMOS, asistimos a una campaña compacta y sincrónica por parte de la ultraderecha para sacar del gobierno a esta formación política. O dicho de otro modo: les estorba cualquier amago de pensamiento y solución socialdemócrata a la actual crisis.

Cómo no es cierto que aquí no ha pasado nada, habrá que pensar despacio si PODEMOS es el problema o por el contrario es la última barrera contra la aplicación de las soluciones que ya vimos en acción en la crisis de 2008. Aún no nos hemos recuperado de esas “soluciones”.

Efectivamente, hablamos de esas soluciones de inspiración neoliberal que prolongaron y profundizaron la crisis y pasaron la factura de la estafa a sus víctimas.

Los mismos que defraudaron patrimonio público a mansalva, y saquearon sin escrúpulos el sistema sanitario y educativo de todos, son los mismos que hoy piden a Sánchez que rompa con PODEMOS. ¿Por qué será?

Esta crisis pandémica, como prólogo, más la crisis climática y ecológica que se avecina como epílogo, nos debieran hacer recuperar una lección olvidada y siempre presente en las culturas más sabías: nuestro verdadero lugar en la naturaleza.

La conclusión inteligente que debemos extraer de este drama es que la competencia salvaje no es la que determina el éxito de nuestra especie, sino la cooperación solidaria y la simbiosis con el entorno natural.

¿De qué hablamos entonces cuando hablamos de solidaridad y cooperación?

Voy a ponerles un ejemplo muy próximo: los tres últimos compañeros médicos fallecidos por Coronavirus de los que he tenido noticia (fallecidos en los dos últimos días) Cesar, Samir, y Héctor, procedían de la inmigración. He ahí un ejemplo de valor y solidaridad, también de heroísmo, que debiera avergonzar a esos grupos políticos que utilizan el odio a los inmigrantes para vender su mercancía averiada.

Observamos estupefactos, por consiguiente, como ante este drama la orden prioritaria y urgente que ha descendido desde las alturas del poder invisible (cada vez lo es menos), poder que no conceden las urnas sino el dinero, dice así: hay que sacar a PODEMOS del gobierno. No quieren testigos ni obstáculos para sus “soluciones”.

En la baja edad media, durante la peste bubónica, los ignorantes manipulados por los “listos” creían que la solución a la plaga que padecían pasaba por expulsar o masacrar a los judíos de su comunidad.

Hay en todo esto un cierto paralelismo histórico.

A esta campaña, claramente antidemocrática, animan los de siempre: los consabidos expresidentes de gobierno, González y Aznar, el dúo adinámico (el primero reconoció al menos que cobraba mucho, incluso demasiado, por rascarse las narices, cosas de las puertas giratorias). Y también contribuyen esos medios omnipresentes que la plutocracia financia generosamente y dirige a golpe de talonario. Que no son pocos.

La razón es obvia: la plutocracia (recuerden a los griegos) quiere a PODEMOS fuera del gobierno porque es el obstáculo y el impedimento para que la factura de esta crisis la paguen los de siempre: los asalariados y los servicios públicos: sanidad, educación, etcétera.

Es decir, quieren que a esta crisis (aleatoria, contingente, universal, de origen vírico) se le de la misma respuesta y solución que a la crisis de 2008, crisis tan prevista que fue propiamente una estafa de matriz ideológica.

Sobra decir que la mano de Casado la mueve Aznar, y que la mano de Felipe González la mueve el poder financiero. Es decir, aquellos que siempre engordan con las crisis y medran con las hambrunas. Solidaridad cero salvo que el momento publicitario lo aconseje.

Ocurre que esta jugada ya nos la conocemos, y que PODEMOS representa a unos cuantos millones de españoles cuyo voto merece un respeto. Así es la democracia.

Y ocurre que otros tantos millones de ciudadanos votaron al PSOE en la esperanza fundada de que pactaría con PODEMOS. Eso es lo que representa (y no es poco) la actual composición del gobierno. La esperanza socialdemócrata.

Sin duda la más favorable para que la respuesta a la actual crisis sea solidaria, social, y progresista, y por tanto la más propicia a un sistema público potente y bien restaurado. Más que nada por si viene otra pandemia o un desastre climático, que todo puede ser.

No estamos pues ante un gobierno fallido como dice Aznar, el oscuro, sino ante un gobierno recién aterrizado que se ha topado con la mayor crisis “global” desde la segunda guerra mundial.

Esta “gripe” tampoco es “española”, como no lo era la de 1918, y el gobierno se ha tenido que enfrentar a ella con unos medios precarios consecuencia de la acción extremista y escorada a la ultraderecha de los gobiernos anteriores. Es decir, los gobiernos del PPSOE.

No es por tanto eso lo que necesitamos ahora, otra vez.

Lo que se precisa con urgencia es el renacer de una política socialdemócrata que salvó a Europa después de la segunda guerra mundial y si la dejan lo hará de nuevo.

Y eso es lo que representa el actual gobierno, cuyo planteamiento previo (defensa del trabajador, política social, fiscalidad progresiva.. ) no debe cambiar, sino que hoy es más necesario que nunca.

El análisis político de las últimas décadas se resume en un anagrama: “PPSOE”. En cuanto al panorama político español, ese anagrama lo dice todo o casi todo. Entre otras cosas nos explica nuestra deriva hacia un estado del bienestar en ruina, al que se ha dejado tiritando a golpe de tijera.

Ahora que el coronavirus nos trajo el frío, ese temblor lo sentimos todos. Para empezar, conviene no confundir austericidio con austeridad. El primero tiene un efecto letal, como ahora comprobamos. La segunda tiene un efecto saludable. El primero tiene un origen ideológico que se nutre de extremismo. La segunda tiene un origen higiénico que se alimenta de prudencia.