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Ya han pasado casi 40 años desde aquel 6 de diciembre de colas ante las urnas y es llamativo cómo todavía hoy, después de ese tiempo de Constitución y democracia siguen vivos muchos fantasmas de nuestro pasado. Parece que la constitución del 78, por alguna razón, no ha tenido la fuerza exorcizadora necesaria para borrar los tenebrosos espectros del pasado.
Aquel 6 de diciembre yo tenía 13 años. En el salón de la casa de mis padres un sofá de 'sky' marrón presidía la estancia frente a un televisor que mostraba una España en blanco y negro; todavía en aquellos años muchas cosas se veían en grises.
En la pantalla de aquel televisor empezaron a aparecer personajes que hablaban de nuevos derechos y valores que vendrían para transformar este país ajado y encogido por 40 años de dictadura en un país próspero y moderno. Queríamos dejar atrás 40 años de régimen que habían sido como una centena para muchos, se empezaba a respirar un ambiente de ilusión y optimismo que se mezclaba con no pocas sensaciones de miedo más que razonable. Aquí estamos hoy 40 años tras 40 años.
Obviamente yo no pude votar aquel 6 de diciembre, como no pudieron todos los menores de 18 años. Somos muchos los que no pudimos participar de aquellas trascendentales decisiones: más del 60% de la actual sociedad española con derecho a voto.
A pesar de ello he defendido siempre los derechos consagrados en la Constitución y el marco de convivencia que define, he criticado y critico cada merma ataque o retroceso porque cuando hablamos de derechos no debemos aceptar pasos atrás, ni uno, ni siquiera para tomar impulso. Por eso me genera auténtica incomodidad observar cómo determinados personajes por la mañana enarbolan la Constitución y por la tarde se dedican a recortar los derechos de la gente, derechos tan básicos como la libertad de expresión, de manifestación, de huelga… Son los mismos que se esfuerzan en socavar, ya sin el menor pudor, pilares maestros del estado social como la educación, la sanidad, las pensiones que la Constitución define.
Hoy estamos ante debates intensos como en pocas ocasiones sobre la posibilidad de reescribir la Constitución, y con la misma intensidad escuchamos a los que fueron “padres de la Carta Magna”, convertidos por la fuerza de los años en “los abuelos de la Constitución”, expresando con altas dosis de acritud airadas defensas que recuerdan a las resistencias que algunos de nuestros padres ofrecían ante la idea de renovar aquellos viejos sofás de 'sky' marrón que durante tantos años presidieron los salones de muchas casas.
Quizás la Constitución del 78 se ha convertido en un objeto 'vintage'. Muchos de los hijos y nietos de la Constitución la perciben hoy como un objeto de cierta edad que sus mayores conservan como valioso, pero para ellos es un accesorio que tiene cada vez menos que ver con su realidad, con sus vidas y su futuro, y esto es de preocupar.
La juventud del 78 luchó por transformar la sociedad y conquistar derechos para todos, tuvieron la oportunidad de decidir qué país querían. Les estamos muy agradecidos y su contribución son unos buenos cimientos sobre los que continuar construyendo.
La Constitución ha sido reformada en dos ocasiones, ambas emanadas de imperativos llegados de Europa. Una en 1992 para posibilitar nuestra incorporación a la UE según exigía el Tratado de Maastricht y la segunda por “misiva” de la “troika comunitaria”, para imponer la regla de “estabilidad presupuestaria” que hoy se traduce en recortes y la intervención económica de facto de los ayuntamientos y autonomías. Esta última fue una reforma exprés, realizada por sorpresa, en pleno mes de agosto de 2011, con el pacto urgente entre PP, PSOE y UPN y el rechazo del resto de grupos parlamentarios. Ninguna de las dos reformas se consultó a la ciudadanía en referéndum.
La Constitución del 78 se redactó en un momento de especial tensión social, conflicto y crisis, pero permitió encauzar las soluciones a aquella situación; hoy a nadie se le escapa que estamos ante un nuevo periodo de crisis y tensión política y social.
Quizás al pasar los años a la Constitución española se le empiezan a deshacer las costuras por el modelo territorial, uno de esos grandes temas que requieren un esfuerzo de imaginación y nuevos conceptos y consensos. Pero la Corona es otro de esos asuntos que requiere ser reflexionado. La sociedad aceptó a un monarca al que le atribuía el mérito de haber posibilitado la democracia, el actual Borbón reinante solo puede escribir en su currículo su linaje, esto en un momento en el que el magma de la corrupción ha traspasado las puertas de la misma Casa Real.
Creo que a 40 años vista de aquel referéndum muchos como yo, y tantos otros hijos y nietos de la Constitución nos gustaría poder opinar. Pero cuidado, las reformas las carga el diablo: con la actual correlación de fuerzas parlamentaria es dudoso que se plantee una reforma progresista que avance en derechos, las tentativas de involución pueden ser altas. empecemos por lo primero, modificar la actual correlación de fuerzas.
Ya han pasado casi 40 años desde aquel 6 de diciembre de colas ante las urnas y es llamativo cómo todavía hoy, después de ese tiempo de Constitución y democracia siguen vivos muchos fantasmas de nuestro pasado. Parece que la constitución del 78, por alguna razón, no ha tenido la fuerza exorcizadora necesaria para borrar los tenebrosos espectros del pasado.
Aquel 6 de diciembre yo tenía 13 años. En el salón de la casa de mis padres un sofá de 'sky' marrón presidía la estancia frente a un televisor que mostraba una España en blanco y negro; todavía en aquellos años muchas cosas se veían en grises.