Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.
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1.Trascender el límite.La desaparición de los grandes relatos (que no de la izquierda reformulada como cambio a mejor para la mayoría), sumado a la deserción rentable y egoísta de muchos ilustres, no puede hacernos olvidar que nos encontramos viviendo en una sociedad más democráticamente atroz que nunca. De ahí, que no queramos salvadores; que seamos más inteligentes de lo que parece; que seamos conscientes de cuáles son nuestros intereses. Nunca como ahora hemos tenido tanta responsabilidad en lo que pasa, en qué compramos, en qué no hacemos. Pero este paraje tiene límites, y casi siempre los ponemos nosotros. Tu límite, ¿dónde está? ¿En el centro comercial o en las redes sociales?
2. La utilidad de la elegancia moral. Como estamos obligados a desenvolvernos en situaciones de gran complejidad debemos intentar ser sutiles, flexibles en la difusión de unos sentimientos prácticos que acabarán teniendo plasmación política. La radicalidad democrática podría vencer porque tiene mucho de tenue, de verdad pausada, de invisible. La búsqueda de la empatía requiere una estética de la espera, una actitud que dé oportunidades al otro, que evite que huya espantado. O aburrido.
3. Optimistas o valientes. María Moliner en la definición que hace de los valientes en su diccionario los pone al lado de optimistas, divertidos, e ingeniosos. Y aunque no estamos hablando de ser felices, sino de ser valientes, estas cualidades hacen que nuestras ideas puedan poseer una simpatía mayor, lo que facilitaría la consecución de nuestros objetivos. Por eso, una vez aquí, habría que tratar de que el atractivo fuera también acompañado de humildad.
4. Estamos tardando. En estados de derecho como el nuestro, los riesgos son limitados y el miedo a la verdad tiene una justificación más difícil, por eso, quizás, hayamos pasado de la depresión por balance (tipo Castilla Del Pino) a la resignación por balance, por comodidad. Los efectos, por cierto, son parecidos. Puede que nos convenga, entonces, que la resignación desaparezca de nuestra mirada, pero sólo si es para ampliarla de nuestro ombligo al de los demás. Muchas veces resulta más sencillo resolver los problemas de todos, que los de cada uno.
5. Eludir las redes. De que seamos capaces de esquivar los premios con trampa depende el que la vieja treta de la “eliminación por asimilación” no nos capture. La adecuada percepción del sentido último de nuestro esfuerzo, y al lado de esto, el hecho de que relativicemos las golosinas materiales, harán que podamos permitirnos el lujo ético de ser algo más autónomos y libres. No olvidemos que son muy habituales los sueños con forma de tele de plasma.
6. Clásicos para “los de abajo” que ahora son de todos. La lucha contra el subdesarrollo cognitivo, contra la extensión de los desiertos, especialmente el educativo, tiene bastante relación con estas estas razones. El olvido de los tópicos, la necesaria profundidad de pensamiento, la generosidad, el trabajo… también. Pero, ¿podemos ser perezosos? Sospecho que sí, pero igual a la larga no nos sirve. Nos viene mejor esas personas con tendencia a descansar poco.
7. Romper el cascarón. El impulso que haga que cambiemos, el clic, ¿es únicamente una cuestión de voluntad? Veamos otras posibles variables anteriores al momento del querer. Algunos hombres grandes, como De Sousa Santos, ponen en la indignación que les produce la injusticia y sus potentes imágenes el comienzo a partir del cual un individuo puede dar el paso. Para que resortes éticos de este tipo funcionen se necesitan personas con algunos rasgos mínimos de sensibilidad, que hayan vivido, al menos, experiencias de diversión crítica apartadas del mero consumo. En el amor, en la escuela o en la pobreza. Pensemos en la diferencia entre valiente, atrevido y descarado. Para qué nos sirve, por ejemplo, una estética descarada fuera de posicionarnos como producto. Necesitamos ir más allá y con los demás, pero no dejemos de buscar esos pequeños comienzos que pueden estar en cualquier parte.
8. No vendo lavadoras. No garantizo que así derroquemos gobiernos corruptos, organizaciones mafiosas. Pero vamos a mirarnos, lejos de esas “funciones de Navidad escolares donde ponen a los niños monos en primera fila y a los feucos detrás. La vida como eterno cásting de Mediaset” (@ecodelgueto).
1.Trascender el límite.La desaparición de los grandes relatos (que no de la izquierda reformulada como cambio a mejor para la mayoría), sumado a la deserción rentable y egoísta de muchos ilustres, no puede hacernos olvidar que nos encontramos viviendo en una sociedad más democráticamente atroz que nunca. De ahí, que no queramos salvadores; que seamos más inteligentes de lo que parece; que seamos conscientes de cuáles son nuestros intereses. Nunca como ahora hemos tenido tanta responsabilidad en lo que pasa, en qué compramos, en qué no hacemos. Pero este paraje tiene límites, y casi siempre los ponemos nosotros. Tu límite, ¿dónde está? ¿En el centro comercial o en las redes sociales?
2. La utilidad de la elegancia moral. Como estamos obligados a desenvolvernos en situaciones de gran complejidad debemos intentar ser sutiles, flexibles en la difusión de unos sentimientos prácticos que acabarán teniendo plasmación política. La radicalidad democrática podría vencer porque tiene mucho de tenue, de verdad pausada, de invisible. La búsqueda de la empatía requiere una estética de la espera, una actitud que dé oportunidades al otro, que evite que huya espantado. O aburrido.