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Dentro de unos días decidiremos nuestro destino en lo más cercano. Hemos oído propuestas, promesas y, cómo no, descalificaciones para los contrarios. Ruido y fanfarria. Tras las elecciones se volverán a plantear las cosas llenas de posibilismos y de análisis de la realidad. Y, de nuevo, los intereses creados volverán a laminar los brillos de las propuestas y las promesas que unos y otros habían realizado. No hay sorpresas.
Entre la falta de sentido de la realidad de unos y la hipocresía de otros que, aún sabiendo lo que hay en juego, crean una cortina de humo para disimular su verdadero interés, asistimos a unos hechos consumados que, digeridos por la distancia o el tiempo, nos permiten ver la verdadera dimensión de los desatinos.
Lo peor para el campo que nos ocupa semana tras semana en esta columna, nuestro patrimonio cultural o natural, es que los atentados contra el mismo, en muchos casos, producen efectos irreversibles, como es el caso de la edificación del hotel El Bosque sobre el paisaje de Los Cigarrales, el Centro de recepción de turistas sobre el perfil del Casco Histórico o la edificación del Quixote Crea sobre restos arqueológicos. Cuando no se produce un despilfarro absoluto de fondos que podrían haber tenido mejor utilidad, como es el caso del frustrado proyecto del barrio avanzado.
Y tenemos que hablar alto y claro: las Vegas de la ciudad, que se habían mantenido prácticamente inalterables durante siglos hasta hace unos años, están a punto de sufrir uno de los mayores atentados patrimoniales y paisajísticos de nuestra historia reciente. No es nuevo, la especulación se ha llevado por delante restos arqueológicos con gran valor, como ocurrió con la construcción del Colegio de Carmelitas con el teatro romano, de la clínica FREMAP (2001-2002), o la ruptura del paisaje, como sucedió al construirse la consejería de Fomento, el colegio de Santa Teresa, los bloques “grises” o el complejo hospitalario del Rosario.
La publicación digital del “Análisis de las anomalías detectadas en la prospección Geofísica mediante geo-radar multicanal (GRP) de la Vega Baja nos da un punto de partida para realizar una gestión integral de lo que queda de ”Vega Baja“, sobre cuya superficie se ha apresurado el gobierno municipal a habilitar aparcamientos ”disuasorios“, con una política de hechos consumados. Seguimos llamando la atención sobre los resquicios que la ley ofrece al declararse por separado parte de los restos arqueológicos, el Circo Romano, la Basílica de Santa Leocadia y la Fábrica de Armas.
Otro tanto sucede con la Huerta del Rey, sobre la que se ciernen también apetitos especulativos de tipo inmobiliario y de uso, o de la Peraleda, donde no se ha realizado, como se ha hecho en la Vega Baja, análisis de Geo-radar ni prospecciones arqueológicas. Veremos cómo, paso previo y necesario a la urbanización y la construcción de bloques de viviendas y cuartel de la Guardia Civil, se realizarán precipitadamente. Y constataremos cómo, también, se justificará su destrucción.
El ojo humano, la memoria -o la falta de ella- hará que con el tiempo se “integre” en el perfil de la ciudad lo construido, pero el daño estará hecho. Uno de los paisajes culturales y naturales más sugerentes que tenemos en nuestro país habrá desaparecido.
Dentro de unos días decidiremos nuestro destino en lo más cercano. Hemos oído propuestas, promesas y, cómo no, descalificaciones para los contrarios. Ruido y fanfarria. Tras las elecciones se volverán a plantear las cosas llenas de posibilismos y de análisis de la realidad. Y, de nuevo, los intereses creados volverán a laminar los brillos de las propuestas y las promesas que unos y otros habían realizado. No hay sorpresas.
Entre la falta de sentido de la realidad de unos y la hipocresía de otros que, aún sabiendo lo que hay en juego, crean una cortina de humo para disimular su verdadero interés, asistimos a unos hechos consumados que, digeridos por la distancia o el tiempo, nos permiten ver la verdadera dimensión de los desatinos.