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Las recientes elecciones vascas nos han dejado algunas lecciones muy importantes. La primera es que, en las Comunidades Autónomas con sentimiento nacional, los partidos que definimos como nacionalistas, triunfan, en el contexto actual, si olvidan las aspiraciones independentistas, y se centran en debatir -y proponer- sobre lo que verdaderamente interesa a los ciudadanos. Con las cifras de apoyo a la independencia entre la población vasca en mínimos históricos, el resultado de las dos formaciones soberanistas es el más alto desde el Estatuto de Guernica, el 72% de los escaños, y cerca del 70% de los votos. Y todo, con normalidad democrática, sin ruido y sin riesgos de aventuras sin futuro, como sucede en Cataluña.
Por otra parte, la campaña se ha desarrollado con total limpieza, con las discrepancias lógicas, pero sin insultos o descalificaciones. El perfil de los candidatos, en general, también, con formación, conocimientos y experiencia es una buena noticia para el País Vasco y su futuro.
Sin tiempo para el respiro, se avecinan dos elecciones, las catalanas y las europeas, en las que no estaría mal aplicarse en las lecciones que nos ha ofrecido la contienda vasca.
Centrarse en los temas que interesan a la ciudadanía, a nivel de las autonómicas en Cataluña, o en las materias que se deciden en Bruselas, en el caso de las europeas, contar con candidatos con la formación y conocimientos adecuados, y olvidar la gresca y centrarse en el juego limpio, sería una buena decisión por parte de los partidos. Estoy seguro de que los ciudadanos premiarán a quien siga estas reglas básicas. Todos ganaríamos.
Ya saben mis preferencias, claro. No me escondo. Tanto en las catalanas, con la apuesta de Salvador Illa, por el juego limpio y el debate sobre los temas importantes para la gente, uniendo y no desuniendo; como en las europeas, donde el PSOE debe afrontar los retos de la transición ecológica o de una PAC socialmente más justa, en la campaña y, posteriormente, en la euro-cámara.
En las dos citas nos jugamos mucho. Las catalanas afectan a la convivencia entre españoles -y entre catalanes- pudiendo condicionar el futuro de la legislatura a nivel nacional. En las europeas, por otra parte, se deciden muchas cosas que nos afectan en nuestro día a día. Una de ellas, la ya mencionada PAC, que no es solo una política para apoyar a nuestros agricultores y ganaderos -lo cual ya la hace verdaderamente importante-, sino que es una política que atañe a todos los ciudadanos europeos, en la medida en que es la garantía para la mayor seguridad alimentaria del mundo, el futuro del medio ambiente o el desarrollo de nuestros entornos rurales. Nada más y nada menos.
Nos toca a todos decidir.
Las recientes elecciones vascas nos han dejado algunas lecciones muy importantes. La primera es que, en las Comunidades Autónomas con sentimiento nacional, los partidos que definimos como nacionalistas, triunfan, en el contexto actual, si olvidan las aspiraciones independentistas, y se centran en debatir -y proponer- sobre lo que verdaderamente interesa a los ciudadanos. Con las cifras de apoyo a la independencia entre la población vasca en mínimos históricos, el resultado de las dos formaciones soberanistas es el más alto desde el Estatuto de Guernica, el 72% de los escaños, y cerca del 70% de los votos. Y todo, con normalidad democrática, sin ruido y sin riesgos de aventuras sin futuro, como sucede en Cataluña.
Por otra parte, la campaña se ha desarrollado con total limpieza, con las discrepancias lógicas, pero sin insultos o descalificaciones. El perfil de los candidatos, en general, también, con formación, conocimientos y experiencia es una buena noticia para el País Vasco y su futuro.