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Primera hora de un lunes diferente. La noche fue larga y de emociones contradictorias. Había tanto en juego en las elecciones generales que cuesta quitarse la preocupación de la mente y la sonrisa de la cara. No pasaron. Esta vez no han pasado, pero están ahí y lo volverán a intentar. Seguirá el acoso y continuarán las amenazas. Millones de personas les apoyan. Trabajadoras y trabajadores defendiendo a quien les explota y manipula. Algo se está haciendo mal. Algo se lleva haciendo mal desde hace demasiado tiempo.
El domingo estaba en juego la posibilidad de existir del sistema público de servicios sociales. Casi nadie habla de nosotras. Dependencia, cuidados, derechos sociales… ¡eh! ¡estamos aquí! Y somos más necesarios de lo que se nos atribuye. Invisibilizar tan frecuentemente un sistema público imprescindible no es la mejor forma de defenderlo.
Si anoche hubieran pasado habrían instalado como única opción la beneficencia devota, esa con la que mantienen vivos a personas pobres y excluidas por un sistema inaccesible para quien no nació bien situado.
No han pasado, pero están volando en círculos, esperando que el sistema caiga por sí solo para entrar y arrasar casi todo.
Sentado en mi despacho, mientras se enciende el ordenador y saco todo lo necesario para comenzar a trabajar, esta mañana me cuesta un buen rato centrarme. Pienso en que seguiré teniendo como referencia un centro de la mujer comarcal con cuatro profesionales que dominan perfectamente su trabajo y conocen de sobra la zona. Sé que van a seguir ahí las cinco compañeras de los servicios sociales comunitarios con las que comparto el día a día en los municipios donde desarrollo mi profesión. Todas ellas son referentes para la población y dependen de convenios. Su labor está en manos de la voluntad política del gobierno de turno, sea regional o nacional. En ocasiones me siento como un bicho raro por ser el único funcionario. Esto tampoco se está haciendo bien. Está claro.
Debemos recordar el deseo de no retroceder setenta años. Darnos cuenta de la necesidad de apostar sin reparos por reconstruir un sistema público fuerte y útil a todas esas personas que, fruto de la manipulación o de la necesidad, identifican como enemigos a individuos y colectivos equivocados, con quienes comparten problemas y ausencia de soluciones. Lo hecho hasta ahora nos ha traído la posibilidad del gobierno de quienes quieren mantener derechos y oportunidades sólo para ellos. Así que algo se estaba construyendo mal.
Es necesario fortalecer los servicios sociales. Si no somos suficientes en número, en preparación y en motivación, no podremos atender lo que vemos, ni prevenir lo que vendrá. No podremos ayudar a la gente a mejorar sus condiciones de vida, ni seremos capaces de acompañar a las suficientes personas en sus procesos vitales para que se sientan libres. Tanto como para querer defender su libertad a pesar de los múltiples voceros que se van a interponer en sus caminos. Hay que mejorar. Hay que invertir en el día a día de la gente. Hay que dejar de especular y olvidar las políticas que un día dan y al siguiente quitan. Hay que gobernar con valentía. De lo contrario, no podremos resistir la siguiente embestida.
Para poder decir cada vez con más garantías 'no pasarán', hay que empezar ya a hacer las cosas mejor.
Primera hora de un lunes diferente. La noche fue larga y de emociones contradictorias. Había tanto en juego en las elecciones generales que cuesta quitarse la preocupación de la mente y la sonrisa de la cara. No pasaron. Esta vez no han pasado, pero están ahí y lo volverán a intentar. Seguirá el acoso y continuarán las amenazas. Millones de personas les apoyan. Trabajadoras y trabajadores defendiendo a quien les explota y manipula. Algo se está haciendo mal. Algo se lleva haciendo mal desde hace demasiado tiempo.
El domingo estaba en juego la posibilidad de existir del sistema público de servicios sociales. Casi nadie habla de nosotras. Dependencia, cuidados, derechos sociales… ¡eh! ¡estamos aquí! Y somos más necesarios de lo que se nos atribuye. Invisibilizar tan frecuentemente un sistema público imprescindible no es la mejor forma de defenderlo.