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Las elecciones municipales y autonómicas de 2016 representaron para mucha gente el inicio de un camino hacia un cambio político en todo el país. Se continuaba con una tendencia iniciada en las calles y las plazas por el 15M, marcada por la necesidad de modificar las formas de hacer política, toda vez que las elecciones europeas de 2014 habían alterado el panorama político estatal dando alas a la esperanza.
Análisis de todo el proceso posterior ya los ha habido y para todos los gustos, desde unas y otras perspectivas, hasta llegar a las elecciones generales de 2015 y de 2016. Baste decir que el resultado final fue frustrante para una gran parte de la población.
Pero este artículo va de lo que toca ahora, que es gestionar la frustración. Toca trabajar con la gente para flexibilizar sus expectativas y ofrecerle alternativas aceptables.
Arrancó agosto con un encendido debate relacionado con la entrada de Podemos en el Gobierno de Castilla-La Mancha. Contestado y criticado en el interno de la organización por las formas de su adopción y por el fondo de sus contenidos, desató en Twitter (la red social gobernada por las hordas de la nueva política) una tormenta entre militantes y dirigentes hasta que una votación individualizada finalmente consolidó la decisión. En contraste con el ruido de unos, el PSOE se limitó a un debate sin votación en las asambleas y sin mayor pena ni gloria. Mientras, el PP se lanzaba a una campaña que, de exagerada, más pareciera ser paródica sobre los cuernos y el rabo de la nueva coalición.
Tratando con asepsis la relación y cronología de los hechos más relevantes (sin entrar en detalles, que los hay y probablemente sustanciales), se adivina una deriva que, al margen de cuestiones puntuales, apunta hacia un beneficio mutuo que repercute negativamente en un tercero, el que está comprensiblemente cabreado. Veamos:
1.- Podemos y PSOE firman un acuerdo de investidura que saca a Cospedal del gobierno. Una buena noticia.
2.- Ambas formaciones firman un acuerdo para la aprobación de los presupuestos de 2016 que pretende reforzar la sanidad, la educación, los servicios públicos y las políticas de emergencia.
3.- Como ya conocemos a [García-]Page, a algunos no nos sorprende el momento en que Podemos da por muerto el acuerdo de investidura debido a los incumplimientos que, en opinión de la formación morada, ha incurrido el gobierno regional.
4.- PSOE inicia conversaciones con Podemos para negociar los presupuestos de 2017.
5.- Podemos, tras un aparente acuerdo, vota en contra de los Presupuestos de 2017 y el Gobierno regional entra en un momento de bloqueo que lleva a Page a proponer una anticipación de elecciones.
El hartazgo de la gente, el desencanto y unas cuestionables expectativas electorales invitan a plantearse el acuerdo por ambas partes. Sin embargo, para algunos de nosotros, más allá de empatizar con el malestar de ciertos miembros de la organización y de la gente de su entorno ante la trayectoria aparentemente errática de Podemos respecto a su relación con el PSOE, cabe introducir en la ecuación lo aprendido tras los dos procesos de elecciones generales: por un lado, que el Parlamento no es capaz de cambiar las políticas que hace el PP en el gobierno, más allá de titulares puntuales; por otro, que la gente de izquierdas necesita resultados medibles y cuantificables para reeditar su confianza. Si no los encuentra, prefiere pasarse a la abstención.
Podría entenderse la suspicacia de una parte de Podemos acerca de la credibilidad de Page y su gobierno. Sin embargo y visto a la inversa, precisamente por esa desconfianza hacia el grado de cumplimiento que el PSOE sea capaz de desarrollar en torno a los acuerdos que alcanza, sería más recomendable aumentar el nivel de implicación en el Gobierno para garantizar ciertos logros a la vez que se demuestra que la capacidad de gestión va más allá de la simple teoría. Porque los ciudadanos nos jugamos mucho en las medidas de rescate, la recuperación de servicios en sanidad, educación y dependencia, en la puesta en marcha de rentas mínimas; también en la ordenación del territorio, del medio ambiente o de la investigación...
Así pues, con todas las salvaguardas del mundo, y siendo conscientes de las dificultades que implica cogobernar con un partido sustentado por criterios y lenguajes diferentes, desde Izquierda Abierta somos conscientes de que es mejor desear suerte a Podemos Castilla-La Mancha que declamar por “sapos y culebras” la pérdida del todo en el intento de conseguir una parte. Por el bien de la izquierda, si Podemos ha venido como partido a cambiar las cosas, es mejor ir bandeándose y metiéndose en el barro. Solo nos cabe desear que las mismas posibilidades empiecen a abrirse en el Parlamento nacional para que, al igual que en Castilla-La Mancha, se elimine la situación actual de bloqueo (y retroceso) de la que solo se beneficia el gobierno de Mariano Rajoy.
Gaspar Llamazares es portavoz de Izquierda Abierta (IzAb) y Eva Jiménez es concejala de Ganemos Toledo y miembro de la Ejecutiva de IzAb
Las elecciones municipales y autonómicas de 2016 representaron para mucha gente el inicio de un camino hacia un cambio político en todo el país. Se continuaba con una tendencia iniciada en las calles y las plazas por el 15M, marcada por la necesidad de modificar las formas de hacer política, toda vez que las elecciones europeas de 2014 habían alterado el panorama político estatal dando alas a la esperanza.
Análisis de todo el proceso posterior ya los ha habido y para todos los gustos, desde unas y otras perspectivas, hasta llegar a las elecciones generales de 2015 y de 2016. Baste decir que el resultado final fue frustrante para una gran parte de la población.