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Para los poderes fácticos el único voto útil es el que les permite implementar su programa, independientemente del resultado de las urnas. Todo lo demás sobra. El único objetivo que guía su programa es incrementar sus beneficios, sin que el aumento de la desigualdad o el deterioro de los servicios públicos importe. Siendo sus estrategias y sus relaciones de orden global, pero siempre determinadas y alimentadas por intereses de clase, el único patriotismo que les guía es el de su cartera.
Mantener sus privilegios es el nacionalismo que les une más allá de las fronteras y las patrias. En este sentido son cosmopolitas con una perspectiva amplia muy concreta: su ombligo. Son los usuarios habituales de los paraísos fiscales y los que dilapidan y saquean el patrimonio público mediante mordidas infames; los que externalizan y globalizan la precariedad laboral, y los que dictan el austericidio ajeno y el lujo propio; los que manejan y controlan a nuestros representantes políticos, tan febles (aunque no a todos), y a los que el anuncio de catástrofe ecológica inminente les importa un bledo porque en la fiesta permanente en la que viven, no ven más allá del día de mañana.
Por lo general son urbanitas y no saben de qué va la Naturaleza. El ecologismo les causa risas. El planeta en el que habitan es de orden monetario o incluso virtual, y es que el confort aísla y ciega en la misma proporción en que crece y se dilata el lujo. Se trata de un caso de inflamación de la mente. En cualquier caso y en caso de catástrofe ellos creen (los muy tontos) que se salvan. Si tuviésemos que poner cara y lema a esta “clase” dirigente y hortera, escogeríamos a doña Leona Helmsley, tan suya, que dictaminó aquello de: “Los ricos no pagamos impuestos. Solo la gente común los paga”. Dentro de ese marco ideológico que cabe en dos neuronas, la gente “común” (la que si paga impuestos) importa tan poco como el planeta. A todos los efectos, unos y otro son prescindibles, objetos de usar y tirar. Como los interinos de los servicios públicos españoles, víctimas de estafa inveterada, que también son objetos de usar y tirar. Aunque antes fue muy productivo explotarlos y exprimirlos. Y es que hay que decir que esta clase de “gobernanza” descerebrada controla ya y saquea también nuestras administraciones públicas. Es obvio que este poder extraparlamentario se lleva siempre el gato al agua, y que el bipartidismo turnante-tunante (PPSOE) ha sido en nuestro país el principal instrumento (y el mejor financiado) para imponer sus tesis y programas, es decir, sus intereses. Tras un periodo de aprensión por la aparición de movimientos y formaciones políticas nuevas que escapaban a su control financiero (oh sorpresa), y tras improvisar como respuesta inmune ante la insólita amenaza un nuevo socio “tripartito” del bipartidismo tunante (CIUDADANOS), la tranquilidad retorna al cotarro y el agua vuelve a su cauce, es decir, se estanca de nuevo. Todo está otra vez bajo la órbita de su mandato. Digamos algo sobre el voto útil, tan inútil en muchos casos.
El hecho de que el PSOE (instrumento imprescindible para ese tipo de gobernanza), se manifieste de izquierdas y en sintonía con Podemos durante el periodo de caza de votos, para acto seguido (una vez atrapado el voto “útil”) manifestarse en sintonía perfecta con Ciudadanos y con tendencia a entenderse a las mil maravillas con el PP de las mil y una corrupciones, descartando de repente ceder a ninguna de las pretensiones sociales y progresistas de Podemos, nos hace ver con claridad que quien está ahí detrás -como siempre- manejando los hilos de los pactos, es la tropa de Doña Leona Helmsley y compañía. De ahí que Pedro Sánchez saliera corriendo a entenderse con Macron. De ahí también que donde se esperaba revertir la reforma laboral (tal cual fue prometido por don Pedro Sánchez) ya no se espere tal cosa extravagante, y dónde se esperaba un “cambio” de rumbo hacia lo social y regenerador, ya solo se espere que el rumbo impuesto por los poderes fácticos se mantenga con mano firme y se lleve hasta el final sin contratiempos, sin que importe el número de bajas mientras pertenezcan a la gente “común” que paga impuestos.
No esperen tampoco de este PSOE una fiscalidad progresiva y social (como nuestra Constitución ordena) mientras los poderes fácticos no consientan ese disparate “constitucionalista”, y no parece que estén por la labor. Ellos ordenan, y el PSOE ejecuta. Nada nuevo bajo el sol radiante de España. En esta tesitura, aquellos que optaron por votar al PSOE son muy libres de considerar la utilidad de su voto en la forma que estimen oportuno, y comparando los hechos reales con las promesas supuestas, pero entiendo que muchos de los votantes de Podemos solo tendrán una percepción de la utilidad de su voto si este no se entrega “gratis” a los poderes fácticos que mangonean a este país y al PSOE. Ese voto solo debe comprometerse con un cambio de rumbo real que revierta las políticas neoliberales.
No hay nada más deletéreo para la fidelidad de un votante que el hecho de que este perciba la inutilidad de su voto. Sobre todo cuando este voto se utiliza para respaldar unas políticas diametralmente opuestas a las que él defendió en las urnas.
Para los poderes fácticos el único voto útil es el que les permite implementar su programa, independientemente del resultado de las urnas. Todo lo demás sobra. El único objetivo que guía su programa es incrementar sus beneficios, sin que el aumento de la desigualdad o el deterioro de los servicios públicos importe. Siendo sus estrategias y sus relaciones de orden global, pero siempre determinadas y alimentadas por intereses de clase, el único patriotismo que les guía es el de su cartera.
Mantener sus privilegios es el nacionalismo que les une más allá de las fronteras y las patrias. En este sentido son cosmopolitas con una perspectiva amplia muy concreta: su ombligo. Son los usuarios habituales de los paraísos fiscales y los que dilapidan y saquean el patrimonio público mediante mordidas infames; los que externalizan y globalizan la precariedad laboral, y los que dictan el austericidio ajeno y el lujo propio; los que manejan y controlan a nuestros representantes políticos, tan febles (aunque no a todos), y a los que el anuncio de catástrofe ecológica inminente les importa un bledo porque en la fiesta permanente en la que viven, no ven más allá del día de mañana.