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Ya ha pasado casi una semana desde que terminó el congreso federal PSOE. El lunes leía las noticias en los periódicos, y confieso que con cierta esperanza, con deseos de que marcharan bien las cosas para dicho partido, sin duda necesario en nuestra democracia. Tras la debacle en las europeas todo parecía perdido, pero la ejecutiva saliente tomó la decisión de hacer cambios en las primarias y el panorama del ánimo acusó cierta mejoría.
El resultado parece más que correcto: un proceso de primarias transparente y completamente abierto a los militantes, pero sin abandonar la tradición y la liturgia del congreso, con sus negociaciones, sus pasteleos y los asuntos normales que acontecen en un cónclave de este tipo. Salió el más “bonico” de los tres candidatos, Pedro Sánchez, y atrás quedaron el presuntamente heredero del aparato, Madina, y el catedrático de universidad Pérez Tapias. No son tan guapos, que le vamos a hacer. Se observa en la portada de El País del domingo pasado una foto cenital de Sánchez, mirando a cámara con la mejor de sus sonrisas y levantando el puño mientras los militantes le rodean.
“Jo, que guapete” pensará mi madre cuando lo ve en la televisión, y como mi madre mucha otra gente, y esa mucha gente de pronto se siente cómplice del proceso, y casi militante, y que alegría en el hotel, rosas rojas por doquier, detalles colorados en paredes y adornos, la palabra “socialistas” hasta en el papel higiénico, y que aplausos, que abrazos, somos los mejores, la tormenta ha pasado, guau, mañana salimos del desierto y la gente volverá a confiar en nosotros, no les decepcionaremos, y con el candidato tan majete y tan guapo que tenemos....coser y cantar, ya lo verán.
Ya ha pasado casi una semana desde que terminó el congreso federal del PSOE. Ya se ha recogido el atril, se ha barrido el confeti, y los aplausos y los vítores volaron hacia el sumidero del silencio.
Vuelvo a echar un vistazo a la noticia en el periódico del domingo pasado, a releer las declaraciones, las intenciones, los discursos, y entonces me entristezco y me pellizco porque soy un iluso, porque parece que quiero que me engañen, porque no se hasta dónde soy capaz de creer el hecho de que el PSOE sigue siendo un partido de izquierdas, o al menos que podrá llegar a serlo. En ocasiones he justificado sus ademanes liberales debido a que, como es una formación tan grande, conviven en ella familias para todos los gustos, más escoradas hacia lo social-liberal (¿cómo puede comerse semejante cosa?), más centradas, más socialdemócratas, y concluyo que en algún momento el ala izquierdista puede hacerse con el poder dentro del partido. La posibilidad existe, ¿no?
Hay un anuncio repugnante por ahí que dice, “no tenemos sueños baratos”, y aunque no creo en la consigna que vende, digamos que se adapta a las circunstancias de este artículo, al asunto de lo que es el PSOE y lo que a mí me gustaría que fuera. Y el PSOE es lo que es, es la izquierda posibilista que defiende gente tan deleznable como el Primer ministro francés, Vals, es esa izquierda europea que mantiene la impostura, la apariencia progresista pero que en cierto momento se vendió del todo al gran capital, y al venderse ella nos vendieron a todos los demás.
El PSOE es la izquierda de “orden e progreso”, pero sobre todo de orden, del orden que impone el capital. La mayoría de sus militantes representa esa izquierda moderada, “de izquierda diestra”, blandita, suave, mesurada; y son ellos los que han elegido a Sánchez. Podrían haber optado por Tapias, que es republicano, que habla de alianzas con otros partidos de izquierdas y no se muerde la lengua, pero el catedrático es tan solo un 15% de los afiliados al PSOE que votaron en las primarias, y reconozcámoslo: no resulta guapo y Sánchez si. Efectivamente yo puedo tener sueños caros donde el PSOE es un partido como el que propugna el señor Tapias, pero la realidad cruda al despertar es que los militantes del PSOE quiere un modelo socialdemócrata centradito y bien vestido que no ponga nerviosos a los grandes grupos financieros sino que los deje hacer, que no amenace al sistema ni proponga cambios radicales, que levante a las clases medias que mueven el consumo y que, a diferencia de otras alternativas de izquierda, como IU o Podemos, no grite demasiado y luzca algo de glamour. Esto es así, y lleva siendo así hace treinta años, o sea, que ni siquiera es nuevo.
Mi sueño del PSOE como partido socialdemócrata y republicano que pone la justicia, la democracia, el juego político limpio y el interés de los ciudadanos por delante de los beneficios de los poderosos y sus empresas, parece que tendrá que esperar. A lo mejor me equivoco y Sánchez nos sorprende y le da un vuelco al partido y... ¿Ven como soy un iluso?
Ya ha pasado casi una semana desde que terminó el congreso federal PSOE. El lunes leía las noticias en los periódicos, y confieso que con cierta esperanza, con deseos de que marcharan bien las cosas para dicho partido, sin duda necesario en nuestra democracia. Tras la debacle en las europeas todo parecía perdido, pero la ejecutiva saliente tomó la decisión de hacer cambios en las primarias y el panorama del ánimo acusó cierta mejoría.
El resultado parece más que correcto: un proceso de primarias transparente y completamente abierto a los militantes, pero sin abandonar la tradición y la liturgia del congreso, con sus negociaciones, sus pasteleos y los asuntos normales que acontecen en un cónclave de este tipo. Salió el más “bonico” de los tres candidatos, Pedro Sánchez, y atrás quedaron el presuntamente heredero del aparato, Madina, y el catedrático de universidad Pérez Tapias. No son tan guapos, que le vamos a hacer. Se observa en la portada de El País del domingo pasado una foto cenital de Sánchez, mirando a cámara con la mejor de sus sonrisas y levantando el puño mientras los militantes le rodean.