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Continuamente vemos noticias en los telediarios y demás medios de comunicación sobre la situación en nuestro país en torno al precio del alquiler, la congelación de salarios, la subida del CO2, etc. Pero hay un tipo de información que o bien pasamos por alto, o no tienen eco periodístico: el mundo rural.
Aparte de las cadenas televisivas autonómicas y los medios locales, si no vivimos en pueblos o localidades rurales no sabemos mucho de nuestro entorno y de cómo se desarrolla la vida en nuestra región, especialmente en Castilla-La Mancha. Por lo que voy a hablar de un sector que siempre ha estado muy latente en nuestra región y del que nunca se habla: la ganadería, desde un punto de vista más global y crítico.
Actualmente, los ganaderos son víctima de los bajos precios a los que venden la leche, que ha supuesto una bajada del 14% en los últimos cuatro años. Esto supone un 10% por debajo de la media europea, un 11% con respecto a Francia y un 13% frente a Alemania. La diferencia de precio entre este y el precio de venta es abismal, la cual la mayor parte va dirigida a la gran industria por lo que los ganaderos cada vez tienen que hacer frente a unos costes de producción más altos, mientras que su producto no sube de precio y/o no le destinan desde los grandes distribuidores las remuneraciones adecuadas, lo que a corto plazo se puede arreglar con pequeños ajustes económicos como subvenciones al sector. A largo plazo no tiene remedio, ya que es el propio sistema el que no tiene una salida acorde con el pequeño empresario y las granjas familiares para que puedan mantener una estabilidad económica.
En 2018, abandonaron el sector 799 ganaderos hasta noviembre, lo que supone dos ganaderos diarios, lo que conlleva no solo a la destrucción del sector lechero sino a la proliferación de macrogranjas porcinas, con la excusa de que económicamente son más rentables debido a su impacto en número de ganado y su barata y precaria mano de obra. Sin olvidar su impacto ambiental en cuanto a olores, contaminación de aguas por residuos y aumento de enfermedades. Esta es otra característica que apenas tiene impacto más allá de los que conocen el sector, la calidad del animal en granjas pequeñas y familiares está en constante mejora, desde el control de la higiene del entorno, hasta los niveles de humedad y temperatura. La calidad de vida del animal supone una mejora de la producción.
Que la ganadería vaya disminuyendo es síntoma y a la vez causa del despoblamiento rural ya que los trabajadores, y cada vez más trabajadoras, son el principal sustento de la población rural, lo que permite el desarrollo y mantenimiento de los pueblos de la región, donde se puede llevar una vida más tranquila que en una ciudad, con menos contaminación, con más facilidades para el transporte interior y para una mejor infancia. La caída de población en estos provoca un impacto económico negativo, ya que se aportan menos ingresos a los pequeños negocios y los propietarios se ven obligados a irse a la ciudad, cayendo la actividad y la vida en el municipio. Por otro lado, la escasa importancia que se le da desde las instituciones al desarrollo de la vida de las pequeñas localidades y de su entorno trae con ello el escaso mantenimiento del ecosistema y del turismo rural.
Por otra parte, la destrucción del tejido social rural supone la directa destrucción del sector agrario como le conocemos hoy en día, con una valorada calidad del producto, de la valoración de su precio, su coste laboral y las condiciones de este. A contrario, la gran industria mantiene como secundario el nivel del producto, ya que lo importante generalmente es el precio y la ganancia que se obtiene de ello, sin preocuparse por cuidar el origen y la primera mano de obra del producto como sus condiciones laborales, una vez más, los trabajadores salen peor parados.
No es de extrañar, que a un niño que viva de la ciudad le preguntes de dónde viene la leche y te conteste que del supermercado, que no conozca el origen real, las granjas. Esto tiene un factor ideológico: el desconocimiento del producto y su sector conduce a un desinterés por el mismo provocando así que nadie se preocupe por trabajar en él, ya que la entrada en ese mercado supone la toma de decisiones que pueden contravenir los intereses de los titulares de los medios de producción, evidentemente, contrarios a los del libre mercado si se trata de una pequeña granja familiar o no se hereda una cantidad muy considerable de patrimonio.
La situación en el conjunto del país del sector primario va a ir empeorando debido a que el actual modelo no está hecho para mantener un nivel de vida de los trabajadores y de sus productos de manera sostenible. Los ganaderos siguen haciendo inversiones para mejorar el funcionamiento de la granja y poder obtener un producto de buena calidad que no se remunera como se debe, solo hay que ver el precio de la leche: 0,32 euros/l el pasado mes de diciembre en Castilla-La Mancha. Mejoran los niveles del cuidado animal que apenas se ve reflejado a parte del pequeño aumento del prestigio dentro del sector.
Más allá de la salida de la reciente crisis, la raíz del problema fue la entrada en la Unión Europea, que vendió parte de nuestra soberanía económica en todos los sectores, destruyendo el sector primario y la industria para convertirnos en ladrillo y turismo. De este modo, no solo se apostó por otro modelo económico, sino que el sector primario se vio envuelto en un círculo vicioso de la simple oferta y demanda -un funcionamiento básico y simple de la economía capitalista- debido a no realizarse una reforma agraria desde abajo que verdaderamente permitiese el desarrollo del sector desde el propio Estado y la intervención de los propios ganaderos y agricultores del sector primario.
Como España necesita importar leche del extranjero debido a su déficit productivo, y como Francia tiene un excedente del producto, esa porcentaje de exceso lo vende a un precio bajo para poder sacarlo del mercado, que resulta en una situación de competitividad entre el producto nacional y el exterior, por lo que el ganadero de aquí ve disminuido el valor de su producto que viene a ser las ganancias que obtiene de su propia producción.
Nuestras instituciones apenas pueden decidir el valor de un producto, no pueden intervenir en él, se deja todo a la lógica de la autorregulación del mercado. Actualmente, las medidas más destacadas de las instituciones son subvenciones económicas que ayudan a paliar durante una época los problemas. La industria lechera, que no conformada por los ganaderos que producen leche, sino por aquellos que tienen a su disposición una gran cantidad de medios para poder comprar la leche a aquellos al precio que les convenga, de manera que los ganaderos puedan ir sobreviviendo mientras la industria puede seguir acumulando un colchón económico amplio, lo que viene a ser el capitalismo y las consecuencias de la titularidad de los medios de producción, que en este caso es todas las herramientas para poder poner en circulación en el mercado el producto y poder decidir sobre su valor.
Está claro que España necesita una gran reforma agraria, desde eliminar las grandes subvenciones a los ricos para una mejor redistribución, como una reestructuración en el sistema productivo lechero ya que la economía actual estudia el producto y su valor, pero no el método de producción.
Esta reforma agraria debe ir a la raíz del problema si se quiere llegar a una solución que traiga un bienestar en los ganaderos y agricultores españoles, la valorización de su producto y la recuperación de la soberanía de su tierra. Esto se traduce en que los propios ganaderos, agricultores y trabajadores del sector del Estado tomen la dirección que deba llevar la producción y el mercado lechero y agrícola.
Obviamente, esta es una medida muy a largo plazo que en nuestro sistema no es posible. En resumen, una medida muy intervencionista, qué menos que sean los propios productores los que decidan de su propio trabajo y no estén vendidos desde despachos donde se desconoce las circunstancias de cómo se obtiene el producto.
Si todos sabemos cómo es la situación actual toca preguntarnos, ¿qué se puede hacer para que los trabajadores y ganaderos tengan no sólo voz en su propia producción? ¿Debería cambiar algo para que así fuese? Si es así, ¿es posible un modelo agrario distinto? ¿Sería posible bajo las condiciones del actual sistema económico?
Continuamente vemos noticias en los telediarios y demás medios de comunicación sobre la situación en nuestro país en torno al precio del alquiler, la congelación de salarios, la subida del CO2, etc. Pero hay un tipo de información que o bien pasamos por alto, o no tienen eco periodístico: el mundo rural.
Aparte de las cadenas televisivas autonómicas y los medios locales, si no vivimos en pueblos o localidades rurales no sabemos mucho de nuestro entorno y de cómo se desarrolla la vida en nuestra región, especialmente en Castilla-La Mancha. Por lo que voy a hablar de un sector que siempre ha estado muy latente en nuestra región y del que nunca se habla: la ganadería, desde un punto de vista más global y crítico.