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Casi todos estamos de acuerdo en que la intervención del hombre es necesaria para revertir el deterioro ambiental que está causando en la biosfera y cuyo resultado es evidente ya a nivel global. Debemos cambiar nuestro modelo de desarrollo, reducir emisiones y consumo de materias primas, pero también tenemos que arreglar lo que hemos estropeado, porque la resiliencia ecológica de los ecosistemas ha desaparecido y ya no son capaces de recuperarse por sí solos.
El humedal de Las Tablas de Daimiel (Ciudad Real) no es un caso aislado, pero sí uno de los referentes del esfuerzo por la conservación de un entorno con altísimo valor ambiental. A pesar de que ha sido reconocido con los máximos calificativos de protección ambiental posibles (Parque Nacional, Reserva de la Biosfera y sitio Ramsar, entre otros muchos), muchos han tratado y tratan que desaparezca, o hasta que sea invisible. La situación actual del humedal es el resultado de lo que ha ocurrido en su entorno desde hace cientos de años, pero con mayor incidencia de los excesos del último tercio del siglo XX. Desde que fue nombrado Parque Nacional, para su conservación se tomaron numerosas medidas, algunas regionales, como la declaración de sobreexplotación del acuífero, el control de los bombeos mediante dotaciones y la mejora de la depuración de las aguas residuales, y otras con un enfoque más ecosistémico (o local): construcción de presas para retener el agua, trasvases de agua desde otras cuencas, una batería de pozos de bombeo de emergencia, un dispositivo de retención de contaminantes antes de llegar al humedal, siega de la vegetación oportunista y control de las poblaciones de peces.
Mientras que a escala regional la presión socioeconómica ha impedido buenos resultados y el acuífero que debería abastecer al humedal sigue esquilmado, el resultado de las medidas locales siempre ha cumplido con los propósitos para los que fueron implementadas. Sin esas medidas, la situación del humedal hoy sería dramática y nos estaríamos lamentando de su desaparición y de las multas que habría que abonar a la Unión Europea como consecuencia de los daños ambientales causados por la inacción de nuestros políticos, probablemente promovidas, como es de esperar, por grupos ecologistas que defienden la naturaleza.
La consultoría que proporciona el CSIC al Parque Nacional tiene un enfoque conservacionista basado en criterios científicos, que pretende preservar y restaurar los valores ambientales del humedal, que son muchos y muy importantes. Nuestro objetivo como científicos de una institución pública de investigación es proponer de manera desinteresada e independiente soluciones ambientales basadas en el conocimiento científico. El estado ecológico actual de Las Tablas de Daimiel, ya se dijo hace años, es nuevo y no tiene un referente histórico, pero no por ello debe pretenderse abandonarlo a su suerte como sugieren algunos grupos conservacionistas regionales de Castilla-La Mancha.
La intervención en los humedales no es un invento del CSIC, ni del Parque Nacional, ni de ningún grupo de interés de la región o nacional. La restauración ecológica es una actividad que propone medidas correctoras que palíen los efectos nocivos de la actividad humana en el ambiente, algunas de ellas con carácter regulador, otras con carácter intervencionista. Son muchos los humedales restaurados en el mundo y en España y los resultados son casi siempre muy exitosos, incluyendo algunos casos como la antigua Laguna de Antela (Orense), en las que el promotor ha sido Ecologistas en Acción, con el objetivo de recuperar una laguna desecada y transformada en tierras de cultivo.
En el caso de Las Tablas de Daimiel, la dirección del Parque está preocupada por el área del Itinerario de la Isla del Pan (10 ha), la zona que recorren los visitantes que se acercan hasta el humedal y cuyo recorrido valoran muy positivamente, como consta en una reciente encuesta. Y es que aquí, la acumulación de materia orgánica y la producción de fango orgánico es tal que ya no es posible dar mantenimiento ni abrir zonas sin vegetación para que proliferen ovas y aves. Y la causa es la entrada a lo largo de varias décadas de un agua muy contaminada que ha generado la acumulación de un gran espesor de fango orgánico mal oliente que ha dañado el funcionamiento del humedal y que tiene un efecto muy importante en la biodiversidad. La solución que se propone aquí es la que se ha practicado en muchos humedales del mundo: la retirada de ese sedimento orgánico para fomentar una biocenosis (todos los grupos de seres vivos que deben ocurrir) acorde con los recursos disponibles.
Aunque se lleve una década añadiendo agua de buena calidad a esta zona, la calidad de los sedimentos es tan mala que la convierte en pésima. Puede no hacerse nada y permanecer impasibles ante el deterioro, como sugiere Ecologistas en Acción de Ciudad Real, pero es nuestro deber, como especialistas, advertir de que el futuro de los ecosistemas no pasa por cruzarse de brazos, si no por remangarse.
*Salvador Sánchez-Carrillo es investigador del Grupo de Biogeoquímica de Ecosistemas del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC y representante del CSIC en el Patronato del Parque Nacional Las Tablas de Daimiel.
Casi todos estamos de acuerdo en que la intervención del hombre es necesaria para revertir el deterioro ambiental que está causando en la biosfera y cuyo resultado es evidente ya a nivel global. Debemos cambiar nuestro modelo de desarrollo, reducir emisiones y consumo de materias primas, pero también tenemos que arreglar lo que hemos estropeado, porque la resiliencia ecológica de los ecosistemas ha desaparecido y ya no son capaces de recuperarse por sí solos.
El humedal de Las Tablas de Daimiel (Ciudad Real) no es un caso aislado, pero sí uno de los referentes del esfuerzo por la conservación de un entorno con altísimo valor ambiental. A pesar de que ha sido reconocido con los máximos calificativos de protección ambiental posibles (Parque Nacional, Reserva de la Biosfera y sitio Ramsar, entre otros muchos), muchos han tratado y tratan que desaparezca, o hasta que sea invisible. La situación actual del humedal es el resultado de lo que ha ocurrido en su entorno desde hace cientos de años, pero con mayor incidencia de los excesos del último tercio del siglo XX. Desde que fue nombrado Parque Nacional, para su conservación se tomaron numerosas medidas, algunas regionales, como la declaración de sobreexplotación del acuífero, el control de los bombeos mediante dotaciones y la mejora de la depuración de las aguas residuales, y otras con un enfoque más ecosistémico (o local): construcción de presas para retener el agua, trasvases de agua desde otras cuencas, una batería de pozos de bombeo de emergencia, un dispositivo de retención de contaminantes antes de llegar al humedal, siega de la vegetación oportunista y control de las poblaciones de peces.