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El río del olvido

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Unos cuantos recuerdos antes de que se olviden para siempre. Cuando H.L. me visitó en T. en la primavera del 2002, él ya sólo viajaba a ciudades con río, su amor por lo fluvial le venía de lejos. Como regalo me trajo el libro de Adrienne Lanzmann, 'Promenade fluviale', en el que se catalogan y describen más de cien paseos fluviales de ríos que atraviesan ciudades de Europa; el libro comienza con el Arno a su paso por Florencia y termina con el Guadalquivir en Sevilla, además de una lista muy detallada de ríos franceses practicables para el baño, acompañando muchos de los textos con fotografías de Suzanne Bullrich.

Por tratarse de un libro de 1979, de manera irónica H.L me dejó ver que el paseo fluvial de T. no aparecería. Hace dos años, en una visita exprés camino de Lisboa me lo volvió a preguntar mientras paseábamos río arriba hacia el Arpa de los vientos. ¿Qué es exactamente T.? Yo había estado preparando la respuesta durante siglos -Un pueblo grande en una ciudad pequeña-. Es así que el presente la hunde mientras emerge del pasado. El río discierne las miserias de la ciudad, en él todo ya flota, la densidad del teatro de la vida en el que representamos el papel del nihilista; la culpa la tiene tanta gente apiñada, la ciudad se debería haber extendido a lo largo del río mucho más de lo que lo hizo, y haber crecido de la misma forma en las dos orillas, eso cambia la dimensión y la comprensión de todo; lo que hace pensar en el silencio, el bullicio de una ciudad tan constreñida es el de una feria constante, una especie de kermes absurda donde todo gira alrededor de una manera vertiginosa.

Durante esa breve visita volvió a regalarme el mismo libro de Adrienne Lanzann en una nueva edición en castellano aparecida hace tres años en Ibérica Verlag. Ábrela, si apareciera el paseo fluvial de T. tu estarías ahí abajo nadando en las aguas negras. Hace unos días hablamos por teléfono. Se ha escapado de París para refugiarse durante estos días de primavera negra en su casita a las afueras de Poitiers a las orillas del Clain; el viernes santo me mandó unas fotografías desde el puente Saint-Cyprien, nubes como gasas se reflejaban en las aguas del río hundidas en el cielo azul. Ahora paso gran parte del día hablando por teléfono, la oreja se me ha agrandado. Estuvimos hablando hasta la madrugada de paseos fluviales a la vez que recordábamos los días de Roma y las largas caminatas a lo largo del Tiver hacia Ostia. Hablar con H.L. es hablar siempre de la metafísica de la esperanza siendo los dos ya dos grandes escépticos.

Los paseos fluviales son el lugar donde los hombres caminan deprisa, sin detenerse a mirar o contemplar el mundo. En ellos se da el mismo ritmo frenético que se ha impuesto en las ciudades con metro; normalmente los ríos están detenidos a su paso por las ciudades, muertos de agua, grandes estanques para el olvido de un líquido espeso y oscuro. Otro recuerdo cogido con pinzas de ropa. En un viaje por el Noroeste de la península en aquel citroën dos caballos de color rojo que había traído desde Paris, atravesamos el Limia hacia Portugal por el paso de A. Madalena, en ese momento ya un río embalsado de aguas negras y pozos de bruma; ya en la parte portuguesa detuvo el coche y bajamos hasta la orilla, de repente comenzó a gritar el nombre de sus antiguos compañeros de universidad y el de los viejos profesores muertos, entre ellos Jacques Derrida, al que llamaba el brujo.

Él nunca olvidaba lo que otros suelen olvidar con facilidad, las fechas de los cumpleaños no le importaban gran cosa

Él nunca olvidaba lo que otros suelen olvidar con facilidad, las fechas de los cumpleaños no le importaban gran cosa. A pesar de tratarse de aguas más bien sucias, se arrodilló en la orilla y bebió con la mano,  después me invitó a hacer lo mismo. Ya hemos atravesado el río del olvido, ahora es momento de recordar. El Limia era el Lethes de los antiguos romanos, al confundirlo con el legendario río Lete, o río del Olvido del Hades, ellos creían que tenía la propiedad de borrar la memoria de quienes lo cruzaban. A nosotros que lo habíamos cruzado por aquel paso de A Madalena camino hacia otros ríos, nos hizo recordar que este mundo sigue estando lleno de miserias y alegrías del mismo modo que siempre lo estuvo y lo estará. Ahora todos los ríos que cruzo son el Letes, y el Hades una ciudad somnolienta muy parecida a Coimbra. Surcando el Mondeo en una especie de moliceiro hacia Figueira da Foz, entre campos de arroz pensé estar por un momento en Srébarna, paralelo a la vía Póntica, en los últimos tramos del Danubio. Pero ningún paso de río alguno fue tan determinante en mi existencia como al atravesar el río por el paso de Fratel, allí lo olvidé todo por una chica de Castelo Branco, y mi Lete original se secó para siempre.

Otro recuerdo casi olvidado en el que volvemos a encontrarnos. Un viaje durante la pascua de 2013 a la Raía para conocer los afluentes de la margen derecha del río, el Ponsul y el Zezere. De nuevo nos habíamos vuelto seres políticos y no dejábamos de discutir durante todo el trayecto en coche, en esta ocasión nos acompañaban JAB y Brodsky; a la altura de Coria nos detuvimos para recorrer el nuevo paseo fluvial en el Alagón. La conversación comienza en una terraza fluvial a la sombra de viejos chopos. Los artículos de combate de Camus deberían estar en las escuelas, dije, re-alfabetizar a los jóvenes con ese tipo de literatura sería en este momento necesario. El objetivo sería sanear la democracia. ¿Y cómo se sanea una democracia?, apuntó H. Mientras mirábamos el río, la nieve de los álamos se posaban en las aguas negras como cigotos de una vieja primavera. Por una vez Brodsky se mantuvo callado y se limitaba a escuchar. La conversación degeneró.

Es curioso cómo los espacios donde vivió la barbarie se rehabilitan como lugares asépticos e inservibles; se esconde la mierda, los jóvenes son nuestra mierda, el río es nuestra mierda. Ahí se acabó la conversación, después para alejarnos lo antes posible de una procesión continuamos el viaje en silencio. Cuando en un periódico dices tres veces mierda salta la alarma, y posiblemente te manden a la mierda, pero yo soy mierda, en el río va mi alma. Hoy me bañaré en estas aguas sucias como homenaje a mi amigo H.L. que ya lo estará haciendo por mí en las aguas no más limpias que estas del Clain. Le escribo esto de noche: en la mierda tengo miedo a la mierda, el asco es una bagatela existencial, la mierda es natural, es nuestra, la depositamos como se depositan las palabras que suelen ser mierda. Las palabras de nuestro tiempo son mierda. La radicalidad nihilista de nuestros jóvenes de alguna manera es mierda; mira el río, es nuestra mayor mierda, los sueños colectivos son la grossemerde. Pido consejo al río, pongo la gran oreja en una piedra pontificada. ¿Y qué me dice? La mierda de este tiempo es el espíritu, se recicla como se recicla la muerte, las aguas fecales, el aire sucio en árboles ciegos, las ideologías en ideas de hielo. ¿Qué no es mierda? El cielo está lleno de mierda, las aguas, los niños son nuestra mierda más íntima, un niño es orín y caca, al joven le sale la mierda por la boca cuando habla.

Tuve la suerte de recibir informes del río del gobierno del río, las tierra del río, y subrayé la mierda, la gran mierda retórica, los leí de noche y los quemé; informes secretos del río y del gran reino de la nada, y todos éramos mierda, imaginé que el mundo podría ser mejor, pero sólo te lo digo a ti, mi querido hombre del agua. Aún no he abandonado la vieja idea de que Los artículos de Combat de Camus sean asignatura obligatoria en los colegios y liceos de Europa. Primera lección: La noche de la verdad: “En esta noche sin igual concluyen cuatro años de una guerra monstruosa y de una lucha indecible en la que Francia bregaba con su vergüenza y su rabia. Quienes nunca perdieron la esperanza ni en sí mismos ni en su país hallan bajo este cielo su recompensa. Esta noche vale sobradamente un mundo, es la noche de la verdad.” Cruzaremos muchas veces de nuevo el río del olvido. La memoria es la gran vacuna contra la incertidumbre.

Unos cuantos recuerdos antes de que se olviden para siempre. Cuando H.L. me visitó en T. en la primavera del 2002, él ya sólo viajaba a ciudades con río, su amor por lo fluvial le venía de lejos. Como regalo me trajo el libro de Adrienne Lanzmann, 'Promenade fluviale', en el que se catalogan y describen más de cien paseos fluviales de ríos que atraviesan ciudades de Europa; el libro comienza con el Arno a su paso por Florencia y termina con el Guadalquivir en Sevilla, además de una lista muy detallada de ríos franceses practicables para el baño, acompañando muchos de los textos con fotografías de Suzanne Bullrich.

Por tratarse de un libro de 1979, de manera irónica H.L me dejó ver que el paseo fluvial de T. no aparecería. Hace dos años, en una visita exprés camino de Lisboa me lo volvió a preguntar mientras paseábamos río arriba hacia el Arpa de los vientos. ¿Qué es exactamente T.? Yo había estado preparando la respuesta durante siglos -Un pueblo grande en una ciudad pequeña-. Es así que el presente la hunde mientras emerge del pasado. El río discierne las miserias de la ciudad, en él todo ya flota, la densidad del teatro de la vida en el que representamos el papel del nihilista; la culpa la tiene tanta gente apiñada, la ciudad se debería haber extendido a lo largo del río mucho más de lo que lo hizo, y haber crecido de la misma forma en las dos orillas, eso cambia la dimensión y la comprensión de todo; lo que hace pensar en el silencio, el bullicio de una ciudad tan constreñida es el de una feria constante, una especie de kermes absurda donde todo gira alrededor de una manera vertiginosa.