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Las Tablas de Daimiel viven uno de sus mejores momentos de los últimos años. Con los aportes de agua de los ríos Gigüela y Azuer de los últimos dos meses, tras años de grandes sequias y cauces secos, y la extracción de agua de los pozos de emergencia del Parque Nacional, la situación hoy es muy positiva, con más de 600 hectáreas encharcadas.
La naturaleza es en nuestra tierra seca, extraordinariamente resiliente, y con rapidez ha aparecido la vegetación acuática y las aves asociadas, que han empezado a reproducirse y nidificar.
Es una sensación preciosa recuperar en la retina la imagen de las Tablas de Daimiel llenas de vida.
Conviene recordar que el medio rural que rodea al Parque Nacional depende, en gran medida, de una agricultura social ligada al uso del agua, gracias a la cual, se han desarrollada las denominadas agrociudades de la Mancha, un tejido rural vertebrado, con acceso a servicios públicos e infraestructuras que hoy nos permiten augurar un futuro cierto para este territorio.
La agricultura en la zona debe ser compatible con la preservación de los espacios naturales, los humedales y los acuíferos. Para ello, hay que apostar por una regularización urgente de los pozos comprometidos hace años por las administraciones, instalando caudalímetros en todos los puntos de extracción e incrementando los controles, con el consecuente ahorro de agua. Las limitaciones productivas en el viñedo, orientadas a la reducción del consumo de agua, o la sustitución de herbáceos más demandantes de agua por cultivos leñosos adaptados a las características de la zona, como el pistacho, el almendro o el olivo, en marcha desde hace unos años, han de ayudar a mejorar los niveles piezométricos del acuífero y la situación de los humedales.
La creación de bancos públicos de agua para la incorporación de los jóvenes al sector agrario y para aumentar la rentabilidad de las pequeñas y medianas explotaciones familiares en la zona, es imprescindible para asegurar el tejido empresarial, gracias al cual es posible hablar de desarrollo rural en la comarca.
Se trataría de un cambio disruptivo en la política del agua, encaminado a considerar el recurso como lo que es, un bien público. Así lo impulsé en mi etapa como consejero responsable de agua en Castilla-La Mancha, a través de una nueva Ley de Aguas y de un Plan Agua, en el que la puesta en funcionamiento de la tubería a la llanura manchega, para consumo de boca en los pueblos del Alto Guadiana -con la consecuente reducción de las extracciones de agua subterránea-, fue uno de los hitos más relevantes.
En definitiva, una comarca y un humedal único que dependen totalmente de la forma en que seamos capaces de gestionar el agua que nos da la vida.
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