Estaba viajando por Sudamérica, de mochilera, sin fecha de vuelta “ni mucho plan”. Pero el sentimiento de indignación humana ante las caóticas situaciones que viven millones de personas refugiadas en el mundo -o que aspiran a ser refugiadas- no avisa. Esto le pasó a Paloma Camacho, una poeta novel a la que su conciencia le impidió continuar ese viaje y la llevó a Grecia, al campo de refugiados de Katsikas, para aportar su ayuda a los cientos de personas que habían escapado de la guerra, de la miseria, y que buscaban en Europa la vida que les estaban robando en sus países.
Volvió a Madrid, tomó aire y gestionó un viaje por medio de una ONG sueca que ha derivado, tras una experiencia de varios meses, en un poemario titulado ‘Cartografía de un abandono’, el cuarto lanzamiento de la Editorial Gato Encerrado y que presentará esta tarde en Toledo, en el espacio Urbana 6 a las 20.00 horas, en un acto al que asistirán el concejal Diego Mejías y el cantautor y poeta Carlos Ávila.
Sin haber previsto que terminaría recopilando los textos que las ganas “de protestar y concienciar” le hicieron escribir, la autora detalla en una entrevista a toledodiario.es que esta publicación narra sus pasos previos al viaje, su experiencia en el campo y la enfermedad que atravesó después.
Paloma llegaría a Grecia a finales de mayo o principios de junio de 2016, unos meses después de que la Unión Europea firmara el acuerdo sobre los refugiados con Turquía, 18 de marzo. Un día antes habían llegado la gran mayoría de personas que encontró en el campo de Katsikas, donde la nacionalidad de cada uno iba a marcar su futuro, no lo tenían fácil los sirios pero más complicado veían aún su futuro los afganos.
Con un invierno muy duro, la gente está cansada, desesperada, con situaciones personales horrorosas. Es difícil para ellos incluso “aceptar tu ayuda”, explica la poeta, que no era la primera vez que hacía un voluntariado. Estuvo hace un par de años en Etiopía y su propia voluntad le ha llevado a comenzar a estudiar Trabajo Social después de haberse licenciado en Física.
“Vi que estaban abandonadísimos de representantes políticos, de países de la Unión Europea. Lo condené, lo maldije, pero hay un momento en el que yo me voy y también es un sentimiento de que les estoy abandonando. Yo me encuentro mal y me voy a mi casa porque puedo. Allí la gente está mal y no se puede ir a ningún sitio. Esto también es muy duro. ¡Joder! me voy a mi casa porque puedo y a raíz de eso la enfermedad me come. Me abandoné a mí”.
Así nos cuenta, con una dulce voz, el impulso que sedujo a Paloma a escribir, en los rincones que podía encontrar, unos pasajes en los que se puede oír la voz del sufrimiento, el grito de dolor de las personas con las que convivió.
Unas letras que la autora buscó en lugares donde podía “encontrar el silencio para oírme a mí misma”, que se han convertido en un vehículo “útil de protesta” en un libro “duro, que no ha sido endulzado”. “Es tan duro y cruel como es la realidad, que muestra cosas que no son ni bonitas ni agradables. Hay que atreverse a leerlo sabiendo de lo que va”. Una historia que Paloma fue haciendo cada vez más suya, tanto que le provocó una enfermedad de la que ya se encuentra mucho mejor.
Tan escondido tenía este quehacer que incluso ha sorprendido a muchos amigos suyos que no sabían que escribía, que era capaz de conectar su alma y su conciencia por medio de palabras que, desde luego, no dejan indiferente a la bondad y la empatía humana. Paloma volvió a Madrid, a casa, donde el tiempo y la superación le han permitido lanzarse a recitar, a mostrar la sensibilidad que un informativo no logra transmitir. Una manera de contar parte de la historia humana que a Paloma le despierta “remordimiento y vergüenza”. La de millones de personas que no pueden volver a casa.
La autora
Paloma Camacho Arístegui nació “en la boca de Madrid o en el corazón de Bilbao” una mañana de 1988. Ella siempre dice que es “nieta de un roble”. Tiene la licenciatura en Físicas y ha vivido en Suecia, Francia, Suiza y Grecia, además de en España. Practica la fotografía y, desde hace unos años, se dedica a la acción social.
En 2017 uno de los poemas de ‘Cartografía de un abandono’ llamado ‘Miedo al ruido’, inspiró un proyecto social del mismo nombre. Se trata de un vídeo musical realizado sin ánimo de lucro y sin ninguna relación con entidades políticas, religiosas o empresariales. Su objetivo: denunciar la verdadera situación que sufren millones de personas debido a la inhumana gestión de Europa. Las imágenes son de Patxi Beltz, cooperante de Médicos Sin Fronteras, y la canción que las acompaña está interpretada por Titxu Vélez y Nacho Aldeguer. Fue compuesta por Adriá Navarro y producida por Jon Barrena. Todo el montaje es de Patty de Frutos. Durante el mismo también pueden escucharse versos recitados de Carlos Salem, Ana Pérez Cañamares, Gsús Bonilla, Silvi Orión y Escandar Algeet: