Hay lugares cargados de memoria y momentos que nos esforzamos por olvidar. Apenas cuatro años antes, el mundo se enfrentaba a una pandemia no sufrida por la humanidad en un siglo. Durante unos cuantos días de los meses de marzo y abril de 2020, mientras la gran parte de la población albacetense cumplía con el confinamiento y gran parte del sector sanitario se ocupaba de cuidar, dos personas pasaban la noche en la puerta de entrada del viejo Centro de Atención a la Salud de Albacete.
Por entonces, este edificio de los años ochenta, construido junto al Hospital General, estaba ya desalojado. Un paso previo e imprescindible para avanzar en las obras de la infraestructura sanitaria. El Plan Funcional incluía el derribo de esta instalación, pero mientras profesionales y gestores luchaban contra la Covid-19, esta pareja de personas encontró aquí acomodo para pasar las noches.
A veces, los paisajes urbanos cambian tanto que cuesta recordar que solo hace 42 años, allí donde dormía la pareja, algo estaba ocurriendo. “Junto al flamante Hospital Provincial, los restos del viejo Hospital de San Julián, de la Diputación Provincial, pronto será demolido. Viene funcionando en precario, para atender las más elementales exigencias de la Beneficencia Provincial. Con el nuevo Centro Sanitario Provincial – que atenderá a la Beneficencia – el antiguo hospital desaparece para siempre. Ayer, maquinaria pesada inició la apertura de zanjas del nuevo establecimiento”, publicaba La Voz de Albacete.
Cuatro décadas después, este espacio físico forma parte de los terrenos donde se construyen los nuevos edificios del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete. Hasta ahora, el porcentaje de ejecución de las obras supera el 27%. En concreto, el edificio del Hospital de Día, el más avanzado y el que antes se pondrá en uso, ya está ejecutado en un 70% de su totalidad. Mientras tanto, continúa la construcción del resto de inmuebles y uno básico sin en el cual no podría mantenerse el futuro centro sanitario: el edificio industrial.
El corazón de un Complejo Hospitalario que remonta sus orígenes más allá del post o la polémica del último segundo. Tanto es así que, en 1909, un arquitecto llamado Ramón Casas Massó soñó aquí mismo con la construcción de un moderno hospital para Albacete.
El primer hospital
Decía este visionario: “No se trata de quitar de la vista pública a seres desgraciados y darles un albergue cualquiera, no compensando el socorro prestado a la necesidad socorrida, sino que es necesario que las enfermerías en donde esos seres se someten a un tratamiento médico en armonía con sus dolencias, estén construidas con arreglo a los principios de la ciencia y los preceptos higiénicos”.
En aquel año recordado en la historia nacional por la Semana Trágica, el arquitecto Casas Massó redactó un libro sobre cómo tenía que ser esta infraestructura necesaria. Para elaborar esa memoria, visitó hospitales como los de Ependorff, en Hamburgo o el Militar de Madrid.
Por fin, en 1921, acá donde hoy se alzan gigantescas grúas, comenzaron las obras del Hospital Provincial de San Julián, heredero nominal del viejo hospital activo en el centro de la ciudad. Ramón Casas Massó falleció antes de ver concluida la obra que se inauguró oficialmente el 25 de agosto de 1922. Entonces se atendían a 50 enfermos en salas como la Virgen Milagrosa o San Cristóbal. Y antes de proseguir en esta travesía por el tiempo, un párrafo de la crónica que La Senda publicó sobre aquel histórico día: “Cuando logramos asiento en la capilla, rendidos por el esfuerzo del paseo y calcinados por el sol canicular que hemos sufrido, se apodera de nosotros atenazadora somnolencia y no podemos seguir en su peroración al capellán”. Más allá de la ironía estival, Albacete estrenó galerías, quirófanos, pabellones, farmacia, laboratorio, gabinetes y también cuadra para las vacas.
Curiosamente, el Hospital de San Julián de Albacete, disponía de un establo moderno, 'sistema Loudem', para ocho vacas, “al objeto de abastecer de leche a los establecimientos benéficos”, se contaba entonces. Durante la Guerra Civil, el San Julián se convirtió en Hospital de Sangre y ya en dictadura franquista, se siguió atendiendo a aquellos que no tenían posibles, que no eran pocos.
Ochenta años atrás, en 1953, se dio servicio a un total de 2.018 personas; 1.167 hombres y 851 mujeres. Y nacieron 136 niños. Datos de un momento en que el hambre y la tragedia aún eran recuerdo en carne viva. La sangrante emigración de los años sesenta impulsó el crecimiento económico.
La provincia de Albacete también notó la brisa y así, comenzó a hablarse del Polígono de Campollano, de nuevos barrios y de la construcción de un nuevo hospital en esta misma zona de la ciudad. El único periódico de entonces, La Voz de Albacete, informaba en marzo de 1971: “A las 13.30 horas del día de ayer tuvo lugar el acto de la solemne bendición y colocación de la primera piedra del nuevo Hospital Provincial de San Julián, situado a espaldas del actual, con fachada a la carretera de la Circunvalación”.
El proyecto fue encargado al arquitecto Antonio Escario y se planeaba una instalación sanitaria por 172 millones de pesetas de inversión, 35.000 metros cuadrados de ocupación, diez plantas y capacidad para 350 camas y seis quirófanos. Puntualizaba el artículo periodístico: “Todas las instalaciones estarán dotadas de aire acondicionado y su funcionamiento se desarrollará en tipo monobloque”.
Difícil construcción
Medio siglo atrás, aquella era la concepción arquitectónica para edificar un hospital. Hoy, las certezas constructivas van por otro lado. Resultan más efectivos los pabellones independientes que estén conectados entre sí. Los expertos saben que si construir algo es complicado, levantar un hospital es extremadamente complejo.
Una infraestructura sanitaria de esta envergadura no solo es el diseño exterior que vemos, sino los mecanismos interiores que hace que funcione. Electricidad, telecomunicaciones, climatización… Un entramado de instalaciones invisibles sin las que no funcionarían las resonancias magnéticas, la luz de las consultas o el agua caliente en las habitaciones.
El nuevo corazón del nuevo Complejo Hospitalario Universitario de Albacete ya se está construyendo. El edificio de instalaciones duplica su superficie respecto al anterior y algo aún más importante, contará con un sistema de producción de calor basado en la eficiencia energética, en la eficiencia del consumo y en la reducción del CO2 a la atmósfera. Una estrategia que forma parte del compromiso del SESCAM con la reducción de la huella ecológica y que supone una inversión cercana a los dos millones de euros, cofinanciada con fondos FEDER. Cuando esté en funcionamiento, el cien por cien del agua caliente sanitaria se obtendrá con tecnología renovable. Conceptos del futuro que en los años 80 apenas se intuían.
“El Hospital General empieza a ser, hoy, la realidad tantos años esperada. Al margen de su materialidad, el objetivo se alcanzó ayer tarde, y hoy es, ya, el centro asistencial más importante de la región, el mejor dotado, el más capaz. Ha costado, en la frase de Churchill, sangre, sudor, y lágrimas. Ha sido la obsesión de los sanitarios, la pesadilla de los políticos, la aspiración más sentida del pueblo. Años y años de impaciente espera; millones y millones añadidos al presupuesto, desde aquel mediodía del año setenta y uno en que, en la oquedad de un bloque de granito, se depositaron monedas, periódicos y pliegos de firmas de los asistentes a un acto simbólico lleno de promesas y esperanzas”, así narraba un cronista albaceteño lo sucedido el 18 de abril de 1985, fecha en la que comenzó a funcionar el Hospital de Albacete después de años de atasco político y administrativo.
Día histórico
Los medios de comunicación locales dieron una cobertura muy especial a una jornada inolvidable. Aquel día fue jueves y se registraron 26 grados centígrados. Solo unas horas antes, el genial Luis Eduardo Aute había estado en la ciudad presentado una exposición de pintura.
El Albacete Balompié preparaba su próximo partido ante el Parla. Entre tanto, Felipe González presidía el gobierno y Santiago Carrillo digería su expulsión del PCE.
En los cines de la ciudad se mostraban películas como “Érase una vez en América” o “París, Texas” y tres de cuatro españoles confesaba tener poca o ninguna información sobre la entrada de España en la OTAN. La crisis económica se dejaba sentir en los 200.000 puestos de trabajo destruidos, el bajo crecimiento y un índice de precios al consumo que superó el once por ciento. Se hablaba mucho de dos controvertidas leyes, la del aborto y la de sanidad.
Aún con todo, la tele todavía no llegaba a todos los rincones de la provincia de Albacete y había niños en los pueblos que no podían ver Barrio Sésamo.
En aquella España, el Insalud inició el traslado de pacientes de la vieja Residencia Sanitaria al nuevo y flamante Hospital. Según los datos facilitados por el organismo estatal, se habían invertido 960 millones de pesetas. Cifras aparte, los periodistas nos cuentan desde las hemerotecas que “en cinco horas, desde las ocho y cinco de la mañana hasta la una y cinco fueron trasladados doscientos ocho enfermos a un ritmo trepidante y con una organización, cuando menos, aceptable”.
Siete estaban ingresados en la Unidad de Cuidados Intensivos y, al parecer, uno de ellos sufrió una parada cardíaca en el trayecto que no fue a más por la rápida intervención de un doctor que viajaba junto a él en la ambulancia. Tres partos se produjeron mientras duró el traslado; los bebés vinieron al mundo en los nuevos paritorios. Curiosamente, la primera niña albaceteña que nació en el hospital, de mayor, se hizo enfermera.
Para llevar a cabo una operación de tal magnitud, se cortaron dos carriles de la circunvalación y colaboraron cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, militares y colectivos voluntarios. La frase más repetida aquella mañana fue: “Por favor, tranquilidad, mucha tranquilidad”.
Un periodista de la ciudad hizo la siguiente instantánea con palabras: “Un chiquillo de tres años que desde su camilla mira extrañado a toda la gente que se afana a su alrededor. Todos tenemos la impresión de que el chupete es lo único que impide que se eche a llorar; y, en efecto, en cuanto lo acomodan en la ambulancia no puede ya aguantar más. Fue, también, el primer llanto de la mañana”.
Y entre recursos materiales, el bocata y cerveza de obsequio para voluntarios, y emociones, lo más comentado en aquella mañana del 18 de abril de 1985 fue la presencia de una “Uvi móvil ultramoderna para el transporte de los enfermos en estado crítico”. Castilla-La Mancha no disponía entonces de ninguno de estos vehículos. Hoy, la región, incluso, dispone de helicópteros que realizan vuelos de emergencia nocturnos.
Continuo cambio
Si en 1985, la plantilla del nuevo hospital estaba compuesta por 1.070 profesionales, hoy en la Gerencia de Atención Integrada de Albacete trabajan cerca de 5.500 personas. Un aumento considerable en un mundo, el de la sanidad, en continuo cambio. Tanto es así que, casi desde el principio, se comenzó a hablar de la necesidad de ampliar el centro sanitario. Ante el crecimiento de la población, la demanda social y la mejora tecnológica, la sanidad vive en una transformación constante.
En verdad, un hospital nunca está acabado del todo y, de alguna manera, el Hospital de Albacete está en evolución desde que se puso en pie. El retraso de la provincia era muy profundo hace cuarenta años. El entonces ministro de Sanidad, Ernest Lluch, visitó la ciudad en abril de 1983 y ante la prensa no dudó en decir que “Albacete es un punto negro en el mapa sanitario de España”.
Nuestro país tiene hoy 845 hospitales. En número de centros, ocupamos el 15 puesto del ranking mundial y según la clasificación de calidad sanitaria elaborado por Numbeo, ostentamos la séptima posición mundial. “No estamos tan mal”, que diría aquel.
Que hace cuarenta años, José Sánchez de la Rosa resumía como pocos el panorama: “Nuestra lucha es la búsqueda de nuestra identidad europea. En Flandes se puso el sol hace muchos años, pero también en los cortijos de la Sierra, abandonado por los emigrantes que desembarcan en la estación de Hamburgo con la maleta bien atada. Es decir, estamos siempre a medio camino entre la civilización moderna y la cultura del esparto. Nuestra vocación es artesanal, creemos a pies juntillas en la alfarería, y cuando nos trasladan del pueblo se nos caen los palos del sombrajo. Pero de pronto tenemos la voluntad de hacer las cosas bien y nos sale un Hospital”.
En cierto modo, el Hospital de Albacete supuso un antes y después para la provincia. Luego, se consiguieron las competencias sanitarias para Castilla-La Mancha y se construyeron tres hospitales más. Pero como decimos, el presente siempre termina por arrastrar cualquier recuerdo del pasado.
Olvidamos, por poner el caso, que hace 20 años, en 2004, se reformaron más de 1.300 metros cuadrados de las Urgencias del Hospital de Albacete. Obviamos, sin irnos tan atrás en el tiempo, que solo hace unos meses el mismo Servicio de Urgencias se sometió a una reforma de adecuación de la antigua sala de espera con la que se ganaron 500 metros cuadrados para la asistencia sanitaria y la plantilla de profesionales ha crecido entre un 30 y 40% desde el año 2019. A menudo, los datos se los lleva el viento y quedan las palabras gruesas que pesan más en un tiempo de descrédito y desconfianza.
Este asunto, importantísimo, sin duda, daría para otro reportaje. Lo cierto es que desde 1985 el Hospital de Albacete no ha dejado de crecer, de distinta manera y a distintas velocidades, según la situación del momento. En este breve histórico, cabe señalizar que en 1988 se convirtió en Complejo Hospitalario y diez años después, asumió el apellido de Universitario con la creación de la Facultad de Medicina.
En 2003, se creó la Unidad de Radioterapia y se reformó el Hospital de Día. En aquella década, llegó también la Unidad de Investigación y el primer anuncio, con asignación presupuestaria, para el Plan Director de reforma del Hospital. Hacia 2010 era un proyecto firme sobre la mesa. Después nos alcanzó la crisis, la legislatura de los recortes y una indemnización millonaria a la empresa adjudicataria de las obras. Así fue como en 2016 comenzó a desbloquearse una parálisis de cinco años.
Hoy, las máquinas muerden el suelo de Albacete para la construcción de los cimientos sobre los que se levantará uno de los nuevos edificios que tendrá servicios materno-infantiles. Desde la calle, la gente que observa el vaivén de camiones y personal, quizá, no sepa que la inversión superará los 146 millones de euros, tanto para la obra como para el equipamiento de los inmuebles. Posiblemente, no se paran a pensar que para que estas obras siguieran adelante y no se viera afectada la asistencia sanitaria, se construyó el Centro de Especialidades, junto al Centro de Salud Zona 8. Entre tanto, el equipo de mantenimiento de la GAI de Albacete no ha dejado de actuar sobre el interior del hospital para adaptarlo a las circunstancias.
Durante mucho tiempo, los vecinos solo han visto un viejo CAS y una promesa encima de otra en los titulares de la prensa, ahora las estructuras de los edificios crecen hacia el cielo de la llanura y tal vez no saben que el Hospital de Albacete del siglo XXI tendrá una superficie de 98.000 metros cuadrados, más de la mitad de obra nueva y, aparte de nuevos quirófanos, albergará un servicio imprescindible como es Medicina Nuclear.
Quien hoy camina por las calles colindantes al hospital y se detiene a contemplar las obras, con probabilidad, no recuerda que desde hace más de cien años, este es el epicentro de la sanidad en Albacete. Y lo es por esa suma de voluntades, esfuerzo colectivo y compromiso de las personas que en todo este tiempo han pasado por aquí.