Año a año, el trabajo de precisión y conocimiento, está desvelando la historia de siglos y siglos en Peñas de San Pedro. Escuchamos a Lucia Soria Combadiera: “La arqueología es una profesión con mayúsculas”. La profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha dirige el proyecto de excavaciones, investigación y puesta en valor del yacimiento de La Peña del Castillo. Sin pasión es complicado hacer arqueología.
Sin vocación es imposible enfrentarse a esta labor expuesta a los rigores del clima y a la incertidumbre constante. La arqueóloga transmite las ganas por este oficio a sus alumnos, convencida de que hay que ir inculcando la importancia de esta profesión.
Sin arqueología, no se podría conocer parte importante del pasado de Peñas de San Pedro. Este municipio de la provincia de Albacete es una auténtica cápsula del tiempo que ayuda a comprender el propio pasado de la península ibérica. De hecho, en este yacimiento arqueológico está constatada la ocupación desde el Bronce Final al siglo XIX.
Varios miles de años de vida humana. Este verano, las labores han continuado en el sector “Ladera Sur” y como nos confirma Lucía, “hemos descubierto estructuras más antiguas”, con una cronología, posiblemente, desde finales del siglo V. Aunque todavía se trata de datos preliminares, pues la investigación prosigue durante el resto del año en los laboratorios, el equipo ha completado la excavación de dos habitaciones o departamentos del asentamiento ibérico. Ahora ya conocen las dimensiones completas y pueden plantear una hipótesis sobre cómo se articulaban los espacios internos de los hogares.
Además, los trabajos estivales se han centrado en comprender cómo los habitantes del poblado se movían por el propio recinto. Cuenta la arqueóloga: “Excavamos un espacio entre la terraza dos y la terraza tres y hemos comprobado que eran pasillos estrechos a los vanos de las viviendas”. En tierra de íberos, como es Albacete, en la actualidad, el yacimiento de La Peña “es el único asentamiento que se está excavando desde hace muchos años”, recuerda Soria Combadiera.
La continuidad en la investigación se ha prolongado desde el año 2016, gracias a un primer acuerdo de colaboración entre la Universidad de Castilla-La Mancha y el Ayuntamiento de Peñas de San Pedro. Hoy el proyecto también está financiado por el Instituto de Estudios Albacetenses y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Como cada año, esta temporada el proyecto ha contado con la participación de veinte voluntarios, distribuidos en dos turnos. Estudiantes y recientemente graduados de la UCLM, pero también de las universidades de Granada, Murcia, Sevilla, Autónoma de Madrid y Alcalá de Henares.
Un equipo dirigido por Lucía junto al arqueólogo Tomás Torres y en el que intervienen sobre el terreno otros profesionales como Luis Miguel Fernández y Alejandro Floristán. El proyecto se completa con la colaboración de especialistas como Guillem Pérez, Marta Moreno y Laura Gutiérrez. Un grupo multidisciplinar que analiza también aspectos desde la arqueobotánica o la antropología forense. Y una novedad este año, las fuentes literarias antiguas.
Contra los franceses
En lo alto del cerro del castillo se encuentra el segundo campo de estudio del proyecto. Una investigación histórico-arqueológica para identificar los restos de las distintas construcciones asociadas a la ocupación militar del siglo XIX. Por eso, este año participa un especialista en documentos de la época y se ha llevado a cabo una labor en el campo de la ortofotografía con uso del vuelo dron. Básicamente, se pretende contrastar los dibujos de 1811, cuando para defenderse ante las tropas napoleónicas se adecuó el castillo, con las dimensiones verdaderas del acuartelamiento. Avanza Lucía Soria a nuestros lectores que “los planos de los militares no corresponden con la realidad, eran más grandiosos sobre el papel, pero queda un largo trecho para seguir trabajando”.
Los documentos sobre la ocupación militar del castillo, un hecho que se prolongó hasta 1859, son parte del material que los arqueólogos tratarán de corroborar sobre el terreno en próximas campañas. Sobre este asunto, investigó en 2017 el historiador albaceteño Pedro José Jaén.
Como explicaba en un artículo publicado en Al-Basit: “En el contexto de la Guerra de la Independencia española y con el fin de poder oponer con garantías una resistencia ante el ejército invasor francés, la Junta Superior Central emitió unas directrices encaminadas a acondicionar los puntos más favorables para ser defendidos, que en la actual provincia de Albacete eran los castillos de Chinchilla y Peñas de San Pedro”. El profesional analizó las cartas que los cargos militares enviaban a sus superiores explicando la situación de la construcción y lo que era preciso para ponerlo en funcionamiento.
Por su estudio sabemos que Peñas de San Pedro contaba con 700 vecinos, casi todos “labradores bien establecidos”. En la parte superior existe, decían las misivas, un templo “hermoso y capaz”, aunque con techumbre y arcos arruinados. En la puerta del castillo situaban la ermita de la Cruz. Los militares calculaban que en todo el recinto podrían instalarse 200 hombres. Los habitantes de la villa colaboraron en la edificación y en el equipamiento de los soldados. Finalmente, las tropas francesas atacaron el pueblo y fueron rechazados, una acción que elevó el patriotismo de los lugareños. Una referencia encontrada en el periódico El Redactor General nos cuenta en octubre de 1812: “El 7 se presentó à tiro de cañon de las Peñas de San Pedro un batallon de infanteria con unos 300 caballos enemigos, y sufrieron algun fuego, al que no contestaron, siguiendo su marcha àcia Tobarra”. En cualquier caso, como dejó escrito Pedro José Jaén: “Una de las consecuencias de la guerra de la Independencia sobre muchos de los pueblos de la provincia, algunos cercanos a las vías de comunicación, y otros porque fueron teatro de las operaciones militares de ambos ejércitos, sin olvidar las numerosas partidas guerrilleras que también demandaban víveres para subsistir, fue la destrucción de la agricultura y la ganadería, pues consideraron La Mancha como un inmenso granero”.
La guerra dejó sus heridas y el municipio se transformó irremediablemente. Un curioso anuncio en 1928, publicado en el Defensor de Albacete, decía: “Peñas de San Pedro. Se vende el histórico Castillo de este pueblo, con una extensión de 40 fanegas de terreno, en su mayoría de pastos. La meseta mide unas seis fanegas de terreno laborable”. En un siglo, la visión sobre el patrimonio también ha cambiado, afortunadamente.
El caso irrefutable es que esta mole rocosa, de 1.107 metros de altitud en su cima, desde donde pueden divisarse kilómetros y kilómetros de extensión, fue una ubicación perfecta desde la antigüedad. La orografía explica su propio origen como asentamiento humano y aquí, en el fin de la llanura y el comienzo de las montañas, se instauró un verdadero hito paisajístico. Un lugar imprescindible en la zona que desde hace ocho años es menos desconocido.
Patrimonio de todos
“Fueron momentos de mucha expectación y de emoción”, recuerda Lucía Soria Combadiera sobre la primera campaña de excavación en 2016. Al principio, se trazaron cinco capas para ver que podía deparar el trabajo y un detalle más: “Duró un mes, con apenas dos arqueólogos y seis o siete voluntarios y gente del pueblo colaborando”. La memoria devuelve a la profesional escenas de añoranza, cariño y buen ambiente en el equipo.
Y, desde aquel verano, la pasión por la historia en Peñas de San Pedro ha ido creciendo. De hecho, existe una Asociación de Amigos del Castillo de Peñas de San Pedro y un dato revelador. En la última jornada de puertas abiertas en agosto, más de 200 personas acudieron para conocer por las actividades arqueológicas. “Para nosotros es una gran satisfacción comprobar que la sociedad se interesa por nuestro trabajo y por el patrimonio arqueológico”, explica Lucía y añade que “los investigadores no solo debemos hacer trabajo de investigación para su difusión en foros científicos, debemos hacer divulgación a la sociedad”.
Para la directora del proyecto, es un compromiso personal. Resume su pensamiento: “El patrimonio arqueológico es de todos y su razón de ser es el uso y disfrute de la ciudadanía, pero aparte de ese conocimiento del patrimonio como derecho, todos tenemos el deber de preservarlo para futuras generaciones y la forma de preservarlo es la educación en patrimonio”.
Historiadores como José Sánchez Ferrer, José Luis Simón, Laura Castillo Vizcaíno, José Ángel González Ballesteros, Diego Lucendo Díaz, Alberto J. Lorrio o Mª Dolores Sánchez de Prado, con sus estudios, han ayudado también a construir este largo camino de la historia de Peñas de San Pedro. La próxima piedra de este sendero llegará el 24 y 25 de octubre, con las séptimas jornadas, este año centradas en la revalorización y recuperación del patrimonio cultural, una iniciativa impulsada por la Facultad de Humanidades de Albacete.
Peñas de San Pedro es muy conocida por la devoción del Cristo del Sahúco; por sus reminiscencias medievales; por las noticias de luminarias imposibles y por la leyenda sobre la localización en su término de la tumba del mismísimo Asdrúbal, perteneciente a la familia del cartaginés Amílcar Barca. Sea como fuera y más allá del territorio de las impresiones, la labor científica está devolviendo a nuestros pueblos el potente legado que hemos olvidado.
Aurelio Pretel Marín, el historiador albaceteño que empezó a indagar hace cincuenta años en la historia de la Edad Media en las Peñas, lo expresó con mayor claridad: “La Historia de los pueblos que ”no tienen historia“ – como suele creer la nefasta y mendaz tradición que todavía impera en tierras de Albacete – se ha tenido que hacer en las últimas décadas partiendo desde cero, o desde casi nada, cuando no desbrozando de prejuicios y leyendas absurdas el camino a seguir”.