Vanesa, bombera forestal: “La culpa de los incendios no la tienen las olas de calor sino la falta de gestión en el territorio”

Carmen Bachiller

1 de agosto de 2022 19:08 h

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Vanesa Molina ha vivido de cerca dos incendios forestales en una semana en Sevilleja de la Jara (Toledo). Allí se encuentra su puesto de trabajo en una base en la que hay cuatro bomberas. Trabaja en la comarca de la Jara, en los Montes de Toledo. Forma parte del Plan INFOCAM, el operativo de prevención y extinción de incendios de Castilla-La Mancha. “Esta es mi campaña número 18”.

Esta bombera forestal lo es por vocación porque dice “o te gusta o no lo hagas porque no lo aguantas y además no está bien pagado”, pero también por necesidad en un medio rural sin demasiadas oportunidades. “Es una forma de trabajar y también de aportar algo a la sociedad y al medio ambiente. La mayoría de nosotros vivimos en pueblos pequeños. Tenemos tiempos de respuesta concretos de 45 minutos para llegar a la base. No me puedo ir a vivir muy lejos”. Y por eso cree que su profesión “es también una forma de fijar población en el medio rural”.

El día que hablamos entra de guardia a las 12 de la noche. El calor (y no solo el de los incendios) no le es ajeno a esta mujer que vive en uno de los territorios de España donde llegar a los 40 grados en verano es lo habitual.

No podemos permitirnos tener 10.000 toneladas [de masa forestal] por hectárea porque eso es un polvorín

Por eso cuando tocamos el tema de la ola de grandes incendios de este verano y el cóctel de las altas temperaturas, la sequía y en ocasiones el viento, las negligencias o la intencionalidad, esta bombera toledana dice que “llevamos años diciendo que podía pasar y está pasando”.

Para ella está claro. “El cambio climático está ahí pero no es el único culpable. Aquí siempre ha hecho calor. La culpa no la tienen las olas de calor o los vientos del Sáhara, sino la falta de gestión forestal en el territorio”.

Se refiere a que los bosques y montes no están preparados para facilitar el control del fuego en caso de incendio. “El año pasado estuve de vacaciones en la Sierra de la Culebra en septiembre. Daba miedo. Era todo combustible a ambos lados de la carretera”.

Critica también la actitud en algunos pueblos. “La gente no te permite quitar una jara… Pero no podemos permitirnos tener 10.000 toneladas por hectárea porque eso es un polvorín”. La pérdida de actividades y usos tradicionales, como el pastoreo, debido a la despoblación no contribuyen a mejorar la situación. “Debe volver poco a poco a recuperarse”.

La gestión forestal sigue siendo insuficiente, recalca, pero explica que “este año en Castilla-La Mancha se han gestionado 10.000 hectáreas. Pueden parecer pocas, pero lo hacemos en zonas estratégicas, con fajas auxiliares sobre carreteras, sobre caminos… Durante un incendio nos sirven de apoyo y cortar su continuidad”.

“En Castilla-La Mancha hemos dado un salto de gigante”

Vanesa Molina se incorporó a las campañas de incendios en el año 2004. “En Castilla-La Mancha, de unos años hacia acá, hemos dado un salto de gigante”. Explica que cuando comenzó se trabajaba de 11 a 15 horas. “Desbrozábamos, hacíamos tareas de prevención. No había formación. Tan solo un curso a comienzos de verano para refrescar cosas. Por las tardes era voluntario hacer alguna práctica. Si no, te podías pasar el tiempo jugando a las cartas”.

Ahora es diferente. “Todo está super protocolarizado. De 11.30 a 13.30 horas tenemos formación física con pautas cada día: 30 minutos de carrera, circuito equis… Después la comida y por la tarde hay prácticas: lunes toca autobomba, el martes, herramientas… Todo así, con libros y cinco técnicos de formación en Toledo que nos visitan de vez en cuando”.

El dispositivo en Castilla-La Mancha está activo todo el año, aunque cuenta con refuerzo durante la campaña estival para la extinción de incendios. “Refuerzan con interinos para cuatro meses”.

En invierno se trabaja de lunes a viernes. En verano, y con la extinción, las cosas cambian. “Cuando salimos a un incendio solo podemos estar doce horas seguidas trabajando. Y entonces hay que descansar otras doce. O bien hacemos 22 horas presenciales. Lo marca la ley. Algunos dicen que somos héroes pero somos personas, con nuestras necesidades”.

He vivido situaciones fastidiadas. Nos vimos atrapados, con focos secundarios a la espalda, pero lo peor es que puedas verte incapacitada para trabajar. Me caí con la desbrozadora y me lesioné el nervio del hombro

Vanesa Molina reconoce haber vivido “situaciones fastidiadas en un incendio. Nos vimos atrapados, con focos secundarios a la espalda, pero salí y eso se olvida. Pero este año en octubre me caí con la desbrozadora y me hice daño en el hombro izquierdo, con lesión del nervio”.

Lo peor, explica, fueron las horas que tuvo que esperar a que llegase la ayuda. “Estábamos sin cobertura”. Ha pasado casi ocho meses de baja. “He estado a punto de no poder incorporarme este verano. Es la peor situación: que puedas verte incapacitada para realizar tu trabajo”.

¿Han cambiado las cosas para las mujeres bomberas en los últimos 20 años? Vanesa Molina afirma tajante que “en cualquier trabajo en el medio rural: agricultoras, ganaderas, bomberas… Puedes hablar con cualquier mujer y te dirán lo mismo que yo: somos una más. Ese problema de los techos de cristal ocurre en las ciudades. Allí hay más desigualdad”.

Reconoce las dificultades en ciertos sectores, hasta la llegada de la titularidad compartida de las explotaciones agrarias que han permitido que la mujer trabaje y, además cotice. Pero insiste en que “en el campo nadie se asustaba de que la mujer trabajase. Se veía normal”.

Esta profesional cuenta que su trabajo es un 90% físico y un 10% mental. “Nunca me he sentido menos valorada que cualquier otro compañero. La única situación lamentable me ha ocurrido con gente fuera del trabajo”. Ocurrió en un incendio, durante un descanso. Al quitarse el casco alguien se sorprendió de encontrar a una mujer.

Pero el fuego no es su único elemento. En ocasiones apoyan en la búsqueda de personas que se han extraviado en el medio rural y también se implicaron en las tareas de retirada de nieve tras el paso de la borrasca Filomena o de barro, en caso de inundaciones. “Estamos disponibles para emergencias meteorológicas o de otro tipo en el ámbito rural”.

El debate sobre el avituallamiento durante la extinción

La semana pasada Vanesa Molina ponía sobre la mesa (de las redes sociales) un debate sobre el avituallamiento de los bomberos y bomberas forestales, a través de Spaces en Twitter, en una sesión en la que participaban miles de personas como oyentes.

Durante el incendio de Sevilleja de la Jara, y a preguntas de elDiarioclm.es, sobre el suministro de comida y bebida a los efectivos, el director general de Medio Natural y Biodiversidad, Félix Romero, respondía con un vídeo en un tuit que nos permitía conocer a José Antonio ‘Chichas’, encargado del avituallamiento durante el sábado.

El domingo ese debate se amplificaba en las redes sociales. ¿Cómo deber ser los avituallamientos de los profesionales que están hasta 12 horas continuadas mano a mano con un incendio?  Ya hay quien ha sugerido un convenio con la Unidad Militar de Emergencias (UME) que dispone de instalaciones de campaña.