Seis meses de una vida de refugiado en España: “Cuando llegaron los talibanes se acabaron todas mis esperanzas”
Saboor Mashall recibe todos los días “cientos de mensajes” de sus seres queridos en Afganistán. Fue uno de los afortunados, explica. Gracias a su vínculo con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo pudo salir del país pocos días después de la llegada de los talibanes al poder. El 22 de agosto fue el día que su vida cambió. “Lo primero que quiero es darle las gracias al Gobierno y a la comunidad española por habernos ayudado a mí y a otras familias”, relata en una entrevista en la redacción de elDiarioclm.es.
Saboor trabajaba en la provincia de Badghís, en proyectos de empoderamiento y de apoyo a las mujeres. “Miles” de mujeres pasaron por los talleres que llevaba a cabo gracias a la ayuda de AECID. “Cuando el gobierno fue derrocado, todo empezó a ir mal. Nosotros fuimos una de las familias con suerte que pudo ser evacuada, gracias a la ayuda de España y llegamos aquí el 22 de agosto”, recuerda. Pero antes, tuvo que esconderse, abandonar rápidamente la provincia en la que vivía con su familia y la de su mujer. Su mujer tiene cuatro hermanas, por las que está muy preocupado. “La situación es mala para todos, pero especialmente para las mujeres”.
Tras pasar una noche en el campamento de Torrejón de Ardoz, llegó junto a su mujer y sus tres hijos a Toledo. “Para nosotros todo era nuevo, una nueva cultura, nuevo ambiente, nuevas personas. Y estábamos en shock por todo lo que estaba pasando en Afganistán”, recuerda. Aunque han tenido que empezar de cero, muestra tanto agradecimiento como preocupación por la situación en su país. “Nuestros hijos se han adaptado muy rápido, y no podemos agradecer lo suficiente a Cruz Roja por como nos han guiado y nos han ayudado a adaptarnos. Tenemos acceso a la salud, nuestros hijos se educan, hemos tenido clases de español desde el principio”, recalca. Su hijo mayor, explica con orgullo, habla español y le va muy bien en el instituto. Tiene 17 años. Su hija mayor tiene 14 y la menor, 8. Están todos muy adaptados. “Son felices”.
“Se acabaron todas mis esperanzas”
“Lo más importante para mí es mi familia. La situación en Afganistán era muy mala, especialmente para las niñas. No tienen derecho a ir al colegio. A educarse. Ni tampoco pueden trabajar, o ser parte de su comunidad, de nuestra sociedad. Cuando llegaron los talibanes se acabaron todas mis esperanzas. No sabíamos si tendríamos la capacidad para huir y pagar todos los gastos”, recuerda. “Psicológicamente, estaba en una mala situación. Era difícil abandonar el país, y nosotros fuimos de los que tuvimos más suerte, pudimos salir y traer a nuestros hijos a un lugar seguro”, explica.
Saboor reconoce que estaba “seriamente amenazado por los talibanes”. “En mi provincia me conocía todo el mundo y cuando llegaron, lo primero que hice fue escapar para esconderme. Ya había recibido amenazas de ellos en el pasado. Pero la buena noticia es que las organizaciones españolas me ayudaron”, recalca. Su familia estuvo una noche entera esperando en el aeropuerto de Kabul para salir del país. “No teníamos sitio ni siquiera para sentarnos. Había miles de personas. Pero por suerte, pudimos llegar y los militares españoles nos organizaron para llegar a Madrid”, recuerda.
Suerte. Una palabra que repite mucho. “Nos dieron todo lo que pudieron, comida, alojamiento, material de aseo. Ahora vivimos en un piso con tres habitaciones, estamos muy cómodos. Pero la situación es muy mala”. Piensa en todas las demás personas que trabajaban con la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo y que siguen ahí. “Sólo pudieron evacuar a 50 familias, pero eran más de 200. Muchas de mis compañeras eran mujeres. Ellas siguen ahí y viven en otras provincias, tienen miedo de los talibanes, porque pueden ir a sus casas y actuar con toda la crueldad que quieran porque nadie habla de lo que ocurre”, explica, porque los medios de comunicación están totalmente intervenidos, incluso redes sociales como Facebook.
Aunque nosotros sobrevivimos, aunque no nos morimos de hambre, no podemos dejar de pensar en las personas que están ahí
“La gente con la que yo trabajaba está viviendo realmente mal. Escondidos, sin trabajo, con hambre. Han tenido que vender sus muebles para poder comer. No sólo es la falta de seguridad, y las amenazas, sino que también pasan hambre y no tienen estabilidad financiera”, recalca Saboor. “Todos los días recibo centenares de mensajes, nos piden que contactemos con los medios de comunicación para que se pueda oír su voz. Se les prometió que nadie quedaría atrás si habían colaborado con el Gobierno español. Pero la evacuación se detuvo tras el ataque al aeropuerto de Kabul. Y conseguir un pasaporte es un gran desafío, las personas tienen miedo de ir a conseguir un pasaporte, porque pueden ser identificados. Y sin pasaporte no se puede salir del país”.
“Yo tuve suerte de haber podido ser evacuado, pero soy un ser humano, y aunque esté aquí sigo conectado con ellos. Veo su situación y lo siento. Parte de mi cuerpo está ahí y siente el dolor. Os pedimos ayuda a los medios de comunicación para que se sepa el mensaje, que se conozca su situación. El Gobierno español debe prestar atención a la crisis humanitaria de Afganistán, porque las personas que han trabajado con ellos no pueden ni siquiera ir a una ciudad por el miedo que sufren. Ellos sienten dolor, y yo lo siento aunque mi vida sea buena aquí”, recalca Saboor.
“Mi hija me pide ver a su abuela”
“Nos quieren hacer creer que nadie será castigado, pero la realidad es otra. Ocurren cosas atroces contra hombres, mujeres y niños, pero nadie puede denunciarlo. Sólo nos queda Facebook, pero incluso eso no pueden hacerlo porque los talibanes tienen inteligencia que les permite intervenir. Mi suegra trabajaba también con organizaciones humanitarias y ahora está obligada a estar en su casa. Mi suegra y mis cuñadas antes eran parte de su sociedad, ahora están recluidas. Obligadas”, describe Saboor. Incluso su hija se da cuenta de lo que ocurre, aunque sea más joven y esté aquí. “Le pregunté qué quería para su cumpleaños. Lo único que me pide es ver a su abuela. Aunque es una niña, se da cuenta de lo que está pasando”, lamenta.
Hace años que Saboor comenzó a trabajar con la AECID en programas de empoderamiento de las mujeres. “Yo he visto los avances y lo que está ocurriendo ahora, cuando todo está retrocediendo. Ya no hay escuelas, ahora deben ser escoltadas para todo. Pero no es protección, es sólo para observarlas. Por eso pedimos que las organizaciones de derechos humanos internacionales deben pensar en las mujeres, deben tomar estas decisiones. Conocemos casos de personas que han decidido suicidarse, porque no saben qué hacer para sentirse seguros, están totalmente desesperados. No hay trabajo, no hay dinero, no pueden alimentarse”, lamenta.
“Si los talibanes eligen a una mujer, la familia no tiene nada que hacer. Pero, ¿qué mujer quiere irse con un talibán? ¿Qué mujer moderna puede estar con este tipo de personas? Sabemos de mujeres que se han suicidado porque no saben qué hacer”, se lamenta. “Aunque nosotros sobrevivimos, aunque no nos morimos de hambre, no podemos dejar de pensar en las personas que están ahí. Si yo no hubiese llegado aquí, hubiese sido de las primeras personas en morir. Yo no pensaba que estas cosas iban a volver a pasar. Cuando nos casamos con mi mujer, tuvimos casi una boda occidental, sin las tradiciones de nuestra provincia. Mis hijos también eran diferentes. Mi hija no se cubría el pelo. Por eso agradezco haber sobrevivido. Y las personas están esperando para sobrevivir”, concluye el relato del refugiado.
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